Bosques singulares

Los bosques cubren un 31 % de la superficie total de la Tierra. Eso suponen unas 4 mil millones de hectáreas. En otras palabras que nos toca una media de 0,6 ha por persona. Sin embargo, la desforestación (principalmente por conversión de bosques tropicales en cultivos) ha supuesto la pérdida anual de unos 13 millones de hectáreas de bosques en el período 2000-2010 (ligeramente inferior a las 16 millones anuales perdidas durante la década de los 90). Así que el 57 % de los bosques son el resultado de regeneración de áreas forestales explotadas y sólo un 36% son bosques primarios, o sea bosques que conservan sus procesos ecológicos intactos. Los bosques destinados a conservar la diversidad biológica son un 13 % de las áreas forestales globales.

Los bosques protegidos en parques nacionales, parques naturales, zonas protegidas, reservas biológicas, etc. dentro de un sistema de áreas protegidas ha aumentado en casi 100 millones de hectáreas desde 1990. Esta tendencia a la protección de los bosques se basa en que el 80 % de la biodiversidad del planeta depende de los ecosistemas forestales sanos (especialmente, los bosques tropicales). Pero, también sabemos que los pocos bosques viejos que quedan en Europa (un continente en el que apenas los bosques más antiguos sin intervención humana no sobrepasan los tres siglos) contienen un mayor numero de especies vegetales y animales muy superior a un bosque joven.

En Europa quedan muy pocos bosques. El bosque polonés de Bieolovieza es uno de los pocos que llevan más de 200 años sin intervención humana.

Los bosques maduros son una garantía pues para la conservación de la biodiversidad. En el área mediterránea identificar bosques singulares que puedan ser protegidos para que con el tiempo se conviertan en bosques viejos es una opción que se empieza a considerar. La diversidad vegetal de los bosques mediterráneos es mucho mayor la de los bosques europeos. Esto se explica por factores paleogeográficos e históricos pero también por criterios ecológicos actuales. Por otra parte, el mundo mediterráneo, más que cualquier otra región del mundo, presenta por su flora y por sus paisajes principales estrechas interrelaciones con las actividades humanas que le han dado forma desde hace casi diez milenios. Desde fines del siglo pasado este equilibrio ha sido perturbado en muchas partes, ya se trate de superexplotación o por el contrario de menosprecio por las áreas forestales. Curiosamente, el área mediterránea posee una importante riqueza en especies. Los expertos valoran que hay 158 especies y subespecies que son exclusivas o muy preferenciales de los bosques mediterráneos, 46 exclusivas o preferenciales de los bosques europeos y 89 están presentes en ambos tipos de bosques. La riqueza en leñosas es pues claramente el doble en los bosques mediterráneos que en los europeos (247 contra 135).

 

El valor de identificar un bosque singular
Desde el año 2008 el Centre de Recerca Ecològica i Apicacions Forestals (CREAF) en Barcelona ha trabajado para identificar cuales podrían ser los bosques más maduros, los bosques con poca intervención humana, con especies protegidas, raras o amenazadas, con una gestión modélica o un interés sociocultural y educativo. Fruto de un laborioso proceso y rigurosa metodología en Cataluña, el CREAF ha identificado un total de 292 bosques (un 0,3 % de la superficie arbolada de Cataluña).

Un monumental tejo en el bosque monumental de la Reserva Natural de la Massana en el sur de Francia.

La primera aportación que hace este proyecto pionero es responder a unas preguntas que hasta ahora no tenían una respuesta precisa en el área mediterránea: ¿son maduros los bosques que nos rodean? ¿conservan buenos índices de biodiversidad? ¿cuál es el bosque de referencia hacia lo que debemos orientar la gestión forestal? ¿conocemos los máximos de producción y calidad a los que puede llegar un bosque productivo? Hasta ahora, no existían datos para responder todas estas preguntas.

Para ello se estableció una novedosa metodología en la que inicialmente se partió de información bibliográfica, de análisis con imágenes aéreas comparando las actuales con las primeras obtenidas por el vuelo americano de 1956 y también de un proceso participativo que se llevó a cabo para encontrar y seleccionar los bosques. Este proceso de búsqueda inicialmente arrojó 3.262 propuestas iniciales. La clave en este proyecto radica en el ingenio de los investigadores del CREAF en definir lo que han llamado un bosque singular.

Un bosque singular es el que presenta valores muy superiores a los de la matriz de bosques presentes en el territorio.Las singularidades que presentan están ligadas a la edad. Por lo tanto, la pérdida de estos bosques sería irreversible a escala de tiempo humana.

El bosque viejo ha sido una fuente de inspiración también artística. Es el caso del bosque Fontainebleau en Francia que en el siglo XIX movilizó a la sociedad a promover su conservación, siendo el primer bosque protegido declarado en Europa.

Los valores que hacen que un bosque sea singular pueden variar según el colectivo que lo valore, y comprenden ámbitos tan variados como la conservación y la biodiversidad, el uso recreativo y cultural o aspectos productivos del bosque. La singularidad es un carácter relativo al contexto del territorio en el cual se valora. La determinación del valor de un bosque se plantea a escala de país y a escala comarcal: un bosque puede ser singular en una comarca pero podría no serlo en otra.

