9 Noviembre 2004.
En nuestro país las empresas teleoperadoras se quejan que se tarda cinco veces más que en el Reino Unido e Italia en
autorizar la instalación de antenas. Más de la mitad de las capitales
autonómicas no otorgan permisos y los alquileres se han quintuplicado.
En España existen en la actualidad cerca de 23.000 antenas de telefonía
móvil. Sin embargo, para el despliegue y puesta en servicio de la nueva
tecnología UMTS será necesario incrementar el número de antenas, puesto que su
radio de alcance es menor que en el caso de las antenas actuales tipo
GSM.
Ante el riesgo social que acumulan las antenas, las comunidades de
propietarios han jugado a rentabilizarlo. Mientras se puede afirmar que
hay un cierto temor generalizado por las antenas de telefonía móvil, la
población no para de adquirir teléfonos para disfrutar de los nuevos
servicios que van a requerir tantas antenas.
Fuentes del sector reconocen
que el precio medio que las operadoras pagan a las comunidades de
propietarios para instalar antenas en las azoteas de los edificios
urbanos ha pasado de unos 3.000 euros al año en 2001 a más de 12.000
euros en la actualidad. En zonas centrales de algunas grandes ciudades
como Barcelona y Madrid, pueden pagarse hasta 24.000 euros de alquiler
anual. Los operadores se quejan de que esta situación les ha obligado a
recortar las inversiones materiales. En el 2001 los tres operadores
españoles sólo pudieron instalar el 54% de las antenas previstas cifra
disminuyó en el 2002 y que tan sólo alcanzó el 28 % en el 2003.
Los ministerios de Sanidad y Consumo y de Industria, Turismo y Comercio
preparan una campaña para reducir el temor de la población. Lo
esperpéntico es que mientras nadie quiere antenas en sus azoteas o
alrededores el número de móviles no sólo sigue creciendo sino que la
gente es feliz con los nuevos servicios multimedia que son los
responsables de la necesidad de incrementar las temidas antenas.
Definitivamente, el nuestro es un país donde impera lo absurdo frente a
la razón. La telefonia móvil por más que se quiera demostrar no está
exenta de riesgos. Riesgos que no podemos medir con la precisión que
exige el método científico. Por ello deberíamos aplicar el principio de
precaución, el cual exigiría restringir el uso del móvilo incluso
limitarlo a servicios de voz. El mundo de la nueva telefonía multimedia ofrece más servicios pero también es mayor la carga
electromagnética en el ambiente e incrementamos el riesgo, aunque no sea fácilmente
medible. No deberíamos olivdar que nuestro cerebro también es una potente antena...