La navidad tiene muchos significados según el entorno cultural, pero no hay duda de que el solsticio de invierno, ese momento en que el recorrido del sol dibuja su arco más pequeño sobre el cielo, constituye un evento único al año.
El ciclo de la naturaleza en nuestra región marca con el invierno el momento del año menos luminoso, frío y con menor actividad bioenergética. Precisamente, por esto la celebración del solsticio con luz y abundancia quería ser un contrapunto de inflexión en estos meses que invitan al recogimiento. Sin embargo, las actuales fiestas navideñas se han convertido en todo lo contrario y son un derroche desenfrenado que dura más de un mes. El artificio y la desnaturalización campan a sus anchas en un período del año caracterizado por el sobreconsumo y el abuso de bienes y energía.
Felicitar sin dañar el entorno
No hay mejor felicitación de navidad posible que la del compromiso con nuestros seres más queridos de reducir nuestra cuota de dióxido de carbono (CO2). Nuestra civilización se ha alejado de los ciclos naturales y el invierno se vive con gran frenesí consumista. El resultado de esta anómala excitación invernal salta a la vista y lo prueba que el 20% del consumo anual se centra en esta época llamada navidad y que empieza a finales de noviembre y sobrevive hasta primeros de enero. En definitiva, tenemos la oportunidad para apuntarnos a la reducción de CO2 en muchos ámbitos y celebrar unas fiestas más auténticas, en armonía con el propio ciclo invernal de la naturaleza y fomentando las relaciones humanas y cercanas.
Motivos para optar por unas fiestas navideñas sostenibles no nos faltan. Buscar la Paz con nosotros y nuestro entorno social y ecológico en este ciclo del año de reposo natural debería estar sustentada con el compromiso de reducción de nuestra huella ecológica.
Experiencias en lugar de consumo
Las fiestas navideñas se caracterizan por la compra de regalos y productos culturales con el objetivo de escenificar la felicidad. Pero toda esta supuesta felicidad que nos proporciona la seguridad del dinero y la oferta de consumo parece que no es tan real como nos hacen creer como lo prueba el gasto para “adquirir la suerte” (la lotería navideña) y que supone alrededor de una media de 100 euros en números de lotería esperando ser millonarios.
La felicidad humana está más arraigada en las experiencias que en la posesión de bienes materiales. En el mercado se ofrecen packs de experiencias tales como noches en hoteles con encanto, hasta sesiones de masajes, clases de yoga, etc. Regalar una experiencia puede según sea la opción escogida una oportunidad de desmaterialización del consumo.
Navidad vivencial
El período navideño se inspira en las fiestas de la luz, en honor al solsticio de invierno, que durante siglos y antes del cristianismo, se celebraba en toda Europa. La interiorización a la que conducía vivir los días más cortos del año era celebrada con el ayuno de la luz. Hoy esta tradición está prácticamente olvidada. El ayuno, en determinados momentos del año, era uno de los grandes secretos, no sólo para purificar el cuerpo y curar muchas enfermedades, sino también para reequilibrar la mente. El Solsticio Solar de invierno era y debería ser un momento del año para mirar dentro de nuestro corazón.
Sería fantástico convertir la celebración del cambio de año en un compromiso por un estilo de vida más frugal con el fin de que las futuras generaciones puedan seguir gozando de una buena calidad de vida. Las fiestas navideñas deberían servir para tomar conciencia de la responsabilidad de cada uno en el deterioro del medio ambiente y de las mil posibilidades que tenemos a nuestra disposición invirtiendo en eficiencia energética, renovables, aparatos duraderos, salud, etc.
La apertura del Año Nuevo es una invitación a plantearnos nuevos propósitos que contribuyeran a convertir el mundo en un espacio más justo, solidario y habitable (a partir del propio compromiso). No hay mejor felicitación de navidad posible que la del compromiso con nuestros seres más queridos de reducir nuestra huella ecológica.
Un buen año es aquel que nos permite: ser ricos con la quietud, felices con el silencio, libres sintiendo el aire y sabios observando el entorno.
Resumiendo...
• Recordemos que el valor de las fiestas está en poder celebrar un año más con los seres más queridos.
• Es bueno escuchar y seguir el ritmo de la naturaleza el cual nos invita al recogimiento y a vivir como inquilinos responsables de nuestro único planeta.
• Racionalizemos el consumo a la hora de comprar regalos y comida, pensemos en la posibilidad que nos brinda compartir experiencias, regalos, más personalizados que permiten ser una expresión de nuestros gozos o anhelos.
• Es un buen momento para plantearse objetivos personales y colectivos para ser más sostenibles y mejorar nuestro entorno común.
Artículo elaborado por Jordi Miralles y publicado en La Vanguardia Natural. Fotos: Fundación Tierra.