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Nuestra salud, nuestro dinero, nuestro mundo,
nuestro estilo de vida ya está cambiando aunque no lo reconozcamos. En
el mundo ya mueren más personas por los efectos de la contaminación de
los vehículos que por accidentes de tráfico. Las irregularidades
climáticas con fenómenos meteorológicos catastróficos (huracanes,
sequías, inundaciones, etc.) afectan y aniquilan a centenares de miles
de personas y causan millones de euros en pérdidas materiales. Los
avisos científicos sobre el cambio climático pueden no ser exactos,
pero el incremento de emisiones de dióxido de carbono a la
atmósfera no cesa y ya supera el 30 % respecto a los niveles de hace un
siglo. Ha llegado ya la hora de reducir las emisiones de CO2 en cada
acto de nuestra vida. |
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Como si estuviéramos enamorados |
Proponemos un estilo de vida más novedoso y algo
diferente, basado en tres gestos con los que podemos dar un vuelco
significativo al cambio climático. Es evidente que podemos andar o ir
en bicicleta cuando vamos de compras o acompañamos a los niños a la
escuela; que podemos adquirir productos de la agricultura ecológica que
ahorran venenos y la energía y la contaminación atroz de fabricar los
fertilizantes químicos y plaguicidas. En cada acto de nuestra
cotidianidad decidimos si somos amigos del medio ambiente o todavía no
tenemos una buena relación. Podemos ir más allá, aceptar retos más
emocionantes para mejorar nuestra vida. Los grupos ecologistas
tradicionales siempre nos culpan de los desmanes que la humanidad
comete en el planeta y nos animan a cambiar nuestros hábitos. Pero, hay
que ser sinceros. El problema ambiental no es una cuestión de hábitos
sino de emociones. Emocionarse significa poner nuestros recursos
materiales, intelectuales o personales a favor de un sentimiento.
Cuando estamos enamorados nuestro tiempo, dinero, toda nuestra vida la
dedicamos a mimar la persona amada. El planeta Tierra
necesita ahora nuestra pasión. Una pasión que a su vez exige de nuestra
inversión personal con independencia de lo que hagan los gobiernos. Al
final, los políticos no son sino un reflejo del pueblo al que
representan. Podemos dar ejemplo e invertir en energías renovables y
eficiencia energética. Lógicamente, también podemos ahorrar energía en
cada paso que demos, en cada gesto que hacemos. Hagámoslo como si de
actos de amor se trataran, pues es el futuro de nuestros hijos el que
estamos comprometiendo.
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Ahorra emisiones al encender la luz |
Por cada kilowatio eléctrico que no se consume
ahorramos de media unos 350 g de dióxido de carbono. Nuestra factura
eléctrica puede reducirse pero sobretodo esta puede convertirse en el
aval de nuestro compromiso para fomentar las energías renovables.
Nuestro sistema eléctrico se provee en un 25 % de energía nuclear y en
más de un 60 % de quemar combustibles fósiles contaminantes. La energía
renovable apenas aporta un 5 % de la electricidad que consumimos. Pero
esta tendencia podemos cambiarla. Tan sólo debemos cambiar nuestro
contrato de electricidad convencional por el de una compañía que
comercialice electricidad verde. Vamos a pagar un poco más (unos 20
euros al año) pero nuestra cota de consumo deja de ser un gasto
obligado para convertirse en una inversión activa y limpia. Sin
embargo, hay que vigilar que no nos den gato por liebre, pues las
grandes compañías tradicionales ofertan “energía verde” como simple
reclamo publicitario y para confundir a la opinión pública.
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Nuestro hogar un foco de ecología |
Otra posibilidad es invertir para eliminar los
agujeros energéticos de nuestra vivienda. Se trata de aislar
bien puertas, ventanas y techos. En nuestro país consideramos que
por los escasos meses de fuerte calor o intenso frío no es necesario
invertir en vidrios de calidad en nuestras ventanas, algo que debemos
replantearnos. También podemos cambiar los electrodomésticos por
aquellos que disponen de una certificación oficial que garantizan un
ahorro de hasta un 70 % de energía respecto a los modelos
convencionales. Disponemos de la tecnología para iluminar con calidez
nuestro hogar con bombillas fluorescentes compactas de bajo
consumo que se iluminen de forma instantánea y que pueden durar hasta
15.000 horas y apagarse y encenderse tantas veces como queramos.
Ahorrar energía en casa, cuesta más dinero que la tecnología
convencional derrochadora, pero se compensa económicamente y
ambientalmente ya que se reducen residuos. Entre una bombilla de
bajo consumo de 8.000 horas y otra de 15.000 horas de duración la
diferencia no es sólo el precio sino el residuo que generamos por
ahorrarnos dinero. Debemos y podemos ser más selectivos con nuestra
inversión ambiental.
Energía solar en tejados y cubiertas |
| Nuestro tejado o la
cubierta de la vivienda pueden servir para alojar una pequeña
central de energía solar, para calentar agua o para generar
electricidad. Con apenas ocho metros cuadrados de placas solares
fotovoltaicas podemos generar alrededor de 1.300 kWh/año de
lectricidad o lo que es lo mismo, un tercio del consumo medio familiar.
Pero, sobretodo lo importante es que con una inversión inferior a lo
que cuesta un automóvil, cada familia puede aportar su granito de arena
a reducir las emisiones tóxicas causadas por el sistema eléctrico.
Además, tanto gobiernos locales como regionales aportan subvenciones
que pueden ayudar. Con una inversión no superior a los 10.000 euros
contribuimos a generar 25 años de electricidad solar. Lo importante es
que instalar un tejado solar o una pérgola fotovoltaica nos convierte
en activistas ecológicos de primer nivel. Si en nuestra vivienda no
disponemos de espacio ni exposición solar, podemos invertir en una
huerta solar. Por diez veces menos inversión, podemos abastecer
nuestro hogar de agua caliente sanitaria con sólo instalar un panel
solar térmico de 2 m2 con el que ahorraremos hasta el 60 % en la
factura energética. Lo importante es que podemos frenar el cambio
climático y esto lo conseguimos con cada kilovatio verde o ahorrado.
Proponemos 3 posibilidades estelares, pero cada uno de nosotros decide
si se apunta a frenar el cambio climático o si apostamos para que este
comience a amargar la existencia por generaciones.
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