Sería fantástico convertir la celebración del cambio de año en el mayor regalo que nos ofrece el planeta en lugar de abusar de sus bienes naturales. Las fiestas navideñas deberían servir para tomar conciencia de la responsabilidad de cada uno en el deterioro del medio ambiente. La apertura del Año Nuevo es una invitación a plantearnos nuevos propósitos que contribuyeran a convertir el mundo en un espacio más justo, solidario y habitable (a partir del propio compromiso). No hay mejor felicitación de navidad posible que la del compromiso con nuestros seres más queridos de reducir nuestra huella ecológica.
El período navideño se inspira en las fiestas de la luz, en honor al solsticio de invierno, que durante siglos y antes del cristianismo, se celebraba en toda Europa. La interiorización a la que conducía vivir los días más cortos del año era celebrada con el ayuno de la luz. Hoy esta tradición está prácticamente olvidada. El ayuno, en determinados momentos del año, era uno de los grandes secretos, no sólo para purificar el cuerpo y curar muchas enfermedades, sino también para reequilibrar la mente. El Solsticio Solar de invierno era y debería ser un momento del año para mirar dentro de nuestro corazón. Por el contrario, la Navidad actual se ha convertido en un derroche absoluto de bienes y energía.
Un buen año es aquel que nos permite: ser ricos con la quietud, felices con el silencio, libres sintiendo el aire y sabios observando el entorno.
Nuestra civilización se ha alejado de los ciclos naturales y el invierno se vive con la misma intensidad o más que la vitalidad energética veraniega. El resultado de esta anómala excitación invernal salta a la vista. Un 20% del consumo se centra en esta época llamada navidad y que empieza a finales de noviembre para sobrevivir hasta primeros de enero. A este derroche se le añade la contaminación derivada del incremento del tráfico en las ciudades ante una multitud frenética por consumir sobre ruedas. De ahí que la oportunidad de la celebración del solsticio invernal debería ser la celebración del Amor, la Paz y la Solidaridad. La expresión de estos valores debería concretarse cuando, si pensamos en regalos, fomentemos experiencias que contribuyan al bienestar de la persona, a su equilibrio emocional y al de fomentar también el amor por la naturaleza. Si se trata de no regalar bienes materiales, lo más idóneo son las experiencias o vivencias. Os proponemos algunas opciones de regalos sostenibles e inmateriales que contribuyen a la felicidad humana.
Regala experiencias
En el mercado se ofrecen packs comerciales de este tipo: desde noches en hoteles con encanto, hasta tonificantes balnearios, pero también sesiones de masajes, clases de yoga, etc. Sin embargo, a estos paquetes regalo de experiencias sensoriales les falta alma. El alma de un regalo es la que ponemos nosotros al escoger no un catálogo, sino una experiencia cercana que quien la vaya a disfrutar cuente con nuestra vivencia previa. Actualmente, con internet resulta muy fácil buscar por uno mismo este tipo de opciones, incluso en nuestro propio municipio o comarca. Éste es el verdadero tesoro de regalar una experiencia.
La naturaleza nos ofrece un sin fin de experiencias más allá de su belleza.
Comunicarse con la naturaleza
En nuestra sociedad la experiencia con la naturaleza casi se circunscribe al espectáculo de su belleza. Sin embargo, hay otro acercamiento a la naturaleza con el cual podemos vivir, dejando de lado nuestras ideas preconcebidas y empezar a sentirla de manera diferente usando todos los sentidos. Usar los sentidos, sentir que cambian los moldes establecidos, sentir la vida. Observar a los animales, oler las innumerables esencias y escuchar a los árboles pueden parecernos insólito. Pero es una experiencia que nos permite escuchar la canción de la creación, la canción que hace que el mundo exista. Hay algunas entidades que nos ofrecen esta acercamiento más místico con la naturaleza.
Masajes
El masaje nutre el cuerpo.
El masaje tiene el propósito de nutrir el cuerpo con el tacto y aunque sin duda favorece la circulación y las articulaciones, éste contribuye al bienestar general. Hay muchas técnicas de masaje. Algunas son conocidas como el quiromasaje, la reflexoterapia, el shiatsu, etc. Otras, sin embargo, son menos conocidas, sería el caso, por ejemplo, del masaje Abhyanga, un tipo de masaje utilizado por los médicos del Ayurveda. Este tipo de masaje consiste en cubrir generosamente a la persona en aceite caliente y luego con movimientos suaves frotar profundamente su cuerpo. El masaje con aceite facilita las emociones saludables, brindando serenidad y relajación, es una práctica que ayuda a superar el estrés, la ansiedad y el miedo. Un masaje ayurvédico Abhyanga es una experiencia muy relajante y energizante.
Sesiones de Yoga y meditación
Saludo al Sol yogui.
Más que una práctica corporal es también un estilo de vida. Regalar una clase de yoga es entrar en contacto con nuestro cuerpo y sensibilizar a la mente sobre la necesidad del silencio. Ese momento de quietud que nos ofrece la experiencia del yoga pero también la meditación contribuye al equilibrio de nuestro cuerpo físico, mental y emocional. Tanto el yoga, como la meditación, no tiene que ver con ninguna religión, ni creencia o dogma. Tanto el yoga como meditar es una practica que debería ser tan normal y diaria como lavarse los dientes o bañarse, y que es compatible con todas las creencias del mundo y en todas las culturas y edades. Regalar esta experiencia puede aportarnos un espacio interno que nos da perspectiva para afrontar el estrés diario. Además, permitir escuchar a nuestra consciencia o ser interior es una experiencia vivificante. Podemos encontrar muchos centros de yoga por todo el país. Es algo fácil de encontrar y que nos podemos regalar y/o compartir con amigos, la pareja, etc.
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Artículo original elaborado por la redacción de terra.org.