La historia de la apuesta española por los transgénicos es una historia de sumisión diplomática y económica. En ella no habita ningún atisbo de reflexión respecto a la relación que se quiere tener con la naturaleza y el medio ambiente. No puede ser que la política de forma impúdica se convierta en un instrumento al servicio de las grandes corporaciones y para amenazar el futuro de todos.

Sin una naturaleza libre de organismos modificados genéticamente (OMG) estamos asumiendo riesgos colectivos innecesarios. La sociedad española está sensibilizada por evitar los OMG, pero por otro lado somos indiferentes a las decisiones gubernamentales a su favor. Esta preocupación resulta necesaria de asumir como propia, ya que cualquier gobierno no puede erigirse en defensor de intereses privados y minoritarios frente al bienestar colectivo. Si no existe una fuerte contestación social los transgénicos seguirán invadiendo España, y entonces el futuro cercano puede pasarnos factura. No se puede tolerar una estrategia diseñada de espaldas de la opinión pública y de los propios agricultores.

Al servicio de quién

El nuevo revés europeo en Julio del 2011 a las multinacionales de los OMG (también OGM, GMO) no afectará a España. En España, varias multinacionales de transgénicos como Monsanto o Syngenta, gozan de total permisividad para extender sus cultivos. El gobierno de Aznar posibilitó su implantación masiva en 1998, y el siguiente gobierno del presidente Zapatero continuó enseguida la labor sustituyendo a su ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, por ser demasiado opuesta a este tipo de intereses.

Por otra parte, cabe recordar que hay otra ministra más del actual gobierno, - la de Innovación y Ciencia, Cristina Garmendia - que fue presidenta de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio). Asebio es el mayor lobby pro alimentos transgénicos y de biotecnología y en donde también se insertan empresas como Monsanto, propietaria de las patentes sobre el maíz MON810. Un maíz que es tóxico para la salud como cada vez más estudios muestran(1) y cuyo cultivo está prohibido en varios países de Europa. Pero el gobierno español sigue sin tener reparos en autorizar su cultivo masivo y suministrarlo a su población introduciéndolo en la cadena alimentaria..

Anuncio del documental "El Mundo según Monsanto", a partir de la documentación recogida por la periodista Marie-Monique Robin. Asociar la imágen de los productos españoles en la UE a la contaminación genética de éstas empresas no promete nada bueno. El documental está disponible on-line en Internet

La ministra Garmendia, desde su nombramiento en 2008, fue considerada por la diplomacia norteamericana como una gran aliada para la implantación de los cultivos transgénicos. Esa consideración no es casual. Los cables de Wikileaks desvelaron(2) que también la ministra Elena Espinosa - sustituta de Narbona - garantizaba el apoyo total a estos cultivos, tanto en casa como en Bruselas.

El papel de España en la UE respecto a las empresas de transgénicos marca una notable diferencia con el resto de los países. Si bien en toda la UE se evita un enfrentamiento directo con la poderosa industria de la biotecnología, los cables de Wikileaks muestran la especial sumisión de los gobiernos españoles a las directrices de la diplomacia norteamericana y de sus empresas. En ellos se comprueba como Estados Unidos no sólo apoyó la fusión(3) de los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente en España sino que incluso adelantó la posición española en las votaciones sobre transgénicos en Europa(4). Se mostraba así una relación que existe bastante al margen de lo que piense la sociedad europea y sus representantes. Y el interés del gobierno norteamericano y sus multinacionales biotecnologicas en nuestro país se demuestra por ejemplo en este cable(5) de la diplomacia norteamericana:

"España fue el primer país de la UE en cultivar maíz modificado genéticamente y ahora cultiva cerca del 75% de todo el maíz MON810 de la UE; cerca de 200.000 acres. Durante un encuentro el 13 de Mayo con el director de Monsanto para España y Portugal, se dijo a oficiales de la Embajada(USA) que España se está volviendo de manera incremental un objetivo de las fuerzas anti-biotecnología, y recordaron que una prohibición del MON810 en España significaría que "si España cae, el resto de Europa la seguirá".

Ese interés por España tiene por tanto más implicaciones que las circunscritas al propio país. De hecho, cabe resaltar que todos los países europeos han incrementado en estos años su superficie de cultivo ecológico en esta última década, y España también lo ha hecho. Hoy es también el primer país de la UE en superficie con cultivo ecológico (6). Esta bipolaridad española como primer país de la UE en cultivos transgénicos y ecológicos se explica por la gran extensión de superficie cultivada, que la hace aparecer así como el gran campo de batalla europeo a los ojos de esas multinacionales.

Coplas de las divisas

Los principales conglomerados financieros españoles del IBEX-35 tienen hoy una gran presencia en su accionariado de los mismos intereses que también controlan a las multinacionales de la biotecnología(7).

Esta presencia es visible por grandes fondos de inversión (como el omnipresente Vanguard, Fidelity, JPMorgan o Janus) o por ramificaciones en otros más pequeños. Parte de una inmensa telaraña urdida durante el siglo pasado, imposible de descifrar para los economistas y no digamos para el ciudadano común. En ese mundo económico todavía por civilizar, también aparecen las sombras de enormes corporaciones planetarias como Cargill, que ni siquiera cotizan en bolsa(9) a pesar de dominar el 90% del grano mundial y de ser la primera empresa privada de Estados Unidos.

