Los líderes mundiales se reúnen nuevamente en Cancún del 29 de noviembre al 10 de diciembre 2010 para buscar una solución global y de consenso para todos en la lucha contra el cambio climático. Algunas voces hace tiempo que reclaman que cada país debería adoptar medidas propias para reducir su dependencia energética y de recursos. Hermann Scheer, apuntaba la importancia de la Autonomía Energética, y Mathis Wackernagel, impulsor del concepto y del indicador de la huella ecológica apela en este artículo a frenar la disminución de la biocapacidad [1] del planeta. En ella reside nuestra supervivencia y la reducción de nuestra porción nacional de biocapacidad puede realizarla cada país por su cuenta; todo lo que se haga en este sentido servirá para frenar el cambio climático.
¿Por qué el interés propio puede salvar el debate sobre el clima? (y la espera de consenso podría destrozarnos el futuro)*
Mientras los líderes mundiales se preparan para la próxima ronda de conversaciones sobre el clima en Cancún, es hora de poner sobre la mesa la percepción errónea que hay detrás de estas convenciones y su enfoque, porque afecta a un tema vital. El error es simplemente éste: actuar contra el cambio climático es una carga que algunos países deben asumir para el bien del mundo – en lugar de la idea de la mejor acción individual que cada país pueda asumir para avanzar hacia sus propios intereses a largo plazo.
La biocapacidad de los sistemas naturales de la Tierra de los que extraemos recursos es limitada.
La pregunta que se hacen los gobiernos es "¿Qué hay para mí?", y este planteamiento ha sido hasta ahora un gran obstáculo para alcanzar un acuerdo internacional. Pero los líderes y sus administraciones, si verdaderamente entienden la dinámica fundamental del problema, tendrían que adoptar exactamente el enfoque opuesto. Para defender sus propios intereses deberían actuar rápida y contundentemente, con independencia de las medidas adoptadas por sus vecinos globales. De hecho, las acciones propias de cada país serán más urgentes y valiosas en la medida que los otros países vecinos no asuman sus responsabilidades.
La cuestión es ¿por qué sería de interés para un país hacer frente a un problema cuyos costos son, en última instancia, a cargo de toda la humanidad?
Considérese la naturaleza del problema de las emisiones de carbono. El cambio climático, en primer lugar, es una consecuencia de la alta dependencia respecto a los combustibles fósiles. A pesar de que el cambio climático es un problema global, la dependencia de los combustibles fósiles que lo generan, conlleva crecientes riesgos económicos para el país emisor. Salir de esta adicción lleva tiempo, y cuánto más esperemos a repensar radicalmente y reorganizar nuestras sociedades, menos posibilidades tendremos para cambiar el rumbo.
Pero hay otra pieza importante en el panorama, más allá de los combustibles fósiles. El cambio climático no es un problema aislado, sino más bien un síntoma de un problema más amplio: el uso excesivo y sistemático consumo de los recursos finitos del planeta por parte de la humanidad.
Nuestros sistemas naturales sólo puede generar una cantidad limitada de materias primas (peces, árboles, cultivos, etc) y absorber una cantidad finita de residuos (como las emisiones de dióxido de carbono). Global Footprint Network cuantifica este ritmo de extracción a través de una medida llamada biocapacidad [1]. La biocapacidad es tan medible como el PIB - y, en última instancia, mucho más significativa ya que el acceso a los recursos básicos para la vida subyace en toda actividad económica de una sociedad.
Hasta ahora, hemos tratado a la biocapacidad como un flujo esencialmente ilimitado, hasta el punto de que nuestra demanda de servicios de la naturaleza actualmente supera la biocapacidad en un 50%, según las últimas investigaciones de Global Footprint Network. Esta forma de actuar como si la naturaleza no tuviera límites ha sido un elemento clave de la crisis climática, ya que por cada hectárea de bosque que talamos para obtener materias primas, para construir o para otros usos de la tierra (como el pastoreo o cultivo), reducimos la capacidad de la Tierra para absorber CO2 y regular el clima.
Las actuales tendencias ecológicas pronostican que pronto nos enfrentaremos a otra crisis: la de la biocapacidad. Consideremos esto: No importa en qué dirección vaya el futuro, tanto si podemos evitar el desastre climático como si continuamos como hasta ahora, con el aumento del consumo, la población y las emisiones de CO2, la presión sobre la biocapacidad no cesará y el acceso a la biocapacidad se convertirá en un reto todavía más importante.