 

Tipologías de bosques singulares
Bosques con poca intervención humana: son aquellos sin señales de explotación y/o frecuentación humana. Generalmente, encontraremos árboles vivos de grandes dimensiones, árboles de edad notable; algunos árboles muertos todavía en pie y madera muerta de diferentes tamaños y estados de descomposición. Todos estos elementos juegan un papel clave en la biodiversidad porque son refugio y alimento de muchas especies, sobre todo de hongos, insectos y vertebrados.

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Los bosques singulares incluyen especies raras, protegidas o amenazadas pero también espacios con una gestión modélica y un interés sociocultural.

Bosques con especies raras, protegidas o amenazadas: incluyen tanto los bosques dominados por especies forestales que en Cataluña raramente forman bosques, como, por ejemplo, tejos, acebos, arces, etc., como los bosques en los cuales viven especies de flora y/o fauna protegidas, dado que parte de estas especies son insectos o pájaros que están amenazados o que son raros.

Bosques con un interés sociocultural y educativo: son aquellos que han llegado a formar parte del patrimonio cultural. Esta singularidad comporta una buena accesibilidad y una alta frecuentación, por que suelen tener infraestructuras de acogida que los hacen todavía más idóneos para desarrollar actividades educativas relacionadas con la naturaleza.

Bosques con una gestión modélica: destacan por su gestión silvícola la cual se realiza con técnicas que dan un papel importante en la producción, puesto que esta, a menudo, se relaciona con la calidad del terreno. La identificación de bosques de gran calidad, es decir, con árboles altos y bien formados, aporta referencias para mejorar de la gestión forestal.


La realidad de los bosques singulares en Cataluña
Lamentablemente, las superficies de estos bosques singulares son más bien reducidas y oscilan entre las 10 hasta las 120 ha. Así, el bosque singular más grande de Catalunya identificado ha sido una abetal de Riu de Cerdanya, que ocupa un total de 120 hectáreas, y el bosque singular más pequeño un bojedal del Berguedà que no llega a la media hectárea de extensión. En el proceso se han considerado bosques de más de 27 especies de árboles diferentes, pero, el pino rojo, la encina y la haya son las especies que forman más bosques singulares. Destacan también los seis bosques de tejo, una especie protegida en la península y que alberga valores científicos y de biodiversidad.

Más de un 40% de todos los bosques singulares se encuentran en espacios protegidos, como el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, los Parques Naturales del Montseny, Collserola, Ports de Tortosa, la Albera y la Garrotxa, entre muchos otros. Pero de este inventario también se destaca que un 11 %, o sea unas 141,1 ha se ubican en la región metropolitana de Barcelona.

Los hayedos son uno de árboles que forman bosques singulares en Cataluña.

El valor de la metodología establecida por el CREAF radica en que se trata de un índice aplicable a cualquier bosque con independencia de la especie de árbol dominante ya que se base en la edad del conjunto. O sea que valora el tiempo que tardaríamos en recuperar el valor del bosque si lo perdiéramos. De modo que todos estos valores están intimamente relacionados con la edad, lo cual señala que todos los bosques singulares son bosques viejos, de más de un centenar de años. Por este motivo, muchos de los bosques singulares inventariados presentaban más de un valor a preservar. El estudio del CREAF arroja los siguientes datos: 71% de los bosques singulares presentan valores de madurez, el 13% destacan por los valores de biodiversidad, el 83% disponen de valores sociales y el 36% de valores productivos destacados.

 

Una herramienta de gestión estratégica regional ejemplar
La propuesta presentada en Cataluña, tierra de bosques, puede ser ejemplar para imitar en otras regiones. En Cataluña en los últimos años, el abandono de la explotación de los bosques y de muchas zonas de cultivo, ha permitido que las masas boscosas ganaran terreno hasta ocupar un 35,5% del total del territorio catalán. Esto que a priori puede parecer una buena noticia advierte sobre una realidad: son bosques muy jóvenes y presentan mucha densidad de árboles, por tanto, exige que deben ser gestionados o corren el riesgo de ser pasto de las llamas fácilmente. Encontrar criterios que permitan dar respuestas a que objetivos de gestión se impulsan para el futuro de los bosques catalanes es uno de los aspectos que aporta la metodología de los bosques singulares.

No hay que olvidar que la capacidad de un bosque para continuar proporcionando la mayoría o todos los bienes y servicios ecosistémicos, incluso si la composición y estructura del bosque ha sido permanentemente alterada por las perturbaciones. Entre las regiones europeas, las del Mediterráneo aparecen como las más vulnerables al cambio global futuro principalmente debido al aumento de temperatura y la reducción de las precipitaciones. De ahí que la gestión forestal debería incrementar la resiliencia del bosque a largo plazo. Algunos organismos han advertido sobre los principales criterios a impulsar la resiliencia en los bosques en ocho medidas.

Reportaje elaborado a partir de la documentación generada por el CREAF. Fotos: Fundación Tierra y Wikimedia.

 

Canviat
09/02/2017

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