Octubre 2008.
Un miembro directivo de la Fundación Tierra se encontró al oso durante una
excursión otoñal (entre las 11 y las 12 del mediodía), en un
recóndito valle de la Vall d’Aran: era el 27 de octubre de 1997. A la
vuelta indicó el avistamiento a unos guardas forestales que encontró equipados con
antenas de seguimiento y reconocieron que ellos
no lo habían visto nunca. El encuentro se produjo al final de una
pista forestal de extracción de madera medio abandonada y un cambio de
rasante propició que el oso no detectara su presencia hasta el último
momento, por lo que el avistamiento a escasa distancia fue con el oso aligerando ya el paso para retirarse hacia el interior del bosque.
El asunto del supuesto ataque en un monte
de la Vall d'Aran, el jueves 23 de
octubre, a un cazador de 74 años (al que tuvieron que dar trece puntos de sutura en
una pierna y un brazo) por parte de Havla, uno de los osos eslovenos introducidos en el Pirineo catalán, constituye un hecho fortuito e insólito en el
comportamiento del oso pardo.
En todo este asunto, y tratándose de un hecho insólito respecto al
comportamiento del oso, nadie se ha preguntado qué le hizo el cazador,
que por cierto es un bravucón conocido en la comarca de Aran, pero lo
más importante es que el Gobierno catalán no haya atajado con
contundencia al otro delirante bravucón de turno, el Presidente del
Conselh Generau d'Aran. Y ahí empieza este lamentable cruce absurdo
entre políticos, ecologistas y cazadores de si oso sí u oso no. Si el
ataque del oso hubiera sido a un excursionista sin arma alguna y
persona conocida por su respeto por la naturaleza, hubiera sido otro
cantar, aunque todos los expertos en comportamiento del oso pardo han
afirmado que no hay caso alguno documentado de ataque a humanos sin
provocación previa.
Resulta increíble que el Gobierno catalán haya tomado la iniciativa de
buscar al oso Hvala para internarlo en un centro de recuperación de
animales. Lo único que debería haberse propiciado era investigar a
fondo el lugar de los hechos y, probablemente, del análisis policial se hubiera valorado denunciar rápidamente al cazador agredido por
presunto comportamiento de molestia a una especie protegida, con
resultado de ataque. Pero aquí, en este país, la irracionalidad anda
suelta.
Para mayor desatino, el Conseller d'Agricultura, Alimentació i Acció
Rural, el socialista Joaquim Llena, ha asegurado que la reintroducción
del oso en el Pirineo no cuenta con la aprobación de la gente del
territorio y llega al absurdo de preguntar qué pasaría si se aplicara
una política similar y se planteara poner el oso en Collserola
(la sierra al lado de Barcelona). Claro que de este Conseller no se
debería olvidar que ha sido alcalde durante años del municipio
pirenaico del d'Alt Àneu (Pallars Sobirà) y que ha destacado por
su labor urbanizadora y de escaso interés por la naturaleza. Claro que
por eso es consejero de Agricultura. Cuando este señor era alcalde del
municipio pirenaico, tuvo lugar un grave caso de contaminación del agua
potable del pueblo que causó el envenamiento de varias personas, algunas de las cuales han conservado secuelas durante varios años y tras
múltiples intervenciones médicas. El hecho no se ha investigado y el personaje incluso ascendió políticamente.
El asunto del ataque del oso Hvala a un cazador hay que
entenderlo como los accidentes que se producen cuando un gamberro se
pasa de listo molestando a una fiera y ésta ha reacciona en defensa
propia. No hay excusa para permitir que se volatilice un proyecto de
introducción de una especie autóctona de la zona y exterminada por un
acto humano de dudosa ética. Es de recibo, pues, facilitar que una
especie recupere su hábitat natural. Otra cosa son las medidas que se
toman y cómo se aplica un proyecto de este estilo.
Pero hoy lo insensato es que se llenen páginas y apariciones públicas
para no poner en el contexto lo sucedido. Presumiblemente, un cazador
se ha pasado de listo arma en mano y, antes de disparar y matar al oso (como ha sucedido ya en otras ocasiones en el Pirineo francés,
con cazadores de este país que todavía son más agresivos y en las
que siempre ha muerto el oso), el cazador recibió un leve zarpazo. Un gobierno
responsable denunciaría al cazador y dejaría en paz al oso, animal que
no tiene interés alguno en toparse con humanos. De hecho, incluso los
propios guardas forestales con aparatos de seguimiento han avistado en
contadas ocasiones a los osos. En cualquier caso, es un lamentable
ejemplo de intervención política que ha desembocado en una crisis
social, aunque sea a nivel local. Lo que sí urge es un mayor control
sobre la actividad cinegética y de un colectivo: los cazadores
(exceptuando a algunos de ellos). En defensa del oso Hvala, hay que
hacer valer que es una especie huidiza y que si se hubiera
tratado de un ataque no habría salido con un zarpazo, sino con heridas más graves;
pero el oso pardo no es el oso grizzly. Algunos han visto muchas
películas de osos americanos y la insensatez sigue campando entre oso
sí y oso no. Aquí los únicos que sobran son los gamberros en el monte y
deberían pedírseles responsabilidades por importunar al tranquilo oso
pardo.
Hvala, la osa de unos 100 kilos y seis años de edad, es uno de los osos
procedentes de Eslovenia y reinsertados en el Pirineo catalán bajo un
proyecto de recuperación de la especie que comenzó en 1996. A pesar de
que durante estos doce años, es decir, desde su reintroducción, nunca
se había registrado ningún ataque de un oso a un humano, sí que ha
habido numerosas agresiones a rebaños de ovejas y también a las
colmenas de apicultores de la zona. Según datos del Departamento de
Medio Ambiente de la Generalitat, entre 1996 y 2007 se han registrado
un total de 170 ataques a rebaños y se han concedido indemnizaciones por
la muerte de 376 ovejas y por la desaparición de otras 1.358. Nadie nunca se ha preguntado si todo tiene lógica, pero es evidente que estas
indemnizaciones, en muchos casos, son el precio por mantener este
programa de conservación de la biodiversidad.
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