Mapa de la biocapacidad de la Tierra por persona, 1967 y 2007. Fuente: Ecological Footprint Atlas, 2010 de Ecological Footprint Network.
El Presidente de EE.UU., los Jefes de Estado europeos y otros líderes del G-20 han afirmado la necesidad de permanecer dentro del límite de no incrementar la temperatura global del planeta más allá de los 2 º C (como máximo) para evitar la calamidad generalizada. Algunos modelos climáticos apuntan que para este objetivo el límite de las emisiones debería situarse en 350 ppm de CO2 en la atmósfera; sin embargo, resulta que la concentración actual ya alcanza casi los 390 ppm de CO2. Incluso si apuntamos hacia el objetivo más conservador de los 450 ppm, se requieren cambios radicales para abandonar los combustibles fósiles, y reestructurar totalmente la forma en que producimos y utilizamos la energía. Pero casi nadie reconoce esta verdad matemática.
Incluso con un importante desarrollo de tecnologías de bajo impacto climático, como la energía eólica y la energía solar, si queremos tener mantener la misma disponibilidad de energía que hemos disfrutado hasta ahora, tendremos que depender en cierta medida de los combustibles de fuentes biológicas. Añade a esto proveer los recursos necesarios para abastecer una población en crecimiento, una clase media inflacionista, y atender a los dos mil millones de personas que carecen de recursos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Es claro que, aunque alcancemos un acuerdo climático fuerte, la biocapacidad estará bajo presión como nunca antes.
¿Y si no conseguimos combatir el cambio climático? La biocapacidad se hará aún más vulnerable y, con toda probabilidad, se reducirá sin remedio. Con cosechas perdidas y sequía generalizada, el fracaso de la convención internacional para asumir el desafío del cambio climático dará paso a una pobre etapa donde negociaremos la distribución de los recursos menguantes. Los países cuyas economías sean más dependientes de acceder a grandes cantidades de recursos, especialmente de recursos foráneos, se encontrarán especialmente vulnerables.
Mapa de la huella ecológica de consumo por personas. Evolución desde 1967 a 2007. Fuente: Ecological Footprint Atlas, 2010 de Ecological Footprint Network.
En un mundo que enfrenta a una crisis por la biocapacidad, la estrategia económica ganadora debería ser aquella destinada a preservar la biocapacidad, por una parte, y la reducción de la demanda de recursos naturales por el otro. Y adoptar esta estrategia, y esto es una buena noticia, serviría también para minimizar el cambio climático.
Muchos creen que la carrera para desarrollar tecnología verde, - lo que el columnista Thomas Friedman ha denominado la "Carrera por la Tierra" -, llevará los despojos del futuro a los primeros impulsores y a quienes las adopten, y que las naciones y las empresas innovadoras obtendrán posiciones de ventaja en la escena mundial. Esta es sólo la zanahoria con la que pretenden algunos impulsar la innovación verde. Pero hay un palo aún más potente esperando. Los países y ciudades ya están atrapados por infraestructuras dependientes del uso intensivo de energía y recursos, lo cual les impedirá adaptarse a tiempo para cumplir las limitaciones impuestas por la falta de recursos.
Si no se llega a un acuerdo en Cancún, los países tendrán que hacer más para desacelerar su demanda de recursos con el fin de asegurar su estabilidad a largo plazo y su seguridad. La falta de acuerdo no nos dará un descanso antes de pasar a la acción, al contrario nos obligará a adoptar medidas contundentes y trabajar significativamente más duro.
Si nuestros líderes entendieran esta realidad, la discusión en las conversaciones sobre el clima mundial podría tomar un rumbo completamente nuevo. No estamos pidiendo a los líderes que asistan en Cancún simplemente dispuestos a hacer lo que se necesita a favor de las otras naciones. Por el contrario, les estamos pidiendo que se sientan en la mesa de lo que conscientes de lo que deben hacer para servir a su propia responsabilidad, frente a la dependencia de recursos no renovables y limitados.
Referencias:
[1] La biocapacidad es el acrónimo para la capacidad biológica, que es la capacidad de un ecosistema de producir materiales biológicos útiles y de absorber los residuos generadas por los seres humanos.
(*) Artículo original de Mathis Wackernagel, publicado octubre 2010 en Footprint Network Blog.