Un marcador medioambiental en la bolsa española, testigo de la codicia salvaje de un sistema podrido. Las bolsas cambian rápido pero la naturaleza guarda memoria de los desmanes cometidos. La contaminación por los cultivos transgénicos daña irremediablemente los recursos naturales y productivos para el futuro.

El gobierno en su nueva etapa desde el 2011, tiene en su nueva ministra Rosa Aguilar a alguien posicionada contra los transgénicos en el pasado, pero que ahora dice comerlos con normalidad desde su nuevo puesto(10). Parece por tanto que el gobierno sigue igual de decidido a seguir obedeciendo a los intereses de estas corporaciones y posicionándose al margen de lo que ocurre en Europa. Europa se nos hace así omnipresente para acometer recortes sociales y esquilmar el dinero público para entregárselo a los bancos (con accionariado de esas mismas empresas), pero a la hora proteger la salud y los ecosistemas poco sabemos de ella.

Para continuar esa línea en tiempos de descontento social, el actual gobierno desarrolla con los transgénicos un discurso en donde se silencian en los medios públicos las decisiones de la UE que son desfavorables a los OMG, y a la vez se hacen promesas a los sectores preocupados que luego están vacías de cualquier hecho efectivo(11).

Con ello se deja pasar el tiempo sin que en nada afecte un potencial cambio de gobierno. Un gobierno del Partido Popular todavía será más proactivo y se posicionará de manera abierta y total con la industria de la biotecnología. Éste partido político no sólo expresó en su día (12) a las autoridades norteamericanas su total apoyo a los transgénicos, sino que se mostraron deseosos de poder ejercer de lobby de los OMG en la UE. Tal como muestra el cable de Wikileaks, incluso pidió a la diplomacia norteamericana que les informasen a ellos directamente de cualquier decisión sobre la materia que pasara por el parlamento de la UE.

De ello naturalmente se deduce que éste partido mantiene su propia relación con esos intereses y al margen del propio gobierno de España. Lo cual ya es la guinda final que culmina un relato de dominio casi absoluto de estas corporaciones en el bipartidismo español. En semejantes condiciones, cualquiera se preguntará como podría ser capaz algún gobierno de estos dos partidos de poder representar a los intereses de su propio país en éste asunto. Tan sólo parecen ser agentes administrativos al servicio de esas empresas, poniendo sellos de aprobación una legislatura tras otra.

Evitar una burbuja transgénica

Las autorizaciones del gobierno para aumentar la superficie cultivada con transgénicos en España prosiguen, pero no serán esos fondos de inversión los que paguen el futuro coste (13) en una Europa que se encamina a renunciar a este tipo de consumo, y en donde un número creciente de estados miembros aumentan las restricciones y prohibiciones de éstos cultivos(14).

La industria española de la biotecnología por su parte, defiende ésta parte de su negocio y apunta a las supuestas pérdidas millonarias(15) que ésto supone. Pero es altamente improbable que este tipo de argumentos que se muestran suficientes para el gobierno español, lo sean también al norte de los Pirineos a la hora de poner en riesgo la salud y los ecosistemas. La presión social de agricultores y consumidores de toda Europa no desaparecerá por lo que ocurra en España.

La realidad muestra que la agricultura nacional sufre hoy de una competencia casi imposible con los países en desarrollo, aunque los acuerdos políticos y el poder adecuarse a los estándares europeos son piezas clave en su subsistencia. De esa manera pueden ser servidas a Europa enormes cantidades de vegetales y hortalizas. Pero pueden aparecer nuevas dificultades si las autoridades españolas se empecinan en seguir al margen de las preocupaciones europeas. El ciudadano europeo sigue evolucionando de manera imparable para que los gobiernos de la UE rechacen los transgénicos y tiendan a alternativas sin riesgos. La producción agrícola española que hoy es aceptada por el consumidor europeo, podría empezar a ser cuestionada por ser poco saludable, contaminada, o en definitiva de peor calidad en comparación con los países que aprueban prohibiciones y moratorias.

La crisis de los pepinos en la UE mostró la rápida vara de medir que puede surgir sobre los productos españoles. Llenar el país de cultivos transgénicos es una estrategia suicida para proteger los intereses económicos y medioambientales.

La exposición pública del gobierno español como una simple delegación comercial de esas multinacionales lo hace aparecer ajeno a las preocupaciones sanitarias y medioambientales de los ciudadanos europeos. De continuar así, esto podría socavar a medio plazo la imagen de los productos agrícolas españoles en un mercado que se muestra cada vez más exigente, y repercutir no sólo en el antiguo debate sobre salud y ecosistema sino también torpedear el negocio de los agricultores. Éstos deberían mantenerse atentos ante éste gobierno y el que le suceda,  exigir a los candidatos a las elecciones el cese de los permisos para éstos cultivos y una posición en consonancia con Europa.

Con tantos intereses creados y la apabullante falta de soberanía española en ésta cuestión, parece de ilusos esperar un gesto valiente y decidido de las autoridades en forma de moratorias o restricciones como ocurre en los países vecinos. Sólo la presión de agricultores y consumidores podrá convertir el apoyo gubernamental a los cultivos transgénicos en algo inaceptable, para así poder sacar adelante el futuro comercial de la agricultura y asegurar una alimentación con garantías para todos.

* Redacción: Terra.org