A veces nos olvidamos que al levantarnos aceptamos de forma tácita diferentes injusticias como si de un Contrato Social se tratara. Con nuestra inactividad para no cancelarlo somos cómplices. Quizás sea hora de pasar a la acción. El texto que sigue tan sólo destaca los hechos resultantes de nuestra innegable predilección por la comodidad, la indiferencia, la ceguera, la sumisión y la idiotez de la que a veces hacemos gala todos nosotros. Promover una cierta reflexión sobre el mismo nos parece de interés.
El contrato social vigente, o que aceptamos, dice:
1. Acepto la despiadada competitividad como la base de nuestro sistema, aunque soy consciente de que este funcionamiento engendra dolor, frustración y cólera a la inmensa mayoría de los perdedores.
2. Acepto que diariamente me humillen o me exploten a condición de que se me permita humillar o explotar a otro que ocupe un lugar inferior, en la pirámide social.
3. Acepto la exclusión social de los marginados, de los inadaptados y de los débiles, porque considero que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus límites y ellos deben quedar excluidos.
Cada día, con nuestras elecciones, tenemos la posibilidad de incidir y contribuir a erradicar la injusticia social, económica y ecológica.
4. Acepto remunerar generosamente a los bancos para que ellos inviertan mi sueldo a su conveniencia y que no me den ningún dividendo de sus gigantescas ganancias (ganancias que servirán para atracar a los países pobres, hecho que acepto implícitamente). Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme dinero, dinero que proviene exclusivamente de los otros clientes.
5. Acepto que congelemos o tiremos diariamente toneladas de comida para que los índices bursátiles no se derrumben, en vez de ofrecer esa comida a los necesitados y de permitirle a algunos centenares de miles de personas, no morir de hambre cada año.
6. Acepto que sea ilegal poner fin a mi propia vida, rápidamente; en cambio tolero que se me mate lentamente, inhalando o ingiriendo substancias tóxicas autorizadas por los gobiernos. El Sistema dice que mi vida no es mía; dice que es de ellos y que sólo ellos deciden qué debo hacer con mi vida.
7. Acepto que se haga la guerra (por cualquier motivo y a cualquier costo) para así hacer reinar la paz, aunque veamos que la paz nunca se haya logrado.
Nos hemos acostumbrado a votar de vez en cuando sin pedir más explicaciones de lo que hacen nuestros dirigentes que hablan pero no lideran a favor de la Paz y la Solidaridad.
8. Acepto que en nombre de la paz, el primer gasto de los Estados sea el gasto de Defensa. También acepto que los conflictos sean creados artificialmente para deshacernos del enorme stock de armas y así permitirle a la economía mundial, seguir avanzando.
9. Acepto el amplio dominio del petróleo en nuestra economía, aunque sea una energía muy costosa, sucia y contaminante; y estoy totalmente de acuerdo en impedir todo intento de sustituir al petróleo. Y aunque se desvelara que hemos descubierto un medio gratuito e ilimitado de producir energía, es evidente que lo gratuito sería nuestra perdición.
10. Acepto que se condene el asesinato de otro ser humano, salvo que los gobiernos decreten que ese ser humano es un enemigo y que me alienten a matarlo. Por ello, acepto gustoso la muerte de todos mis enemigos.
11. Acepto que se divida a la opinión pública creando partidos de derecha y de izquierda, que tendrán como pasatiempo la pelea entre ellos, haciéndome creer de esta manera, que el sistema está mejorando y avanzando.
12. Además, acepto toda clase de división posible (política e ideológica) con tal que esas divisiones me permitan focalizar mi cólera hacia los enemigos designados por los gobiernos, cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.
13. Acepto que el poder de fabricar la opinión pública, antes ostentado por las religiones, esté hoy en manos de hombres de negocios no elegidos democráticamente, quienes con su dinero son totalmente libres de controlar los Estados, porque estoy convencido del buen uso que harán con ese poder.
La influencia de la tecnología se centra especialmente en crearnos estados mentales para que seamos consumistas hasta la saciedad.
14. Acepto que la idea de “la felicidad” se reduzca a la comodidad; acepto que “el amor” se reduzca al sexo; y acepto que “la libertad” se reduzca a la satisfacción de todos los deseos, porque esto es lo que me repite la publicidad cada día. Es simple: cuanto más infeliz soy, más consumo. Y así cumplo mi papel, contribuyendo siempre al sano y buen funcionamiento de nuestra economía.
15. Acepto que el valor de una persona sea siempre proporcional a su cuenta bancaria; que se aprecie su utilidad en función de su productividad y no de sus cualidades; y que sea excluido del sistema si no produce lo suficiente.
