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Cada watio importa. Apagar siempre los aparatos y luces que no necesitamos es actuar contra el despilfarro de energía.
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Las
regletas con interruptor son una manera cómoda de desconectar del
todo aparatos que no permiten el apagado total o que necesitan
transformadores, y permiten ahorrar hasta un 10 % de su consumo.
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Cocinar
con tapa es sólo uno de los muchos hábitos de sentido común que permite
ahorrar energía al preparar nuestro alimento. Otros sistemas para la
acción ambiental en la cocina son la cocina solar o la cocción con
calor retenido.
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No
abrir la nevera más de lo necesario o evitar introducir alimentos
calientes son algunos hábitos que evitan un consumo eléctrico excesivo
de este elecrodoméstico, y por tanto reducen las emisiones de CO2
asociadas a su uso. |
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Apagar lo que no se utiliza |
No
es broma. Aunque parece obvio, pero aún se nos olvidan las luces
encendidas en habitaciones vacías o dejamos aparatos encendidos. En un
momento en el que cada kilowatio cuenta, podemos ser más cuidadosos,
tanto en casa como en los lugares en los que nosotros no abonamos la
factura, como en el trabajo o la escuela. El consumo de energía depende
de nosotros, en todos los momentos del día.
Apagar las luces al
salir de la habitación es el ejemplo más obvio, pero se puede extender
a todos los aparatos de la casa que pueden apagarse totalmente cuando
no tenemos que utilizarlos. Aún no se han conocido casos de teles,
bombillas u ordenadores estropeados sin remedio por el hecho de
apagarlos completamente cuando no se utilizan. Abandonemos los tópicos.
Los aparatos apagados consumen 0 kWh.
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Evitar los consumos ocultos o "fantasma" |
Los
aparatos como televisores, videos u ordenadores en estado de espera
(stand-by) consumen el 15 % de su consumo total. Es paradigmático de
nuestro absurdo uso de la energía el famoso cálculo por el que un
televisor que sempre se deja con el piloto encendido acaba por consumir
más energía cuando no se está viendo, a causa de la gran cantidad de
horas que se mantiene este consumo residual. En algunas viviendas, el
consumo de los aparatos en stand-by puede llegar a sumar el 10 % del
consumo del hogar.
En cambio, si apagamos del todo aparatos como
los televisores, desenchufamos los transformadores y cargadores (de
ordenadores, etc.) cuando no los necesitamos, o bien los colocamos en
una regleta con interruptor para poder cortar totalmente la corriente
que les llega, evitamos el consumo fantasma de los aparatos de casa y
dejamos de emitir 39 kg de CO2 cada año.
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Cocina eficientemente |
En
una vivienda convencional, una cocina de gas o una vitrocerámica de
inducción son las opciones de menor consumo energético actualmente. Para
los más atrevidos, las cocinas solares permiten cocinar con la energía gratuita y libre del sol. También hay sistemas para cocinar aprovechando el calor retenido.
Además, se pueden utilizar los recipientes y cantidades de agua
adecuadas al fogón y a la cantidad de comida, y se puede poner una
tapa a las ollas para conseguir el mismo con menos energía. En la
cocina, también se puede intentar racionalizar el uso de aparatos eléctricos.
Por
otro lado, el microondas puede ahorrar energía para calentar o cocinar
determinados alimentos, ya que consume una tercera parte que un horno
convencional, y no sobrecalienta el ambiente. Energéticamente pueden ser
una buena opción, sobre todo si lo utilizamos lo suficiente como para
restituir los 191 kg de CO2 que requeriría su fabricación. En este
caso, sólo valoraremos este aparato en lo que respecta a las
cuestiones energéticas, dada la polémica que rodea siempre los
microondas por cuestiones de salud.
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Mantén tu nevera en buen estado |
Un
buen mantenimiento de la nevera permite que no consuma tanta energía, e
implica su descongelación periódica, la limpieza del serpentín, la
buena circulación de aire a su alrededor o intentar mantenerla llena:
cuesta más energía mantener la temperatura correcta si hay más aire que
alimentos en el frigorífico o en el congelador. También se puede tener
un frigorífico de menor capacidad (o atreverse a prescindir de él) si
no se utilizan alimentos congelados y se recupera una alimentación más
tradicional en la que los alimentos se conservan en un lugar fresco
(tipo bodega) y se utilizan conservas caseras, alimentos secados, etc.
Por
otro lado, una curiosidad interesante: si por costumbre introducimos
comida caliente en el frigorífico, le pedimos que consuma más energía,
de modo que ¡emitimos 6 kg más de CO2 cada año! Se trata de un simple
gesto que no nos debería costar cambiar.
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