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La
presión por el consumo de las fiestas de Navidad empieza con los
adornos callejeros a principios de noviembre los cuales irán seguidos
de todo tipo de anuncios en los medios de comunicación. La maquinaria
provocadora del consumo irracional no cesará hasta primeros de enero..
¿Pero qué haces leyendo esto, no deberías estar comprando… lo que sea? |
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Luces, abetos y ponsetias, folletos, catálogos de regalos… |
Las
primeras luces de colores iluminan las calles y anuncian que ya ha
llegado el momento de empezar las compras. La lista es larga:
decoración para la casa, para el balcón, luces para poner colorear las
noches más largas, belénes y otros ornamentos religiosos o
tradicionales como el árbol de Navidad con sus guirnaldas, la flor de
Navidad (que trae suerte, eso dicen), el caga tió… Parece que sin todo
ese ornamento no sería Navidad y está asumido que cada casa debe ser
decorada, y si puede ser, sin repetir los adornos del año pasado.
Y eso es sólo el principio. Después quedan los regalos, que por si
escasean las ideas, seremos inundados de catálogos de todo tipo. Cosas
que por lo general distan mucho de cubrir necesidades básicas, y que
deberían hacernos ver lo poco originales y personales que convierten
los obsequios. ¿Cuántos teléfonos móviles se van a regalar este año en
este país que ya cuenta con más de 20 millones de usuarios?
Quizá ha llegado el momento de reflexionar sobre si todo eso es
necesario y si es posible celebrar las fiestas de una forma más
sensata. Podemos imaginar una decoración más artesanal que permita un
trabajo creativo y con materiales reutilizados; ser protagonistas de
nuestro regalo en lugar de ser víctimas de los responsables de
márketing y publicidad. Por encima de todo deberíamos reflexionar sobre
si es necesario tanto derroche. Más de dos tercios de la humanidad
nunca podrá tener estas preocupaciones. Pongamos los pies en el suelo y
hagamos que las fiestas sean más felices y más austeras.
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...Y comida
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Otro
reflejo de la opulencia en la que vivimos la mayoría es la cantidad de
comida que se prepara en los días de celebraciones. Ante las
experiencia de cada año, hay quien se prepara haciendo régimen antes
para poder pasar las fiestas y después volver a restringir la ingesta
para recuperar la buena forma corporal. Comemos demasiado y de forma
exagerada, tiramos comida y creamos un problema de nutrición y de salud
ambiental.
En un momento en que parece que afloran sentimientos de bondad y de
compasión, debería parecer más razonable preparar raciones más
moderadas para las comidas en vez de hincharse a comer y luego
enorgullecerse de dar donativos al Tercer mundo o a causas
solidarias.
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Otra consecuencia: los residuos |
Todas
las acciones dejan un rastro, pero sin duda, el consumo de las fiestas
de Navidad se traduce también en la mayor acumulación de residuos del
año. El 80% de la basura producida son envases, y los envases son el
40% del plástico que se utiliza. Si se observan estos datos se puede
comprender la cantidad de recursos naturales, contaminación del agua y
del aire y así como el exacerbado consumo de energía que se destina a
elementos de paso, que tienen una duración muy limitada y a menudo una
función innecesaria.
Si las compras se hacen siguiendo criterios de responsabilidad y
sostenibilidad en cuanto al contenido y al continente, este impacto
puede ser mucho menor para el medio ambiente.
Las fiestas navideñas, con independencia de los sentimientos
religiosos, consiguen reunir a la mayoría de las familias y compartir
momentos inalcanzables el resto del año. Y como familia podríamos
considerar también aquellas personas más cercanas y queridas, aunque no
tengamos lazos de parentesco. Un ejercicio muy sano es saber valorar
estos espacios de relación social y no convertirlos simplemente en un
trámite de para el intercambio de regalos o de reunión sin más.
Consumir el planeta es consumir la vida |
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Nuestra sociedad se ha ido alejando de la naturaleza y va olvidando la
relación inherente del ser humano con la Tierra. Las ciudades son islas
de cemento ganadas a la naturaleza. El deseo de triunfar en una
sociedad marcadamente consumista de entrada provoca un rechazo a los
que preconizan la austeridad. Pero hay que hacer entender que los
recursos son limitados, y que el consumo de bienes también debe serlo
para no acabar con el sustento de la especie.
Sería fantástico convertir la celebración del cambio de año en el mayor
regalo que nos ofrece el planeta que trata de resistir a los abusos a
los que le sometemos. Ser capaz de analizar la responsabilidad de cada
uno en el deterioro del medio ambiente y plantearse nuevos propósitos
para el año nuevo podría contribuir a convertir el mundo en un espacio
más justo, solidario y habitable (sentimientos deseables y realmente
necesarios).
* Podemos encontrar interesantes aportaciones en el blog ¿Consumes o te consumen?
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