Las especies más inteligentes son las que tienen un cerebro más grande y las que evolucionan más rápido. El tamaño del cerebro varía según el ambiente en dónde viven las especies. Los animales que colonizan islas, por ejemplo, tienden a desarrollar cerebros más grandes. Esta es la conclusión de un estudio del investigador del CREAF, Ferran Sayol (1).
Los seres vivos evolucionan al exponerse a condiciones ambientales nuevas. Los animales que tienen un cerebro grande son más hábiles a la hora de colonizar nuevos ambientes y acceder a nuevos recursos, y por tanto pueden dar lugar a nuevas especies a un ritmo mucho más rápido que lo normal.
Gorrión, una especie adaptada al ambiente urbano que se aprovecha de la actividad humana para sobrevivir.
Esta conclusión es el resultado de analizar las especies que tenían los cerebros más grandes combinada con los métodos de análisis filogenética más recientes. Así si observa que las familias de aves con cerebro más grande son también las más diversificadas, es decir son las que más especies han generado.
Tener un cerebro grande proporciona la habilidad de cambiar el comportamiento para resolver problemas nuevos, y esta flexibilidad es lo que permite acceder a ambientes diferentes y buscar nuevos recursos para sobrevivir cuando es necesario. En el caso de los seres humanos, esta realidad es evidente ya que la capacidad cerebral es la que nos ha permietido encontrar soluciones para adaptarnos a cualquier ambiente planetario, algo que es posible diseñando o utilizando últiles o herramientas. Por ejemplo, los seres humanos hemos podido colonizar las regiones más frías del planeta confeccionando abrigos con pieles curtidas de animales de la región. Algunas aves muy evolucionados también son capaces de construir sus herramientas para adatparse mejor a su medio. Es el caso del cuervo de Nueva Caledonia (Corvus moneduloides) que fabrica palitos de cierto tamaño y forma para sacar insectos de las cavidades de los árboles.
Imagen del cuervo de Nueva Caledonia empleando un palito para cazar.
Vivir en una isla hace crecer el cerebro
La inteligencia proporciona muchas ventajas las islas son el ambiente donde esta observación es más facíl, ya que en las islas hay menos especies, por lo tanto menos depredadores: esto permite a sus habitantes tener una vida más larga, más tranquila, y dedicar más energía al desarrollo. Un periodo de desarrollo más largo permite un mayor crecimiento del cerebro. En contra, en las islas el ambiente es muy impredecible y la disponibilidad de recursos puede variar de un año a otro. Así que las especies con un cerebro grande pueden adaptarse rápidamente a estos cambios.
En la investigación de Sayol, este científico, no sólo midió el tamaño total del cerebro de cada animal de su estudio, sino que también observó si las áreas cerebrales más desarrolladas eran las que se suelen relacionar con la inteligencia: Son las llamadas áreas asociativas, que integran las informaciones procedentes del exterior para elaborar una respuesta. Así que tener un cerebro grande significa tener más desarrolladas las áreas asociativas, y entonces que el tamaño total del cerebro en relación al tamaño corporal es un buen indicador de inteligencia.
Un cerebro más grande favorece la resiliencia
Un cerebro grande mejora la capacidad de ajustar el comportamiento a situaciones nuevas mediante el aprendizaje, lo que facilita obtener recursos en ambientes que cambian constantemente. Entender esta capacidad nos puede ayudar a predecir qué especies de pájaros y otros animales serán más vulnerables al cambio global.
Para llegar a esta otra conclusión otros investigadores (2) han estudiado el tamaño del cerebro a partir de medir la cavidad craneal de 4.744 aves de más de 1.200 especies, con los datos disponibles en colecciones de aves en museos de todo el mundo. También han utilizado datos de satélite para evaluar en qué ambientes la variación de los recursos naturales es mayor. En latitudes altas como el norte de Europa, los inviernos son fríos y la nieve puede durar meses, y esto reduce mucho la disponibilidad de alimento. Las especies que migran se van para evitar estas condiciones, y posiblemente por eso no necesitan cerebros tan grandes.
Los córvidos, no sólo son aves sociales, también disponen de una notable inteligencia.
Las especies que se quedan todo el año en estas regiones, las residentes, tienen cerebros más grandes, con más capacidad de aprendizaje e innovación para afrontar los cambios del ambiente”, añade Sayol. La idea de que la variación ambiental puede afectar el tamaño del cerebro no es nueva, de hecho es una de las principales hipótesis que explican el éxito colonizador de la especie humana. Un cerebro grande protege al animal de los cambios del entorno porque facilita el desarrollo de nuevos comportamientos mediante el aprendizaje.
Si los cerebros grandes son útiles para afrontar los cambios ambientales, tal y como sugiere el estudio, éste deberá ser un elemento importante a tener en cuenta a la hora de entender cómo los animales responderán a los rápidos cambios asociados a las actividades humanas. Tener un cerebro grande, en relación al tamaño del cuerpo, podría significar la diferencia entre sobrevivir o extinguirse en un mundo en constante cambio.
Articulo elaborado por la redacción de terra.org a partir de las notas de prensa del CREAF. Fotos: Fundación Tierra y Wikimedia.