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Midiendo la radiactividad ambiente ante un pequeño residente en la zona afectada por el accidente de Chernóbil | |
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La guardería quedó así, y el tiempo mantiene el recuerdo
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El huevo de la vida, a la entrada del inicio de la ruta de Chernóbil
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En el perímetro del sarcófago de Chernobil el contador geiger registra entre 500 y 3000 microroetgen por hora. Imágenes de Elena Filatova.
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El recuerdo de Chernobyl
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Resulta realmente cruel que este debate enfervorizado sobre la tecnología nuclear se produzca en un momento en el que se va a celebrar el 20 aniversario del desastre de Chernobyl. Miles murieron, cientos de miles tienen o desarrollarán cancer, y una área que afecta a Bielorrusia y partes de Ucrania y Rusia, sigue fuertemente contaminada. La catástrofe de Chernobyl fue 400 veces más potente que la bomba de Hiroshima. Hoy, todavía nacen niños con defectos genéticos y la incidencia de cáncer de tiroides y leucemia sigue siendo alta.
Y la amenaza de Chernobyl está lejos de terminar. Algunos se han percatado de que la mayoría del combustible de los reactores todavía permanece intacto y activo. El hecho de que una carcasa de metal sellada lo esté cubriendo no significa que no pueda abrirse. Ya han aparecido algunas grietas y se han detectado algunas filtraciones en aguas subterráneas. Alexei Yablokov, científico ruso de renombre y presidente del Centro de Política Medioambiental Ruso, alerta de un nuevo desastre en Chernobyl si no se toman medidas urgentes. “Si se derrumba, no habrá explosión ya que no se trata de una bomba, pero el polvo que levantaría llevaría partículas radioactivas (causantes del cáncer) que se alzarían a una altura de un kilómetro y medio y se esparcirían por el ambiente a causa del viento” Yablokov asegura que ya se han observado reacciones luminiscentes cuando la lluvia o la nieve penetra por las grietas que han aparecido”. Chernobyl permanece como un recuerdo cruel de los peligros de esta tecnología. |
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Jugar con fuego |
La industria nuclear nos asegura que este desastre fue una hecho aislado y una lección que ya ha sido aprendida. Pero numerosos ejemplos de percances, accidentes y fugas radioactivas continúan ocurriendo en todo el mundo.
El Laboratorio Nacional Brookhaven en Long Island, Nueva York, descubrió en 1997 haber tenido escapes de tritium radioactivo y Cobalto-60 durante casi 12 años, sin que tuvieran constancia de ello los ingenieros o la comunidad local.
La central Davis-Besse en Ohio estuvo a punto de causar una catástrofe cuando, en 2002, el ácido bórico provocó un agujero de 16,5 cm a través de la cabeza de la vasija de un reactor de 17 cm. Como apunta el Servicio de Información e Investigación Nuclear con sede en Estados Unidos y la Unión de Científicos: “Si hubiera acabado con el medio centímetro de metal que quedaba y que contenía el refrigerante, se hubiera producido una fusión del reactor”.
En abril de este año, se descubrió una cantidad enorme de residuos nucleares capaces de llenar la mitad de una piscina olímpica que se habían filtrado de una tubería de la central inglesa Sellafield en West Cumbria. La fuga no se detectó hasta pasados nueve meses.
Hace unos meses, a finales de junio de 2005, salió a la luz que residuos radiactivos se habían filtrado al Mar Báltico procedentes de barriles almacenados en la central nuclear de Forsmark, en Suecia.
Y la lista de casos continúa. La industria está sumida en la incompetencia y en la indiferencia en cada una de las fases desde la extracción de uranio hasta el problema de los residuos. Los percances nucleares son mucho más comunes de lo que la gente piensa. Un renacer de la cultura nuclear, tal y como se ha visto en Asia, sólo traerá más riesgos de accidentes en el futuro. |
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Demasiado caliente para manejarlo |
Francia es, hasta la fecha, el modelo de nación nuclear –obtiene más del 70 por ciento de su suministro de electricidad de casi 60 reactores nucleares. Sin embargo, en los últimos años, las sofocantes olas de calor han llevado a muchas centrales a su cierre. De acuerdo con la legislación gubernamental, los reactores deben pararse si la temperatura ambiente del interior sobrepasa los 50 grados centígrados, o si el flujo de agua que se obtiene de ríos y arroyos cae por debajo de ciertos límites. Tampoco se permite verter agua en el entorno si sobrepasa los 25 grados con el fin de proteger el ecosistema local que podría verse seriamente afectado por el agua caliente.
