Uno de los elementos clave de la transmisión de la bicicleta es la cadena de bicicleta. Esta, está se ve afectada por un proceso de desgaste debido a la abrasión a la que le someten los otros elementos: los platos y los piñones. Pero también la misma cadena está sometida a un cierto desgaste, que se muestra sobre todo en la elongación de ésta. En otras palabras, la distancia entre los eslabones individuales aumenta con el paso de los kilómetros, por lo que al cabo de una cierta distancia recorrida (unos 1.500 – 2.000 km), deberemos pensar en cambiar la cadena. Según el modelo de cadena que usemos (de ancho normal o estrecha), la elongación se producirá más o menos rápido. También dependerá mucho del tipo de cambio delantero y trasero que usemos, ya que no es lo mismo una relación delantera de tres platos con nueve velocidades traseras, que una bicicleta que sólo tenga dos platos y siete piñones. También el tipo de bicicleta influirá en el desgaste de la cadena: las bicicletas reclinables no presentan casi desgaste y las cadenas pueden utilizarse más de 15.000 km, mientras que las bicicletas MTB sometidas a grandes esfuerzos acostumbran a necesitar un cambio más frecuente (cada 1.500 km). Aquí es donde el cuenta kilómetros asume otra una responsabilidad que mucha gente pasa por alto, contar los kilómetros para saber cuando debemos realizar el mantenimiento a la bicicleta. El desgaste de la cadena En el caso de que no cambiemos a tiempo la cadena, el efecto de la elongación de ésta provoca que los eslabones individuales ya no encajen correctamente en el dentado de piñones y platos. El resultado es que la cadena ya no traccione por igual en todos los eslabones en contacto con los dientes, sino que sea sólo el primer diente quien soporte la mayoría de la carga ejercida sobre la cadena, provocando con ello un desgaste prematuro del piñón o plato en cuestión (el típico fenómeno resultante es que la cadena salte cuando ejercemos una fuerza determinada con las piernas sobre los pedales, cosa que puede conllevar que perdamos el equilibrio). Lo mismo es válido para los platos, aunque estos tarden más en deteriorarse, como para los piñones, ya que tienen muchos más dientes que los anteriores. El típico fenómeno resultante es que la cadena resbale cuando ejercemos una fuerza determinada con las piernas sobre los pedales, cosa que puede conllevar que perdamos el equilibrio, normalmente se empieza a notar con los piñones pequeños ya que la tracción la hacen sobre menos dientes y estos sufren más respeto a otros piñones. Si esto nos coge desprevenidos y tenemos que continuar con nuestro camino, una solución es seleccionar desarrollos que en los que utilicemos piñones mas grandes o marchas mas cortas que nos permita rebajar la fuerza aplicada a la cadena. Lo mismo es válido para los platos, aunque estos tarden más en deteriorarse que los piñones, ya que tienen muchos más dientes que los anteriores y el desgaste, y la fuerza de arrastre se reparte mejor entre ellos. Para alargar la vida útil de las cadenas, será necesario no forzar demasiado la estructura de la misma por fuerzas de cizalla, que se generan cuando la trayectoria de la cadena entre plato y piñón se hace oblicua. Cuanto más recta sea la trayectoria, menor será la fuerza de cizalla que actúa sobre la cadena, lo que implicará una menor elongación por kilómetro recorrido, o sea, una vida útil más larga. Las relaciones ideales para no forzar demasiado la cadena en cualquier situación serán las siguientes: Plato | Piñón (1 – 9 de arriba a abajo) | Grande | 9 – 7 (6)* | Mediano | (7) 6 – 4 | Pequeño | (4) 3 – 1 |
* Los valores entre paréntesis son piñones optativos que todavía pueden utilizarse, pero a partir de los cuales las fuerzas de cizalla sobre la cadena aumentan exponencialmente. |