Los divulgadores americanos llegan a un público más amplio porque normalmente son menos sesudos que los europeos. La experiencia de vivir un año sin causar ningún impacto neto en el entorno es el objetivo de Colin Beavan y su pequeña familia. Todo empezó casi como un juego en un blog. Pero pronto, un cineasta independiente y The New York Times se interesaron por esta experiencia ambiental y elevaron a su protagonista casi a la categoría de héroe ecológico: "¿Acaso una vida que produce tanta mierda no es una vida de mierda?”.
No impact man. Las aventuras de un progre con complejo de culpa que intenta salvar el planeta
Colin Beavan
451 editores
Madrid, 2009
317 páginas
Mientras, en Finlandia se desarrollaba una historia parecida. Otra familia, la del cineasta John Webster junto con su esposa, más escéptica, y unos hijos más insidiosos, estaba plasmando su experiencia de vivir sin petróleo y recopilándolo en un documental: Recipes for disaster (2008). Las coincidencias entre ambas experiencias de una vida con menos huella ecológica son muchas, lo cual nos demuestra que asumir el camino de un estilo de vida con menos impacto ecológico nos lleva a una única opción. Unos años antes, en el 2005, otro activista, Jim Merkel, relataba en su libro Simplicidad Radical un método para cuantificar cómo vivir con una mínima huella ecológica.
Las aventuras de Colin Beavan para llevar una vida con mínimo impacto ecológico han sido recopiladas en este libro, No impact man. Tenía, según confiesa el propio autor, sus buenas razones para explorar en el tema: “Llegué a la conclusión de que me había convertido en uno de esos típicos progres que se escudan detrás de unos cuantos gestos políticos irrelevantes y pequeñas privaciones en su estilo de vida, y que después se permiten el lujo de emplear el resto de su energía en sentirse superiores a todos los que supuestamente no hacen lo suficiente”. Este es un argumento recurrente cuando se plantea la necesidad de dar un giro copernicano a la situación de crisis ecológica planetaria. Pero la cuestión es: ¿Qué reducción es necesaria para evitar los efectos más peligrosos del cambio climático?. Como afirma el autor, “mientras discutimos a quién le pertenece el gato, se nos olvida que es su vida la que está en juego”, en alusión a un relato zen. Así que tenemos la vivencia de alguien que se metió en el papel con sinceridad y, antes de ser un friki, se lanza a la idea de “ir tan lejos como fuera capaz y procurar producir el menor impacto ecológico posible”.
De este modo, la experiencia de No impact man se inicia no para conformarse en no emitir carbono, sino porque Beavan “estaba decidido a no producir ningún tipo de impacto ambiental y en crear un impacto positivo", por lo que, además, se proponía compensar el impacto negativo implicándose en proyectos tales como plantar árboles, donar dinero a las ONG de activismo ecológico, etc.
El libro o el método de No impact man se basa en nueve pasos: vivir sin generar basura, viajar de forma que no se liberen emisiones de carbono, una alimentación local y ecológica, la austeridad, el ahorro energético, etc. y también en cómo compensar los daños. Todo el libro tiene un estilo sugerente y a veces gracioso, empezando por los propios títulos de cada capítulo. Una de las elecciones fue precisamente reducir los viajes incluso con transporte público, lo cual en Estados Unidos -donde las familias no viven precisamente en el mismo barrio- ocasiona inestabilidad emocional, al reducirse los encuentros. Este es el caso del capítulo “De cómo reducir tu huella ecológica y cabrear a tu madre”.
Todo el libro respira un estilo muy ameno, a la vez que sincero y nada heroico: “Ahora que he elegido un nombre de guerra que me hace parecer un superhéroe ecologista, ¿qué hago?”. Y es que las dudas, las excepciones cuando las hay, los consejos de los expertos, van configurando también el relato de No impact man que respira honestidad a mansalva: “Una de las cosas que aprendí durante un año sin impacto fue que haber tenido la oportunidad de adaptarme a todo aquello había sido un lujo. Tuve la suerte de poder disponer de mi tiempo, ya que mi trabajo consistía, por así decirlo, en hacer pan, montar en bici y dejar que mi vida se ralentizara, así como en rechazar los presuntos avances y comodidades de la cultura moderna”. Y así, en una lectura apasionante, uno va dándose cuenta de que, aunque de forma nada fácil, es posible un estilo de vida más austero y con menos impacto sobre un planeta finito. Pero sobre todo de que este reto personal de ser mas frugal, en el fondo es compartido por muchas más personas anónimas llenas de amor por el planeta que les da cobijo: “Creo que sólo desearé una cosa. Haber amado mejor. Haber sido mejor a la hora de amar y no haberme distraído con mercancías y logros personales. La vida es muy corta y pronto se habrá acabado: ¿en qué la vamos a emplear?”. El problema es que no basta con intentarlo durante un año, sino que debería ser toda la vida. Como reconoce el autor, "lo que sí que estaría mal sería que dejara de intentarlo, aunque sea haciendo cosas pequeñas... Y bien, ¿qué vas a hacer tú?". Pues eso, la perfección no existe, pero se puede intentar y No impact man se ha esforzado en ello con mérito.
Redacción: Equipo terra.org