El impacto de las ciudades sobre el medio puede describirse mediante el análisis de flujos de los diferentes recursos que emplea para su funcionamiento. Esto ya fue establecido hace décadas por la llamada ecología urbana. Conocer las importaciones y exportaciones de materiales necesarios para el buen funcionamiento de una ciudad como comunidad de seres humanos, tales como el agua, la energía, los residuos es una forma que permite evaluar el estado de las urbes como sistema. Sin embargo, las ciudades no son comunidades estáticas sino sujetas a continuos movimientos de la población. La ciudadanía, sin apreciarlo a menudo, es la principal responsable de los llamados flujos metabólicos ‘‘exosomáticos’’ en las urbes que habitan. Aunque no sea objeto de este reportaje, la gestión del agua, los alimentos y la energía forman parte de estos flujos metabólicos que son claves para determinar el concepto de urbe.
Las tecnologías de la información contribuyen a una ciudad más habitable
El concepto smart city es producto de la limitación de recursos, la sensibilidad por la eficiencia en su uso y la adecuada gestión de los vectores ambientales que determinan el buen funcionamiento de las ciudades. Smart city es una modelización que permite abordar soluciones para una gestión ambiental eficaz del entorno urbano aprovechando las ventajas de las tecnologías de la información (TIC). El concepto smart city para muchos expertos se limita a impulsar la implantación de entornos de gestión informativa que permitan recolectar datos en tiempo real de forma permanente y forma remota de los flujos considerados (agua, iluminación, tráfico, residuos, etc.). Pero el concepto smart city también implica que la información pueda ser tratada y gestionada para poder disponer del marco referencial y de este modo permitir a los gobernantes municipales tomar decisiones que introduzcan ahorro económico y medioambiental en la gestión que le han encomendado sus ciudadanos. A su vez estas informaciones ambientales debe permitir que la ciudadanía implicarse en la gestión de su propio hábitat y lógicamente ser consecuente a estos y poder cambiar hábitos o costumbres.
Vista aérea de una ciudad de noche con todo el cableado eléctrico de iluminación nocturna a máxima potencia.
En consecuencia, cualquier aplicación del concepto de smart city debe ir más allá de simplemente implantar entornos de gestión informativa consistentes en recolectar datos en tiempo real de forma permanente y remota. El concepto smart city no basta para que los gobernantes municipales tomen decisiones a favor del ahorro económico y medioambiental en la gestión que le han encomendado sus ciudadanos. El concepto smart city debe facilitar que la ciudadanía pueda implicarse y coparticipar en el mantenimiento de la calidad de su entorno. Las TIC permiten que la sostenibilidad vaya más allá del concepto de gestión y se fundamente en los principios de la ecología urbana. Ciudadanos y urbes no son islas sino una red de interacciones positivas que en tiempo real pueden, gracias a las TIC, ser protagonistas de su calidad de vida.
Información en tiempo real que promueve la participación ciudadana
Mejorar la calidad de la información existente sobre el funcionamiento de los sistemas urbanos es una tarea necesaria y en la que los gestores municipales deben implicarse. Cualquier diseño que pretenda desarrollar el concepto smart city debe facilitar la obtención de datos para una mejor gestión de determinados vectores ambientales que pueden mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Sin embargo, los ejemplos actuales no permiten visualizar que la aplicación de las TIC se oriente realmente a la participación ciudadana. Más bien el ciudadano se convierte, en el mejor de los casos en un usuario.
No basta con sensores para controlar parámetros ambientales como por ejemplo la luminosidad del alumbrado público. La clave está en la funcionalidad que esta información de los sensores permite en un sentido amplio y no sólo estrictamente el ahorro energético (aunque este sea un aspecto clave de la monitorización).
El ejemplo más claro sería el de disponer información en tiempo real de las posibilidades de aparcar en una determinada calle. Sin embargo, el problema desde el punto de vista del ciudadano consciente que puede contribuir a mejorar la calidad de su medio no es si encuentra o no aparcamiento, sino si realmente debe tomar la decisión de adentrarse en un determinado espacio urbano en coche cuando los niveles de contaminación son ya extremos. Claramente, no hay un entorno TIC en el que el ciudadano puede involucrarse en la propia sostenibilidad.
