Los peces serán los últimos en conocer el agua
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Los peces serán los últimos en conocer el agua y los humanos, los últimos en conocer lo cotidiano. |
(Godfrey Reggio, director de cine) |
Probablemente,
éste es un período histórico de desorientación. Muchos humanos viven en
un mundo triste, con menos dinero de lo que cuesta alimentar a un cerdo
en cualquier país desarrollado. Hemos incentivado la guerra como método
para coartar las libertades humanas. El terrorismo, sin rostro pero
despiadado, a pesar de que en un año asesina a menos personas en todo el
mundo de las que en un día mueren por accidente de automóvil, es el
pretexto para el nuevo paradigma de la centralización del poder. Hemos
abandonado la naturaleza para adorar la tecnología que se ha convertido
en nuestro estilo de vida y en nuestro medio principal. No nos acostamos
levantando la vista a las estrellas del firmamento, sino hipnotizados
por el parpadeo de las 625 líneas de puntos del televisor. En las
escuelas y las universidades no formamos en base a la ética, sino al
puro conocimiento para ganarse la vida. Sin embargo, el trabajo, más
allá de que aporte recursos para subsistir, es esencialmente una
actividad para mejorar la calidad de vida de nuestra civilización.
Lamentablemente, el trabajo actual sirve para mantener el consumo global
y voraz de recursos. Y mientras envenenamos nuestro entorno, amenazamos
el clima planetario y cambiamos incluso procesos geológicos, la vida se
nos escapa de las manos. Nuestra esperanza no es ni la patria ni dios
sino la voluntad por cuestionar que aquello que nos parecía cierto
quizá no lo sea. Debemos escoger la libertad como bandera para el
progreso, la libertad en paz y la libertad en la vida simple. No
podemos cambiar el mundo porque el mundo somos cada uno de nosotros y,
por tanto, el mundo cambia con los cambios que realizamos personalmente
en nuestras vidas. Asumamos la cotidianidad como nuestro mejor tesoro,
invirtamos en involucrarnos en nuevos progresos éticos y veremos que
empezamos a ver muchas cosas que asumíamos pero nos eran invisibles.
Nuestra verdadera vida es la de cada día y no las promesas que nos
hacen y nos hacemos. En el amor de cada día crecemos y damos aliento a
la evolución positiva. Debemos empezar a mirar fijamente a nuestros
semejantes, a lo que nos rodea, y nos daremos cuenta de que el entorno
humano y natural nos susurra y con ellos nuestra naturaleza se moldeará
para abrazar este necesitado mundo más positivo. |
Canviat
09/02/2017