En abril de 1954 hubo una reunión en Washington en el que un grupo de selectos científicos se reunieron para escuchar algo nuevo: la voz y la música emitida por un transmisor de radio funcionando con energía solar.
Los inventores de la célula solar: Gerald L. Pearson, Daryl M. Chapin, and Calvin S. Fuller in 1954. Foto de Alcatel-Lucent Bell Labs.l
Los científicos de los Laboratorios Bell en Nueva Jersey demostraron de este modo su invención, la primera célula solar fotovoltaica de silicio cristalino aplicada a un caso práctico. Este avance allanó el camino para la revolución solar que se celebra hoy en los techos ya sea con paneles fotovoltaicos anclados sobre el suelo o instalados sobre las cubiertas de todo tipo de edificios.
Las células solares dieron nombre a lo que se conoce como energía solar fotovoltaica (Photovoltaic Energy) y tuvo un creciente desarrollo durante la carrera espacial librada en la década de los sesenta entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero la tecnología fotovoltaica todavía era demasiado cara para ser utilizado en el ámbito común. El nuevo hito lo marco el embargo petrolero árabe de 1973. Esta acción puso en evidencia la vulnerabilidad de los combustibles fósiles concentrados en unos pocos países. Así que en medio de los crecientes temores sobre la seguridad energética, los gobiernos y las empresas privadas vertieron miles de millones de dólares en investigación y desarrollo solar, pero también en eficiencia energética. Esto llevó al uso generalizado de la energía fotovoltaica en la década de 1980 para alimentar estaciones telefónicas , postes de socorro, balizas luminosas, etc.
Las empresas japonesas y estadounidenses se convirtieron en los primeros líderes en la fabricación de células fotovoltaicas para usos tan variados fueran grandes o pequeños. Por ejemplo, las empresas japonesas como Sharp y Kyocera fueron pioneros en el uso de células solares en sus calculadoras de bolsillo. Una calculadora de energía solar del tamaño de una tarjeta de crédito de 1983 todavía nos ayuda a hacer cálculos rápidos.
A mediados de la década de 1980, Alemania se unió a Estados Unidos y Japón en la carrera por el dominio de la producción fotovoltaica. En los primeros años del nuevo milenio, las empresas japonesas y estadounidenses representaron aproximadamente el 70 por ciento de la producción fotovoltaica del mundo.
Pero el catalizador que estimulo el asombroso crecimiento de la energía solar en las últimas décadas fue la visión de futuro de las políticas energéticas de Alemania [la política solar alemana fue impulsada por Hermann Scheer (1944-2010)]. La clave de estas políticas fue garantizar el acceso de los productores de energía renovable a la red eléctrica, pagando el precio justo, un precio superior a largo plazo respecto a la electricidad convencional. La política del gobierno alemán hizo que las inversiones en energía solar fotovoltaica fueran económicamente atractivas. La industria reaccionó y pronto la fabricación de células y módulos fotovoltaicos pusieron a Alemania en el segundo lugar mundial detrás de Japón. Dado que la producción mundial no paraba de aumentar, para satisfacer la demanda, el precio de los paneles solares se redujo, ayudando a impulsar a su vez una demanda más alta.
El rápido crecimiento de la demanda de células fotovoltaicas finalmente hizo entrar a China el juego de ser la fábrica al mundo también en el sector de las renovables. Comenzando alrededor de 2006, el auge de la industria fotovoltaica china se expandió masivamente y el incremento en la producción mundial condujo los precios aún más. Hoy China ya es el gigante único en la fabricación solar. Sólo este país produce cerca de dos terceras partes de las células y paneles solares fotovoltaicos del mundo; más que Estados Unidos, Japón y Alemania juntas.
El descenso de los precios de paneles fotovoltaicos durante estas pocas décadas de historia de los paneles solares es asombroso. En 1972, las células fotovoltaicas costaban más de 74 $ por vatio. El precio medio a mediados de 2014 era de menos de 70 céntimos de dólar por vatio. O sea, un 99 por ciento más barato. (Como referencia, digamos que una cubierta media en Estados Unidos tiene de entre 2 y 10 kilovatios de capacidad de generación y que un kilovatio es igual a 1.000 vatios).
Alrededor del mundo, las instalaciones solares están creciendo a pasos agigantados en los tejados residenciales y comerciales, pero también en forma de parques solares que pueden cubrir miles de hectáreas. Entre 2008 y 2013, ya que los precios de paneles solares se redujeron en aproximadamente dos tercios, la fiebre fotovoltaica se apoderó de medio mundo y la generación fotovoltaica se disparó de 16.000 a 139.000 megavatios (recordemos que en España, entre 2008 y 2013 la situación fue totalmente inversa y apenas se han instalado paneles solares fotovoltaicos debidos a la legislación punitiva contra la energía solar del Gobierno español).
