Sobre alimentación se ha escrito de todo: la dieta natural, la dieta saludable, la dieta adegalzante, la superdieta. Algunos recomiendan los cereales y argumentan los problemas que acarrea comer carne. Otros son veganos y otros macrobióticos. Otros simplemente, obedecen lo que les dice su cuerpo.
Tener un estilo de vida vegetariano es una alternativa cada vez más popular y sin duda puede aportarnos una vida sana. La mayoría de la gente no entiende todos los pros y contras de mantener un estilo de vida vegetariano saludable. Subyace la preocupación nutritiva sobre obtener la suficiente proteína cuando se eliminan los productos de origen animal de la dieta. Sin embargo, hay muchas fuentes procedentes de plantas que contienen altas cantidades de proteína como la soja y sus derivados, las lentejas, los garbanzos, los cereales, la quinoa, el trigo sarraceno, etc. Hay alimentos que proporcionan suficiente hierro como las espinacas, las alubias secas, las ciruelas, las hojas de remolacha, etc. y suficiente vitamina C, como la aportada por los cítricos y jugos así como el pimiento rojo. Por tanto, se puede prescindir de los productos animales sin que estos alteren el equilibrio metábólico de nuestro organismo.
Pero más allá de las preferencias alimenticias argumentadas o no, la comida es un ritual, aunque hoy en día más bien parece un trámite. Los lazos sociales se estrechan alrededor de una comida. Quizás pues lo importante es sentirse libre de escoger lo que mejor pueda sentarse y unirse a quienquiera que sea para compartir. Sin embargo, más allá de las recomendaciones dietéticas con más o menos argumentos filosóficos o fisiológicos, quizás hay que conocer el valor cuantitativo de los alimentos. Uno de estos conocimientos recientes es sobre la cantidad de luz que incorporan los alimentos como frecuencia electromagnética.
La energía es algo que vemos y sentimos todos los días, pero esta tiene múltiples manifestaciones. La luz es una de las formas energéticas que alimenta nuestro planeta y a su vez nutre a sus seres, humanos incluidos. Cuerpo y mente se nutren de unidades de energía, pero hasta hoy de los alimentos sólo se mide la capacidad de trabajo que obtenemos en su ingestión y no por su su frecuencia electromagnética (en megahercios: MHz). Sin embargo, disponemos de la tecnología para medir precisamente la cantidad de luz almacenada por los alimentos que nos permite adoptar una alimentación más acorde a una frecuencia vibratoria más alta.
Cuando hablamos de la ciencia de la nutrición, el dato más importante que se maneja es el aporte energético de los alimentos que se mide en kilocalorías y estas expresan la capacidad para desarrollar trabajo muscular. Para llevar una vida normal se aconseja la ingesta diaria de unas 2.200 kcal (recommended daily allowance). Pero no sólo de alimentos nos nutrimos. Los pensamientos, también influenciados por la alimentación, pueden afectar a nuestra capacidad energética, aunque sea más sutil. Por eso hoy en día la ciencia médica admite que la meditación contribuye al equilibrio energético no sólo en el plano mental sino también el biológico. Lo mismo sucede con el dormir, una actividad esencial para nuestro reequilibrio vital que restablece nuestra energía vital de una forma no computable en kilocalorías.
En 1992, Bruce Taino llevó a cabo en la Universidad Estatal de Cheny (Washington), el estudio de la frecuencia vibratoria media del cuerpo humano sano y determinó que durante el día esta era de 62 a 72 MHz. Averiguó igualmente que cuando se reduce la frecuencia vibratoria de una persona, el sistema inmunológico se ve comprometido. Si la frecuencia se reduce a 58 MHz, aparecen los síntomas del resfriado o la gripe a los a 42 MHz sobreviene el cáncer y a los 25 MHz se inicia la muerte. A medida que baja el tipo de vibración, las sinapsis del cerebro se dañan. Sus conclusiones fueron contundentes, dietas grasientas y altas en hidratos de carbono matan de hambre a las células del cerebro. Los sustitutos del azúcar tales como los edulcorantes destruyen las terminaciones nerviosas. Sus investigaciones recogían el testigo de las iniciadas por el Dr. Royal Raymond Rife (1888-1971).
Actualmente, hay estudios (1) que han demostrado que, en sólo tres segundos, tras un sorbo de café, la frecuencia de una persona se reduce en 14 MHz. Sin ninguna intervención para reequilibrarla, la frecuencia de esa persona tardará tres días en volver a la normalidad (algunos expertos señalan que la inhalación de aceites esenciales recupera la frecuencia bioeléctrica perdida en menos de treinta segundos). De la misma forma, un pensamiento negativo puede reducir la frecuencia de una persona de 10 MHz, mientras que una actitud mental positiva puede elevarlo en 10-15 MHz.
Considerar los alimentos desde el punto de vista de la luz que contienen contribuye a una visión más holística sobre la nutrición humana.
Del estudio de las frecuencias corporales se desprende el interés de conocer las frecuencias de las sustancias que comemos, respiramos o absorbemos. Hoy diversas investigaciones nos permiten conocer la frecuencia vibratoria (la luminosidad de los alimentos.). Los alimentos procesados o en conserva y los de procedencia animal tienen una frecuencia de cero. Los productos frescos se sitúan de media en los 15 MHz, las hortalizas de 12 a 22 MHz y los frutos de árboles y arbustos de 20 a 27 MHz. Entre los alimentos de mayor frecuencia luminosa, por encima de los 50 MHz, encontramos el cacao y chocolate sin procesar, la espirulina, el limón, las algas, etc. Esto también demuestra que el régimen alimentario vegetariano es a la vista de la "pirámide de luz de los alimentos” el que mejor se adapta para mantener un alto grado de energía en el conjunto del cuerpo.
La medida de la luminosidad de los alimentos es un dato que ilustra su capacidad nutritiva en una visión más holística. En síntesis, no hay duda que la luz, como frecuencia vibratoria nutritiva, sea directamente bebiendo la luz solar (2) o absorbiendo la que contienen los alimentos, es esencial en la dieta humana.
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Artículo redactado por Jordi Miralles, presidente de la Fundación Tierra.