Estamos demasiado acostumbrados a ir al supermercado y poder comprar cualquier producto en casi cualquier época del año. No nos importa si es temporada o no, de dónde provenga, etc. Sólo nos importa comprar lo que se nos antoja, al precio más barato posible. Esta forma de pensar y consumir de manera irresponsable está llevando a producir de forma artificial e insostenible los productos que demanda el mercado.
Para producir tomates en invierno es necesario hacerlo en invernadero, en climas muy calientes, con sistemas de riego artificial. Este tipo de consumo ha llevado a cubrir desiertos como el de Almería, calurosos, secos e infértiles, de plástico, a abonarlos con abonos industriales y a regarlos con agua traída de otros lugares. Para que llegue a nuestra casa, el alimento es cosechado, seleccionado, envasado, enfriado y transportado, con el consumo energético que todo esto ha supuesto. Además, en un mercado como el nuestro, quien menos dinero gana con todo esto es el productor, que para que el producto tenga precios competitivos, tiene que venderlo en ocasiones por debajo del precio de coste de producción (a causa, en parte, del elevado coste de producción). Al conjunto de todo esto se le llama insostenibilidad.
Producir nuestros propios alimentos en casa nos enseña una cultura de alimentación diferente, nos acerca a la naturaleza, a comprender el ciclo de la vida y la alimentación, a apreciar el campo, nos acerca un poco más a los orígenes y, además, nos proporciona unos hábitos de alimentación saludables. Casi sin percatarnos, estamos ayudando a crear un modo de vida más sostenible.
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