22 de Marzo, 2011.- El 26 de abril de 1986, hace 25 años, Chernobil sufrió la fusión del núcleo y se convirtió en el mayor accidente radioactivo hasta el momento. Las pérdidas en vidas humanas y la secuelas siguen hoy siendo bien visibles aunque se organicen tours “turísticos” para ver el fantasma de Pripyat y la propia central. No existe una justificación científica plausible que sustente la necesidad de la energía nuclear si se tiene en cuenta el enorme potencial de las energías renovables y la inexistencia de riesgos inherentes de éstas.
El pasado 12 de marzo 2011, y tras el tsunami que golpeó la costa oriental japonesa brutalmente, la central nuclear de Fukushima quedó gravemente afectada iniciándose el colapso de sus reactores. Como resultado de diversas explosiones en el interior de la central se lanzaron al exterior nubes de materiales radioactivos, quedando los contenedores de los núcleos gravemente afectados. Según datos iniciales del AIEA, en el emplazamiento se estaban midiendo (día 13 de marzo 2011) dosis de 400 milisievert por hora (la dosis legalmente permitida que puede absorber una persona es de 50 milisievert al año). Las mediciones independientes hablan aquel mismo día de datos realmente alarmantes: 400 veces la radiación normal a 80 km de la central.
Explosión en la central nuclear de Fukushima, Japón. Fuente: NTV Japan.
El 11 de abril, un mes después que la empresa TEPCO reconociera que los reactores podrían haber liberado 10.000 terabecquerels (Comprender las unidades de radiación) de material radiactivo por hora durante días, el Gobierno japonés reconocerá la posibilidad de elevar el nivel del accidente al 7 de la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES), el peor en el ámbito internacional, desde la actual 5. El nivel 7 en la INES sólo se ha aplicado a la catástrofe de Chernóbil (la actual evaluación provisional de 5 era del mismo nivel que el accidente de Three Mile Island en Estados Unidos en 1979). Otro incendio en Fukushima Dai-ichi. Las autoridades obligarán a evacuar ciudades enteras fuera de la zona de exclusión. La situación de los reactores no mejora. La radiación sigue extendiéndose todo el mundo.
Una evaluación de nivel 7 del INES corresponde a una liberación al ambiente externo de material radiactivo equivalente a decenas de miles terabecquerels de yodo radiactivo 131. Un terabecquerel equivale a 1013 bequerelios (1 becquerel [Bq] define la cantidad de un radionucleido que sufre una desintegración por segundo). Es, pues, el accidente más grave de la historia de la tecnología atómica en cuanto a cantidad liberada de material radiactivo y efectos múltiples para la salud y el medio ambiente. De los cuatro reactores implicados, con sus piscinas de combustible gastado, se han declarado en ellos oficialmente fusión parciales de los núcleos que han provocado la liberación al aire, la deposición en el suelo y el vertido a los acuíferos y al océano Pacífico de radioactividad de alto nivel.
Mientras los terremotos continúan sacudiendo el norte y el noreste de Japón, -con apagones masivos de luz-, el gobierno nipón está considerando finalmente extender la zona de evacuación y exclusión alrededor de la central nuclear de Fukushima, debido a los altos niveles de radiación.
Hay eventos históricos que no deberemos olvidar nunca. Chernobil era uno de ellos hasta ahora. Fukushima puede ser el otro a partir de ahora.
La gestión de un accidente nuclear tal y como se demostró en Chernóbil no fue peor por el arrojo y sacrificio de los llamados liquidadores. Pero ante el mundo, aquel accidente era producto de la incompetencia de un regimen político en decadencia. Japón, una democracia consolidada y un país puntero en tecnología no es la primera vez que se enfrenta a un accidente nuclear. Sin embargo, a pesar de todas las precauciones antisísmicas en aquel país, la central de Fukushima entró en colapso atómico. Lo que acabe sucediendo es algo todavía imprevisible. Lo que está claro es que la energía nuclear es un riesgo que la civilización humana debería cortar de raíz con el cierre progresivo de todas las centrales nucleares. Todas las ampliaciones de funcionamiento más allá de los 40 años supone un riesgo añadido que no asume ninguna empresa de seguros ni las empresas propietarias o explotadoras, sino el pueblo afectado.
La gestión de catástrofes precisamente en los países más avanzados es una asignatura que todos los políticos y directivos de corporaciones deben aprobar con sobresaliente. Eso implica nunca dar datos reales excepto cuando ya son de evidencia meridiana. Eso está ocurriendo en Fukushima. Explotan reactores atómicos, saltan por las aires nubes radioactivas y la clasificación en la escala INES de sucesos nucleares sigue siendo de 4. Algo no cuadra, o mejor dicho, sí, y estamos ante la gestión fraudulenta a la que nos tienen acostumbrados en las democracias. Una gestión para que no entre el pánico. A pesar de ello, algunos gobiernos como el de Alemania ha planteado inmediatamente revisar todos los protocolos de funcionamiento de las viejas cafeteras nucleares y retomar el cierre progresivo. España, a pesar de que la central de Fukushima es del mismo tipo que la de Santa María de Garoña e igual de vieja, el Gobierno considera que puede ampliarse todavía el plazo de operación.
