El mercurio, un metal neurotóxico de efectos severos sobre nuestra salud, está presente en el organismo de los españoles en una proporción que multiplica diez veces los niveles medios encontrados en ciudadanos de Alemania, Estados Unidos y Canadá, según un estudio del Instituto de Salud Carlos III publicado en abril de 2011. El trabajo apuntaba como principal causa del problema a la elevada ingesta de pescado de mar -45 kilos por persona y año, más del doble de la media europea- y a la indudable contaminación de los mares y organismos marinos. Por ello, la Agencia Española para la Seguridad Alimentaria ha recomendado a embarazadas y niños no comer pez espada y atún, aunque otras especies salvajes de gran tamaño –como caballa gigante, aguja, pargo alazán, tiburón o blanquillo- también presentan elevados niveles de compuestos mercuriados. Y no son los únicos casos de “pescado contaminado”.
Filete de panga procedente de una piscifactoría vietnamita. Hay indicios que contienen niveles altos de contaminantes.
El pasado mes de febrero, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Granada descubría que el parásito de la anisakiasis está presente en más de la mitad de los jureles y estorninos (especie similar a la caballa) que se capturan en las aguas del norte de Marruecos. La Organización de Consumidores y Usuarios, por su parte, ha desaconsejado en varias ocasiones el consumo de panga vietnamita y perca del lago Victoria –ambos, peces baratos que se sirven en muchos comedores escolares- por la presencia de pesticidas y metales pesados en partidas de estos peces criados de forma intensiva. Y también son numerosos los casos de salmón contaminado con PCB´s o microorganismos patógenos que nos han sobresaltado en los últimos años.
La gran cantidad de pescado que se extrae de los mares y océanos comporta la destrucción de los caladeros.
Del problema de salud pública que representa hoy el consumo de pescado sin garantías apenas hemos empezado a hablar en nuestro país, pero empiezan a salir iniciativas de acuicultura española produciendo pescado tanto de agua dulce como marino cien por cien ecológico. Una de las certificaciones para la acuicultura marina es la de Friend of the Sea. En España esta certificadora ha otorgado su sello al caviar de esturión de piscifactoría, así como a productores de mejillones, lubina y dorada. En el país hay otras iniciativas de acuicultura biológica aunque no son fáciles de encontrar y que comercializan pescado certificado, aunque mayoritaramente va a la restauración y no a los mercados convencionales. Recordemos también que en los productos de pesca marina conllevan una elevada huella ecológica y podemos buscar el sello de la certificación MSC (Marine Stewarship Council) en productos pesqueros como las latas de atún.
Una de estas granjas acuícolas bio certificadas y que ofrece producto directamente al consumidor es Naturix Acuiculture, situada en la ribera del Alto Tajuña. Esta piscifactoría cría y engorda truchas alimentadas con pienso ecológico que lleva harina de pescado, aceite de pescado procedente de pesquerías sostenibles y harinas de cereales ecológicos, y, aparte, se alimentan de insectos durante el verano y de otros organismos que aporta el agua del río. De esta manera garantizan un alimento altamente saludable que satisface la demanda creciente de los consumidores por productos libres de tóxicos. También satisface la demanda de esos consumidores de alimentos “bío” que demandan dieta de pescado.
Truchas de piscafactoría bio.
El consumo de carne y pescado es uno de los debates sociales que deberían acometerse cuanto antes. No sólo porqué se comen en exceso sino también por la necesidad nutritiva real de estos productos alimentarios frente a los vegetales y sobre todo por la forma industrializada la cual comporta prácticas mayoritariamente cruentas y de sufrimiento para los animales.