En un evento histórico para la agricultura y el consumo saludable en los Estados Unidos, California votará el 6 de Noviembre la proposición 37 que estipula la necesidad de etiquetar los alimentos que sean transgénicos por el derecho del consumidor a conocer lo que consume. En caso de que la votación fuera favorable al etiquetado, diversas organizaciones estiman que se extendería al resto del país.

Tanto las administraciones republicana como demócrata han ignorado históricamente la demanda popular en este sentido. Ahora muchas asociaciones de consumidores y organizaciones se preparan para ganar esta batalla de concienciación y opinión pública.

Campaña del Cornucopia Institute, dedicado a la agricultura orgánica y con sede en Wisconsin. El interés de la campaña en California se extiende a todo el país.

En las últimas décadas Estados Unidos ha modificado radicalmente los componentes de su dieta por los procesos de las grandes industrias de la alimentación. La salud de la población se ha resentido, disparando diversas enfermedades y los índices de obesidad. Pero también ha ocasionado el crecimiento de un movimiento muy fuerte en este país a favor de recuperar la calidad de sus alimentos y su histórica tradición granjera, que antaño gozaba de prestigio mundial por la calidad de varios de sus productos como los cereales o la carne.

La industria de la biotecnología en Estados Unidos es enormemente influyente y está gastando millones de dólares para luchar contra la iniciativa, pero a la vez se está introduciendo en el mercado de productos orgánicos mediante la compra de empresas del sector. Esta campaña de compras en el mercado orgánico va paralela también a la denuncia sobre la ayuda que reciben las corporaciones por parte de grandes medios de comunicación como The New York Times para tratar de erosionar la imagen del mercado de productos ecológicos.

Al igual que ocurre en Europa, la gran industria tiene enormes dificultades para que el consumidor acepte el negocio transgénico y observa como se ve atraído por alternativas naturales y saludables. La realidad muestra que esta industria global no respeta países ni sociedades, y tan sólo pretende acometer un enorme negocio planetario en un campo en el cual la ciencia tiene todavía mucho por explorar antes de poder evitar los efectos no deseados. Los problemas en este sentido no han hecho más que acumularse en la última década, y es previsible que sigan apareciendo riesgos de salud, medioambientales y comerciales. La recuperación de una agricultura más sostenible sería beneficioso no sólo para la salud de la población sino que también favorecerá la competencia y el empuje a los granjeros y los pequeños y medianos empresarios. El departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) ha elaborado numerosos informes en estos últimos años que certifican el enorme potencial de la agricultura orgánica tanto para el consumo interno como para la exportación. Una votación a favor del etiquetado significaría un gran empuje para este tipo de agricultura.

Estructura de las empresas de productos orgánicos en Estados Unidos vinculadas a las recientes adquisiciones de las grandes corporaciones. Fuente: Philip Howard, Michigan State University

Siendo la agricultura sostenible un mercado de alto crecimiento y todavía por explotar, este país dispone de la mejor infraestructura técnica y comercial para competir por calidad y precio en todo el mundo. Según informes de la propia USDA, las potencias emergentes como China tienen todavía bastantes años por delante para poder alcanzar los niveles de comercialización, especialización y conocimiento que tienen los agricultores y las pequeñas y medianas empresas norteamericanas. La agricultura de transgénicos basada en patentes propone una estandarización a nivel global que no sólo puede ser perjudicial para la salud y el medio, sino que impedirá dar valor añadido a una producción de mayor calidad respecto a la de otros lugares.