Imagen del 14 de marzo 2011 de la central nuclear japonesa de Fukushima donde se aprecia el trágico colapso de dos de los reactores. Las consecuencias de la contaminación radioactiva son imprevisibles.
Chernobil a cámara lenta
Un análisis realizado para Greenpeace Alemania por el experto en seguridad nuclear Helmut Hirsch demuestra que el accidente nuclear de Japón ya ha liberado suficiente radiactividad para ser clasificado de nivel 7 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES, por sus siglas en inglés). Éste es el nivel más alto de la escala, la misma calificación que recibió el desastre de Chernóbil ocurrido en 1986. La radioactividad se expande sin respetar fronteras y se acumula por generaciones, crea territorios desiertos antes llenos de vida y mata lentamente a pueblos enteros. El drama de Chernobil sigue vivo 25 años después, a pesar de que no ocupe espacio en los noticiarios. El drama de Fukushima se ha librado a cámara lenta. En Chernobil hubo una explosión violenta y una liberación masiva de radioactividad. El accidente de Chernóbil afectó a un reactor nuclear; en Fukushima ha habido daños graves en cuatro reactores y la fuga de radiación, sólo entre el 11 y el 23 de marzo supera la de tres accidentes de nivel INES 7 como demuestra el estudio del Dr. Hirsch.
El drama de la energía nuclear para generar electricidad es que es perfectamente sustituible por energías renovables y por eficiencia. Está archidemostrado que es posible un futuro con energía 100 % renovable y libre de centrales nucleares antes del 2050. Los actuales propietarios de las centrales nucleares sólo quieren hacer el agosto ahora que están amortizadas, y por eso exigen prolongar los plazos de operatividad. El capital quiere hacer centrales nucleares si el Estado garantiza las inversiones. Así cualquiera.
Dispersión en aumento de la nube radiactiva de Fukushima de acuerdo a modelo predictivo de condiciones meteorológicas. La escala de colores muestra cinco nivels. Como zona E se identifican áreas en las que la dosis de radiación en la corriente de aire es de 10 mili-sievert por hora sobre una superficie de 25x25 km2. La "Zona A" (color morado) define una carga de radiación máxima de 0,3 micro sievert por hora. Este valor corresponde a la tasa de exposición global media de la radiación de fondo. Fuente y actualizaciones: Zentralanstalt für Meteorologie und Geodynamik ZAMG.
Los análisis del modelo de dispersión de la nube radioactiva por parte del ZAMG prueban a día 23 de marzo que el yodo-131 emitido en los primeros días representa aproximadamente el 20% de las emisiones totales de yodo radioactivo en Chernobil. El cesio-137 en la atmósfera está entre el 20 y el 60% del que difundió Chernobil. Toda esta radioactividad se ha dispersado por el oceáno Pacífico hacia Estados Unidos. A esta misma fecha el reactor 3 que opera con la mezcla de uranio y plutonio (el producto radioactivo más peligroso) sigue descontrolado. Las noticias sobre la situación real en la central de Fukushima son cada vez más confusas y en realidad cada vez se parece más al accidente de Chernobil per a cámara lenta. Si en aquel hubo una explosión brutal tras la fusión total del nucleo que produjo la liberación inmediata de la nube radioactiva, en Fukushima es una fusión total por partes. Primero tras el maremoto fueron la pérdida paulatina de elementos radiactivos y explosiones parciales de los dos reactores” (el reactor 1, el 12 de marzo; el reactor 3; el domingo 13 de marzo, y el reactor 2 el 14 de marzo). Luego tal y como demuestra la vigilancia radioactiva del ZAMG la difusión de radioactividad no ha cesado. Las consecuencias y los niveles globales de radiactividad contaminante se desconocen todavía pero los datos indican que es grave y de alta intensidad. Las autoridades japonesas continúan evacuando a la población en el entorno de ambas centrales (40 kilómetros) y ya son más de 200.000 los desplazados de la zona. El problema es que el drama todavía continua.
Fukushima debe servir para reconocer que debemos poner fin a la generación eléctrica con centrales atómicas. Como argumenta Hermann Scheer en su último libro El imperativo EnergÉtico: "una razón determinante para abandonar la tecnología nuclear la han expresado en esencia Christine y Ernst-Ulrich von Weizsäcker: a las centrales nucleares les falta la imprescindible cordialidad de las averías, lo imprescindible para cualquier tecnología. Esto significa que las centrales nucleares albergan un potencial de avería que puede causar una catástrofe irreversible que afecte a toda la sociedad". Fukushima no hace sino confirmar esta realidad. Por todo ello, en diferentes ciudades españolas se organizaron concentraciones de movilización el día 17 de marzo 2011. El próximo día 17 de abril en Barcelona, en el marco de la Fira per la Terra se convoca una concentración a las 13 horas.
Artículo elaborado por el equipo de redacción de terra.org.