Hubo un tiempo en que los seres humanos, aun disfrutando de recursos limitados, eran abastecidos por el bosque de madera para construir las casas, encender las hogueras, construir mobiliario y herramientas y obtenían frutos y setas para alimentarse. Pero este equilibrio fue roto hace siglos. La historia de los bosques tal como la narra en su libro John Perlin, nos explica el declive de las civilizaciones por la sobreexplotación de los bosques. Hoy estamos nuevamente ante esta situación. Hemos roto nuestro pacto de buenos vecinos con los árboles del bosque.
El resultado es bien triste, cada vez son más los bosques que desaparecen talados o quemados para convertirlos en pastos o extraer su madera de forma insostenible. Cada vez hay menos madera explotada de forma sostenible, pero sobretodo, hay menos artesanos que sepan darle a la madera un uso con vida propia.
Las carpinterías actuales parecen sales de máquinas y en vez de la voz de las herramientas resuenan ruidos ensordecedores por todas partes. No rechazamos las máquinas, pero cada cual habrá de ver si le interesan o no y cuáles.
El oficio del carpintero está de baja y las máquinas no pueden sustituir al ingenio humano. Antes había los gremios, las cofradías, las sociedades de obreros que se reunían para intercambiar experiencias cuyo punto de unión era el trabajo, la ayuda mutua; de esta manera, el saber se convertía en comunitario, vivo. Los alumnos estaban al lado de los maestros y con el tiempo adquirían su maestría o incluso la superaban, y luego ellos se convertían a su vez en maestros de nuevos aprendices.
El verdadero carpintero y ebanista maneja las herramientas como si de tocar un instrumento se tratara, y su trabajo es su pasión vital. Por ello sus obras quedan impregnadas en su espíritu. Sus muebles, sus toneles, sus aperos, sus estructuras para la vivienda, etc. son parte de su ser. El buen carpintero mima su herramienta y sus obras, pero esto no significaba que esté apegada a ellas. Trabajaba con actitud positiva, con consciencia, con conocimiento de los materiales y las herramientas; guardan el equilibrio del cuerpo, y se mueven con la respiración adecuada, etc. Una buena obra se consigue cuando el carpintero está también en paz consigo mismo. Cuando su felicidad se expresa a través de sus herramientas labrando la madera.
Con motivo del aniversario de los 20 años de la fundación Tierra, buscamos encontrar algún simbolismo en la naturaleza como motivo para celebrar estos cuatro lustros de compromiso con el planeta. Al final escogimos plantar un árbol y encargar una mesa de reuniones sencilla pero de madera silvestre y autóctona, y hecha con amor y arte. El árbol que plantamos ya está bien enraízado y la mesa de madera de cerezo luce en la sede.
No fue fácil encontrar un artesano de la madera, y menos que supiera comprender el encargo. Queríamos una pequeña obra de arte en madera sencilla, noble y sin aditivos químicos que la embellecieran. Nuestro deseo nos llegó de la mano del diseñador de muebles y carpintero, Cillian Monaghan, irlandés que reside en Barcelona. En seguida supo comprender nuestra solicitud. Disponía de unos tablones de cerezo silvestre procedentes de la tala de 43 cerezos de un bosque mediterráneo cercano a Barcelona que tenían 55 años. Estos árboles habían crecido a un ritmo de 0,7 mm por año hasta alcanzar los 40 cm de diámetro y una altura máxima de 15,8 m. Su hábitat estaba situado a una altitud de entre 500 y 600 m, en una zona con una pluviemetría de 850 a 900 mm anuales y una temperatura media anual de 13,5 a 14 ºC. Fueron talados con criterios de silvicultura sostenible y estuvieron secándose cerca de dos años. La madera de cerezo se tuerce con facilidad sino se seca con precaución pues no es una madera particularmente rígida como la del roble u otros árboles.
Cillian nos propuso una mesa sencilla con tres tablones de cerezo silvestre, simplemente pulidos y encerados. Tres tablones al desnudo que dejaran aire entre ellos, para que la mesa pudiera respirar. Nos instó a aprovechar una estructura de patas metálicas de una antigua mesa de comedor de escuela en desuso. El diseño cumplía así con nuestras expectativas. Para continuar, tan sólo debimos escoger la forma de los tablones que más nos gustasen en su mágico taller en el barrio del Poble Sec de Barcelona.
El trabajo final resultó ser la sincera expresión de su ternura profesional. La madera de cerezo silvestre, noble, tan sólo recibió el pulido y redondeo de cantos. Luego, de forma magistral, resolvió el emsamblaje de los mismos con unos pequeños dóminos que unieron los tablones y con unos pivotes pro debajo le permiteron anclar toda la superficie a la estructura a la base de las patas de la mesa reciclada. La mesa mide 140 cm por 90 cm que era la mejor medida para adaptarse a la salita de reuniones de nuestra sede.
Cuando uno mira la mesa se da cuenta que esta habla con toda su savia acumulada. Mientras uno está sentado frente a ella, las vetas llenas de historia escrita en los tablones siguen las conversaciones y los nudos del viejo cerezo mediterráneo captan nuestros pensamientos y los ordenan para que los expresemos con más claridad. El cerezo es una madera que es susceptible de un bello pulimento, y el acabado con la cera resalta su alma.
Arte en madera de la mano un artesano de la carpintería que puso su amor en su obra.
Es una mesa pequeña, un mesa de aniversario, silvestre, natural, una pieza única que celebra, ahora, cada día los veinte años de ecología práctica que la vieron nacer. Preside las reuniones del equipo fundacional de una entidad modesta, pero que no ha cesado de innovar. Nuestra mesa, la mesa de Cillian, la mesa con espíritu vivo, consigue que las visitas que se sientan a su alrededor no queden indiferentes. Es una pequeña obra de arte útil. Esto es lo que antaño las personas sabían apreciar cuando encargaban un mueble para una vida. Hoy este espíritu resiste sólo en algunos maestros como Cillian. La sencillez de esta mesa es la belleza y el amor de quien la creó. A nosotros nos da felicidad mientras la gozamos cada día.