Smart city resiliente
La cuestión no es sólo que una mejora de la consciencia social contribuya a fomentar políticas de sostenibilidad desde los gobiernos municipales, sino que a partir del análisis holístico que ofrecen disciplinas como la ecología urbana y sus modelos de flujos metabólicos ‘exosomáticos’ puedan permitir a las personas “cocrear” su urbe o, en cualquier caso, colaborar en su desarrollo sostenible.
Una mejora en la calidad de vida urbana surge de crear conciencia de la vida sostenible y aumentar la resiliencia ecológica local en el futuro cercano. A las comunidades se les anima a buscar métodos para reducir el consumo de energía, así como reducir su dependencia de las cadenas de suministro largas que son totalmente dependientes de los combustibles fósiles para artículos de primera necesidad. En este sentido la comida es un ámbito clave (alimentos de km cero) y así nacen iniciativas como las huertas comunitarias para producir alimentos.
La información sobre el tiempo de espera de un autobús en su parada no es lo relevante. La clave está en que esta información permita al ciudadano programar su movilidad urbana en tiempo real sin tener que llegar a la parada del autobús y esperar pacientemente de forma pasiva.
Monitorizar con sensores una urbe no puede estar disociada de la idea de las ciudades en transición que propugnan urbes sin petróleo. La aplicación de tecnologías de la información debe permitir convertir la actual crisis en una oportunidad para diseñar un futuro basado en una sociedad que reduzca su huella ecológica y consumo energético para reconstruir nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. La Fundación Tierra plantea pues la necesidad que en el concepto de smart city la tecnología de monitorización y de transmisión, almacenamiento y acceso de datos debe permitir crear entornos informativos favorables a la ciudadanía y que le permita a esta ser más resiliente.
Participar en la gestión smart de las ciudades
La clave para la participación de la ciudadanía no sólo en el desarrollo de la gestión del concepto smart city sino también en la motivación para su participación activa está en los desarrollos de gestión de la información en open source. Muchas de las actuales aplicaciones que se venden en la monitorización de parámetros ambientales o de entorno no son abiertos sino que son propietarios de una determinada empresa. Eso no sólo convierte en esclavos tecnológicos a quien la contrata sino que impide las mejoras propias de una comunidad implicada como por ejemplo, sucede en el mundo de la informática con el llamado software libre (open source). Los entornos que son abiertos e interactuables contribuyen además a la transparencia de la gestión municipal pero sobre todo permiten a las personas que viven y trabajan en las ciudades tener estímulos ambientales que más allá del ahorro y la eficiencia (algo que se les presupone a los gestores) se sienten propietarios de la propia explotación de las TIC.
Un ejemplo smart city participativa en el ámbito del alumbrado público urbano
Un ejemplo en este sentido lo ofrecería la gestión del alumbrado público nocturno. Se disponen de argumentos sobre las fortalezas tecnológicas en la gestión de éste para una mayor eficiencia y ahorro energético, pero al remitimos a ellos, se detecta como en las mejores opciones el control del alumbrado hay algunas deficiencias. Muchas de estas aplicaciones TIC que se venden como smart city en el ámbito del control de alumbrado público para ahorrar energía se basan en parámetros como el horario o la densidad de usuarios, de forma que su intensidad se reduzca en las horas de mínimo tránsito. En cambio no los hay que incorporen la difusión lumínica atmosférica (ya sea causada por la nubosidad o por la luna llena) parámetro que puede reducir o ajustar todavía más el concepto de ahorro. Y mucho menos que este dato esté a disposición del ciudadano para que perciba que esta disminución de la iluminación callejera nocturna se traduce en un ahorro cuantificable. De este modo, en una verdadera solución de tipo participativo como la que propone la Fundación Tierra los farolas darían información al usuario del ahorro en tiempo real que supone el control lúminico implementado.
Tenemos que desarrollar el concepto smart city como un modelo para permitir el feed back ciudadano. Este no puede quedar al margen como un usuario pasivo.
Así pues en esta idea de smart city colaborativa de criterios no basta en que un gestor contabilice el ahorro para un mejor gestión del alumbrado público nocturno sino que la ciudadanía pueda tener datos en tiempo real de la iluminancia en determinados puntos y si ésta por alguna razón es optimizable que permita interactuar con el sistema generando información (un aviso) y a la vez un feed back al propio sistema.