Esta potencia solar fotovoltaica mundial es suficiente para alimentar a todos los hogares en Alemania, un país con 83 millones de personas. En su informe de perspectivas solares del 2014, el Deutsche Bank prevé que 46.000 megavatios se añadirían a la capacidad mundial de energía fotovoltaica en 2014 y que las nuevas instalaciones marcarían un nuevo record anual con 56.000 megavatios instalados en un solo año (2015).
La Agencia Internacional de Energía en París, que suele ser más conservador en sus previsiones de energía renovable, ha estado revisando sus proyecciones sobre la generación fovoltaica. . Este organismo pronosticaba en 2011 que el parque de generación fotovoltaica mundial para 2015 sería de 112.000 megavatios una cifra que por cierto se alcanzó en 2013 dejando pues sus previsiones fuera. Tras este fiasco, ahora esta organización proyectó posteriormente que para el 2018 el total se habrán alcanzado de 326.000 megavatios de capacidad de generación. Pero el mundo es probable que se acercan a esta cifra dos años antes, o sea en 2016.
Mientras las instalaciones de energía solar fotovoltaica se propagan, vale la pena recordar un solo dato que es bien conocido en la literatura de las renovables, pero no por eso menos importante de recordar: La luz del sol que llega la superficie de la Tierra en sólo una hora proporciona energía suficiente para alimentar la economía mundial durante un año.
El Earth Policy Institute cierra las puertas
Todas las cosas buenas deben llegar a su fin. El Earth Policy Institute (EPI) cierra sus puertas cuando su presidente y fundador, Lester Brown, a la edad de 81 años decidió jubilarse. Su creación, el Earth Policy Institute la concibió como un laboratorio de ideas del medio ambiente que profundizase en los indicadores ambientales con el fin de formular recomendaciones de política y de estilo de vida destinadas a promover la sostenibilidad ambiental y económica.
Durante 14 años, el Earth Policy Institute pubicó decenas de lo que llamaban alertas del planeta y cientos de actualizaciones del Pla B. Una buena parte de estas alertas fueron traducidas al castellano en terra.org y consideradas por este instituto como la versión oficial en esta lengua. Pero, lo más destacable de EPI son los 11 libros publicados, incluyendo una autobiografía de Lester, y que nos dejan como legado. El más reciente: La Gran Transición: El cambio de los combustibles fósiles a la energía solar y eólica es también sin duda el más notable. Aunque el libro más vivo fue el Plan B: Movilización para salvar la civilización del cual se editaron 4 ediciones actualizadas.
La última actualización del Plan B (Versión 4.0, libre en formato PDF en inglés) escrito por Lester Brown y publicado en 2009.
Para que todas estas obras llegasen al público, ha habido un ejército de personas alrededor del mundo que contribuyeron a la divulgación del trabajo del Earth Policy Institute publicando sus libros en diversas lenguas. En España sólo se publicó la primera versión del Plan B en 2004 por la Editorial Paidós. Posteriormente, la Fundación Tierra tradujo El momento del Plan B, un manual práctico para la reducción del 80 % de las emisiones de dióxido de carbono para el 2020. Esta interesante publicación disponible en lengua castellana partía de una pregunta clave: ¿Qué reducción es necesaria para evitar los efectos más peligrosos del cambio climático?
Lester Brown, antes de tomar la decisión de dejar la presidencia del instituto que había creado, negoció con La Escuela de Ciencias Ambientales y Biológicas de la Universidad de Rutgers para mantener toda la documentación disponible como un sitio web legado. Esta Universidad a su vez creará la Sala de lectura Lester R. Brown para que su figura y su obra siga siendo una inspiración para los líderes del futuro.
Sin embargo, el equipo humano profesional de esta entidad se despide con la ilusión de haber trabajado en una entidad de prestigio. Todos están convencidos que su paso por el Earth Policy Institute es un aval para recolocarse laboralmente. La Fundación Tierra se suma a las entidades que agradecen la labor de este think tank medioambiental y de la inspirada dirección de su creador,Lester Brown. El final de esta ONG es también un buen ejemplo de como una entidad sin ánimo de lucro sabe reconocer que su impulso está tan ligado a su creador que su ausencia exige cerrar la etapa.
Traducción adapatada de una síntesis del capítulo 5 del libro The Great Transition: Shifting from Fossil Fuels to Solar and Wind Energy de Lester Brown. Se puede leer el artículo completo en inglés en: www.earth-policy.org/books/tgt/tgtch5