Parte primera...
El huerto dista
de la casa unos 250 metros. Para un urbanita es normal que al ver una
bici aparcada en el lugar piense en los bucólicos paseos por pistas
rurales que se deben disfrutar las gentes del lugar. Bien, eso he
llegado a pensar, pero nada más lejos de la realidad. Aquí la bici se
usa como medio de transporte laboral, es el vehículo eficiente que
utiliza Ricard para ir y venir al huerto gastando menos energía y por
supuesto, más rápido. Y todo, a pesar de la bajada de la ida pero
que luego es subidita a la vuelta, y generalmente con carga verdulera.
Según los datos de un riguroso estudio biomecánico, el balance es de
positivo superior, y la gloriosa bici, una herramienta tan importante
como la azada para labores hortelanas.
Pero si hay algo que ya
conocía por haber sido usuario pero que siempre me sigue emocionando,
es cagar en un servicio compostero. Pensar que no hace mucho, no mas de
dos siglos, tenían que ir con cuidado por las calles de las incipientes
ciudades vigilando que de una ventana no te saliera una sorpresa más
onerosa que la cagada de una paloma. O pensar que en China, aunque
ahora ya se pierde la tradición, a los invitados a la cena se les pedía
que antes de marchar depositaran los nutrientes procesados. Compostar
nuestras heces es de alabar desde la modernidad ecológica. No hay
futuro sin aprovechar los nutrientes que ahora tiramos, además llenos
de contaminación (hormonas, grasas petroquímicas, antibióticos, jabones
antibacterias...) a unas depuradoras saturadas de las que se obtienen
lodos nada útiles.
Aprovecho aquí
para hacer una llamada a los ecodiseñadores del mundo. Imaginen
procesar con preciosa y eficaz tecnología lo que ahora se mezcla con
valiosa agua y se manda de viaje a lugares poco productivos. Trabajen
para conseguir que todos los nutrientes que acompañan a nuestras heces
se puedan separar de la parte poco útil con facilidad, y que la tierra
los reciba como agradecimiento de la especie por su necesaria
fertilidad, la cuna de nuestros alimentos. Se cierra el ciclo, se
evitan problemas, se ha actuado con ecointeligencia. Imagina ahora que
convertimos los ratos en la taza en momentos de encuentro
verdaderamente espiritual con la creación, lo que la tierra nos dio a
ella se lo devolvemos.
Bueno, y eso de estar aliviándose y oír como se ríen los patos, eso si que es una placentera revelación. Cuidan los Lluernas
de una camada de patos que deambulan en la zona entre la casa y la balsa
con alta felicidad libertaría. Ya son mas de 25, y van para arriba.
Durante el año caen en acto de servicio natural algunos patos, por
medio siempre está el plomo de algún humano estúpidamente cazador,
el zarpazo hábil de algún depredador hambriento y el vuelo inteligente
a por alimento de algún rapaz.
Me cuesta hacer publico mi
incultura sobre la ecoesfera, y es que con dificultades a penas llego a
distinguir no más de 5 especies de árboles, y menos de
pajarillos. Ricard se conoce sin problemas las aproximadamente 60
especies que le rodean en ese frugal oasis que cuidan con amor
verdadero y mucho esfuerzo. Me regala un rato de sus conocimientos
entre frutales, manzanos, perales y membrilleros. Luego me señala el
sauce, el álamo, el roble, la encina... cuanto me queda para dejar de
ser un naturalalfabetizado.
Tienen los
Lluernas un exquisito detalle con los amigos. De vez en cuando mandan
por email poemas de amor visual que capturan poco más allá de la puerta
de la casa, ahora con objetivo digital. Por correo
electrónico llegan flores esplendorosas, insectos amándose, hojas
y ramas heladas, el vuelo paralizado y sorprendente de un abejorro,
esos regalos que sus ojos comparten con otros que lo agradecen. Es
Ricard un destacado Artista por la Tierra, con galería a tu disposición.
Ya
he comentado en alguna ocasión que si hay familia cocinerosolar que
supere en horas de uso a los Lluerna, que me lo digan para incluirlos
en la lista de records solares. Cada día que el astro bondadoso manda
energía directa es muy posible que una o dos parábolas y alguna caja
horno le miren con atino, y en unas ollas se procesen los alimentos con
los que se nutren Ricard e Isel. Su recetario, habilidades y
experiencia solarculinaria es de las más avanzadas que un menda conoce
y que en algunas ocasiones disfruta. Mira lo que es el tema que me
encuentro con una bombona de butano (no siempre brilla el sol) que debe
llevar bastantes meses de servicio, y a la que una hiedra lleva ya
un tiempo envolviéndola, algo así como ocultada por las fuerzas de la
Naturaleza. Es verano, hay sol, les hace poca falta cocinar con
combustibles fósiles llegados de dos mil kilómetros.
Hay
algo que ahora sé que me hace falta, y es acercadme con más frecuencia
a sentir los ritmos de la naturaleza, a convivir con lo vivo
que comparte con nosotros los espacios y a sellar una relación infinita
con los elementos verdaderamente mágicos, ...gracias agua, gracias
aire, gracias tierra, gracias abejorro, gracias zanahoria, gracias
Lluernas. |