TIC’s con entornos open source
Podemos encontrar otros ejemplos de cómo convertir las TIC’s en el eje de una gestión basada en los flujos de sus propias actividades exosomáticas y que implique al ciudadano para que este desarrolle un papel activo y redunda en una mayor calidad del sistema. Para ello es esencial contar con entornos de desarrollo basados en tecnologías de open source.
En el funcionamiento del concepto de smart city hay tres elementos claves: los sensores que obtienen la información, la red que la procesa y los mecanismos de control remoto para intervenir sobre el parámetro. Habitualmente, las empresas suministran soluciones cerradas en los cuales los protocolos de comunicación entre los sensores y la red son propietarios o no pueden recibir desarollos de terceros. Esta realidad convierte estos entornos en elementos rígidos y costosos desde el punto de vista del mantenimiento para el gestor y que no facilitan las mejoras por nuevas ideas. Tenemos actualmente, muchos ejemplos de sistemas informativos en las ciudades que son víctimas de un planteamiento tecnológico propietario y con programario cerrado que impide la plena implicación del ciudadano para que esta desarrollo se traduzca en un cambio de hábito y en una mejora real del entorno urbano.
El software de las aplicaciones de monitorización es la clave para facilitar la participación ciudadana. Los entornos en software open source deben imponerse a las soluciones con software propietario y cerrado.
Podemos ver el ejemplo de la monitorización de las paradas de autobuses para que estas suministren información sobre el tiempo de espera para un determinado autobús. Sin duda esta información es útil en la mayoría de los casos, pero sólo para el sufrido ciudadano que ya es usuario de la red de autobuses urbano. El verdadero sentido de la información sobre los buses no es el tiempo de espera cuando uno está en la parada sino la de poder consultar en tiempo real la presencia de autobuses sobre la trama urbana y como estos pueden ser más útiles para que el ciudadano deje el coche en casa y opte por andar un par de calles y tomar el bus más adecuado para su desplazamiento y con el mínimo tiempo posible de espera.
El software libre, o entornos tecnológicos basados en la filosofía open source llevan impreso en su desarrollo que sean realmente útiles a la ciudadanía y le faciliten la vida. En cambio, los de entorno cerrado responden más bien a intereses empresariales para que los usuarios sean esclavos de su desarrollo. De no existir el software libre el sistema operativo de Microsoft no sería como lo conocemos sino sólo manejable por informáticos especializados. En el ámbito de la monitorización ambiental debe darse una evolución parecida. Los gestores municipales tienen una responsabilidad esencial en la de no dejarse deslumbrar por las grandes corporaciones que con buen marketing venden aplicaciones propietarias y no entornos pensados para la interacción ciudadana y sobretodo que responda a sus intereses para implicarse en una ciudad más habitable. Un ejemplo claro de esto es el sistema de monitorización de la gestión del ciclo del agua con TIC’s en Madrid implementado con tecnología no propietaria lo cual le ha permitido mejorarse con bajo coste para la administración y preparada para cualquier desarrollo futuro gracias a su entorno tecnológico basado en open source.
Un futuro smart citizens
Creemos fundamental advertir sobre la oportunidad para generar un modelo evolutivo del concepto de ecología urbana en el que las TIC’s jueguen un nuevo rol para que el ciudadano sea protagonista de su propia realidad. Creemos esencial que los gestores urbanos no caigan en las garras de las empresas tecnológicas para convertirse en esclavos de tecnologías propietarias y que estos se asuman no sólo en su papel como delegados del buen funcionamiento de la ciudad sino también como coordinadores entre los entornos informativos y la implicación ciudadana para que sea la principal beneficiaria de la inversión smart city. De ahí que reiteremos la importancia no tanto de los entornos tecnológicos como tales sino ligados a su utilidad para que la ciudadanía sea protagonista de ciudades más habitables: smart citizens.
El incremento de smartphones entre la población augura que el ciudadano pueda implicarse en las mejores ambientales de su ciudad si existe un entorno de tecnologías de la información abiertas y que permiten la participación.
Artículo elaborado por Jordi Miralles, biólogo y presidente de la Fundación Tierra. Presentado en formato sintético como poster en el Smart City Expo World Congress 2012 de Barcelona. Fotografías: Fundación Tierra y Wikimedia Commons.
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