Si no hacemos algo al respecto, pronto sólo podremos observar la belleza de los fondos marinos en los acuarios.
Los mismos submarinistas provocan la regresión de las poblaciones de peces de costa.
Un gran banco de peces
No hace ni cuarenta años el mero vivía a 15 m de
profundidad porque aprendió que los pescadores a pulmón libre no solían
sobrepasar esta marca. Actualmente, el mero no vive a menos de 30 m y
es un pez escaso. Una situación similar padece el coral, que en muchas
áreas ha sido diezmando. La belleza de los fondos marinos exige una
actitud respetuosa por parte de los buceadores dada la gran cantidad de
practicantes que ha experimentado esta actividad.
Impacto en la fauna submarina
El impacto ambiental del escanfadrismo no viene
tanto determinado por la actividad de cada buceador de forma aislada
sino que es el resultado de la suma de multitud de efectos
individuales, especialmente, en determinados puntos y donde habitan
especies sensibles. Tomemos por ejemplo la recolección de determinados
organismos, especialmente, de esqueleto cálcico como las gorgonias o
los corales, por no decir grandes moluscos tipo caracolas, etc. En
general, son especies de crecimiento muy lento por lo que su
recolección supone acabar en un segundo quizás con años de lento
crecimiento a un ritmo de 1 cm por año como se da en las gorgonias.
En general, hay que insistir en la idea que el impacto del
escanfadrismo es una cuestión de continuidad sobre un mismo espacio.
Alimentar a determinados peces para tener una mejor visión de los
mismos no es un problema en si mismo, sin embargo, en zonas de alta
visitación la alimentación de los peces marinos puede alterar sus
compartamientos y repercutir sobre la calidad del ecosistema. Lo mismo
podemos decir de levantar piedras de los fondos, de nadar cerca de
determinadas formaciones coralígenas. Sin duda son agresiones
involuntarias pero que pueden causar daños irreparables en los fondos
marinos como se demostró en zonas de buceo hasta que no fueron
protegidas y sometidas a una regulación o control de esta actividad.
El expolio no podrá ser eterno
La falta de regulación de esta actividad en muchas
zonas ha motivado que mucha gente explote los tesoros marinos. En
España, en el año 2000 se contaban más de 35.000 licencias para
actividades subacuáticas. Es evidente, que el buceo requiere al menos
de una importante formación ecológica de sus practicantes. El fondo
marino no es inagotable. La destrucción y el expolio de los
arrecifes coralinos es otra de las actividades que persiste debido al
mercado de productos de joyería realizados con estos seres vivos.
Finalmente, hay que mencionar el problema que puede suponer el
fondeo de embarcaciones en determinadas áreas de una extrema riqueza
como pueden ser las praderas de Posidonia pues supone una importante
agresión a uno de los ecosistemas marinos de mayor relevancia en
nuestro litoral y cada vez más escaso.
Resumiendo ...
Disfrutemos de los fondos marinos armados con una cámara submarina.
Si practicamos la pesca submarina, hagámoslo a pulmón libre y respetemos los ejemplares jóvenes.
No compremos corales ni otros seres vivos de recuerdo. Rechacemos las caracolas y peces disecados.
Exijamos
que se declaren reservas submarinas en aquellos espacios con una insual
biodiversidad marina y así poder regular el buceo indiscriminado.