Comienzo el día entrando en tren en Manhattan desde Newarck, el interventor no para de cobrar trayectos a una velocidad enorme y en cada asiento deja a la vista el comprobante que luego retira, a toda pastillas. Estamos llegando a la estación de Pennsilvania, una de las grandes de la ciudad que te expulsa directamente en la Quinta avenida.
Esta vez sí. Junto a Amy (una de esas amigas que nunca se pueden olvidar por lo que ayudan) marchamos nuevamente hacia Bicycle Habitat. Allá está, una flamante Dahon Boardwalk 6, plegable en 5 segundos, de 12 kg de peso que tengo previsto que me acompañe durante un largo período. Irá donde yo vaya, subirá donde yo suba, entrará donde yo entre. En definitiva, una novia metálica de la que no me debo despegar demasiado. De momento la dejo en la tienda ya que han fallado en la bolsa mochila para ella y me la tengo que buscar por diversas tiendas de la ciudad. ¿Y como hacerlo fácil? Pues echando mano de la flamante y novedosa edición del NYC Cycling Map, que con todo lujo de detalles informa de las rutas recomendadas, las greenways, los carriles bici, las tiendas y organizaciones del sector pedales. Al final la encuentro, ya tengo el equipo completo.
No voy a comentar con detalles las bondades de tener amigos en la ciudad, esas figuras insustituibles, que conocen donde los trucos de la vida urbana y donde comer bueno y barato, un lujo para alguien que comienza a caminar con menos peso. Aparecen los macarrones con queso en un restaurante donde el lema es peace, love and macarroni and cheese.
Sigo disfrutando del enorme placer de no recibir nada de humo en interiores, y que conste que respeto enormemente la libertad de acción personal, pero la ley contra el tabaco que impera por estos lugares creo que va bien para todos, un aire limpio en interiores y la libertad de fumar en el exterior. Algunos bares disponen de bancos en las entradas para los que necesitan del hábito. Humo del frío aliento mezclado con el humo del tabaco… curioso contraste.