Antes de que se produjeran estas olas de calor, el gobierno francés permitía temporalmente a las centrales incumplir estas medidas de seguridad antes que obligarlas a cerrar. Como comenta Stéphane Lhomme del grupo antinuclear Sortir du Nucléare: “Francia se encuentra en una situación de accidente pre-nuclear”. La ironía es que con el progresivo calentamiento de la tierra que propiciará veranos más calurosos y sequías más prolongadas, la industria nuclear parece incapaz de arreglárselas en esas condiciones tan sofocantes. |
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Lo que el viento se llevó |
En contraste con la persecución obsesiva de algunos tecno-fix, sea fisión o fusión, las soluciones reales ya han llegado. Mientras los detractores dicen que las energías renovables basadas en el sol, las olas y el viento nunca podrán satisfacer la demanda, la verdad es que nunca han tenido la oportunidad de que se pueda demostrar. Mientras que la industria nuclear y los industrias de combustible fósil se han beneficiado durante décadas de las subvenciones del gobierno (léase las de los contribuyentes), las energías renovables apenas las han visto.
Tomemos Europa como ejemplo. El año pasado, cerca de 18 mil millones de dólares se destinaron a compañías energéticas. De esta cantidad, ‘sólo’ unos 300 millones de dólares fueron a las energías renovables. Aproximadamente 1.3 mil millones de dólares acabaron en la industria nuclear y el resto se destinaron a los combustibles fósiles. Esta partida no incluye las generosas ayudas indirectas que reciben, como concesiones, bajada de impuestos y seguros de responsabilidad de siniestro total (particularmente importantes en la industria nuclear). Recientemente, Inglaterra gastó mil millones de dólares más para hacer frente a la bancarrota de la compañía nuclear British Energy. Si, por el contrario, dejáramos de dar ayudas a las industria nuclear y de combustibles fósiles e invirtiéramos ese dinero en energías renovables, los pronósticos de cubrir la demanda se podrían alcanzar. Dejar de invertir miles de millones en el reactor en pruebas de Cadarache, Francia, permitiría disponer de más recursos para gastar en tecnologías que realmente funcionan.
A pesar de los inconvenientes, las energías renovables ya han ganado la batalla en esta guerra energética. Según el Instituto Rocky Mountain de Estados Unidos, sólo en el año 2004, las energías renovables a pequeña escala superaron a la nuclear en 5,9 veces su capacidad generadora y en 2,9 veces su producción de electricidad. Para el 2010, la energía renovable superará a la nuclear en un 43 por ciento en todo el mundo.
Pero recortar las ayudas a las industrias de combustibles fósiles para beneficiar a las nuevas energías emergentes es sólo una parte del problema. Hay todavía cuestiones más importantes como la forma en que vivimos, la naturaleza de nuestro sistema económico y cómo crear significativos movimientos de cambio. Cambiar el sistema, redirigir recursos y hacer mejoras eficientes puede ser beneficioso, pero hay que ir más allá. No basta con gritar a favor de las energías renovables y que nos las instalen las mismas compañías que llenan nuestros depósitos de gasolina. Gigantes petrolíferos como BP y Shell están consiguiendo una importante cuota de mercado en el sector solar y eólico respectivamente. Mediante patentes de tecnologías innovadoras y aprovechándose del dinero destinado a investigación y desarrollo a cargo del contribuyente, se han situado en una posición de prestigio que puede marcar el rumbo y la dirección de estas tecnologías. Para suplantar la industria nuclear y la de los combustibles fósiles es necesario verlo desde un contexto más amplio de justicia social y democracia. Las energías renovables corporativas pueden ser muy beneficiosas para el cambio climático pero llevan aparejadas amenazas precisamente por el poder de estas empresas. Hay que tomar medidas radicales.
Los habitantes de la isla escocesa de Gigha han dado con la solución. Antes que depender de la red de suministro central y de las grandes compañías para disponer de energía, sus gentes se han unido para comprar tres turbinas que, actualmente, dan energía a toda la isla y que incluso generan beneficios que son vendidos a la red de suministro central. Los habitantes de esta isla, que recientemente se la compraron a su dueño, controlan todo el proyecto y sus beneficios son reinvertidos en la comunidad.
Antes que depender de “gigantes contaminantes” a cientos de kilómetros, las gentes de Gigha están literalmente energizados. Porque, después de todo, de eso se trata, ¿no?
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