16. Acepto que se recompense exageradamente a los deportistas famosos y a los actores taquilleros, y se premie mucho menos a los profesores y a los médicos encargados de la educación y de la salud de nuestras futuras generaciones.
17. Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores cuya experiencia y sabiduría podría sernos útil, pues, como somos la civilización más evolucionada del planeta (y sin duda del universo) no necesitamos ni de esa experiencia, ni de esa sabiduría. Por ello, todos los ancianos sobran.
18. Acepto que se me muestren las noticias más negativas y aterradoras del mundo todos los días, para que así yo pueda apreciar hasta qué punto nuestra situación es normal y cuánta suerte tengo de vivir en Occidente. Sé que mantener el miedo en nuestros espíritus es realmente beneficioso para todos nosotros.
Podemos confiar nuestro dinero en bancos que garanticen su ética en las inversiones que hacen y que no explotan la miseria consumista.
19. Acepto que los industriales, militares y jefes de Estado celebren reuniones regularmente para que, sin consultarnos, tomen decisiones que comprometen el porvenir de la vida, la salud y el bienestar del planeta y de todos nosotros.
20. Acepto consumir gustosamente la carne vacuna tratada con abundancia de hormonas sin que, explícitamente, se me avise del riesgo que corro.
21. Acepto que el cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM) se establezca en el mundo entero, permitiendo así a las multinacionales agroalimentarias modificar genéticamente las plantas, patentar nuevos seres vivos, almacenar ganancias considerables y tener bajo su yugo a toda la agricultura mundial.
22. Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países que quieren más armas para combatir, y que así ellos elijan a los que harán la guerra y a los que no. Soy consciente de que es mejor financiar a los dos bandos en conflicto para así estar seguros de ganar dinero y prolongar los conflictos el mayor tiempo posible, con el fin de poder arrebatarles totalmente sus recursos si no pueden devolver los préstamos recibidos.
23. Acepto que las multinacionales se abstengan de aplicar los progresos sociales de Occidente en los países desfavorecidos, pues que ya es una suerte para ellos que los hagamos trabajar. Prefiero que se utilicen las leyes vigentes en esos países pobres para hacer trabajar a los niños en condiciones inhumanas, miserables y precarias. En nombre de los derechos humanos y los del ciudadano, no debemos ejercer injerencia en los asuntos privados de esos países pobres.
24. Acepto que los grandes laboratorios farmacéuticos y las corporaciones agroalimentarias vendan, en los países económicamente desfavorecidos, los productos experimentales, los caducados o los que contengan substancias cancerígenas prohibidas en Occidente.
25. Acepto que el resto del planeta, es decir más de siete mil millones de individuos, puedan pensar de otro modo, a condición de que no vengan a expresar ni a compartir sus creencias en nuestra casa, y todavía menos, a intentar explicar nuestra Historia con sus nociones filosóficas primitivas.
Somos parte de la naturaleza y el día que nos apartamos de ella empezamos nuestro camino hacia la autodestrucción.
26. Acepto la idea de que existen sólo dos posibilidades en la naturaleza, a saber: cazar o ser cazado, y si estamos dotados de una conciencia y de un lenguaje, ciertamente no es para escapar de esa dualidad, sino para justificar por qué actuamos de ese modo tan idiota e irracional.
27. Acepto considerar nuestro pasado como una continuación ininterrumpida de conflictos, de conspiraciones políticas, violación de derechos, injusticias, terrorismo, inseguridad y abuso de voluntades hegemónicas, pero sé que hoy, en nuestro presente, todo esto ya no existe porque nos consideramos en la cumbre de nuestra evolución, y porque las reglas que rigen nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad y de la libertad para todos los pueblos, tal como lo oímos sin cesar en la publicidad y en todos los discursos políticos.
28. Acepto, sin discutir, y considero como verdades todas las teorías científicas propuestas para la explicación de los misterios de nuestros orígenes. Y acepto que la naturaleza dedicó millones de años para crear a un ser humano cuyo único pasatiempo histórico es la destrucción de su propia especie, en unos instantes.
29. Acepto la búsqueda desesperada del beneficio propio como fin supremo de la Humanidad y la acumulación de riqueza como la máxima realización de toda la vida humana. De esta manera la vida es 100% plena.
La única felicidad posible es aquella que no antepone el propio placer y se vierte de forma generosa en compartir con amor nuestras potencialidades creativas con el resto de la humanidad.
30. Acepto la destrucción de los bosques, la casi desaparición de los peces en los ríos y de la vida en nuestros océanos. Acepto la extinción de las especies animales y el aumento de la contaminación industrial y de la dispersión de tóxicos químicos y de elementos radiactivos en la naturaleza, como algo necesario y natural.
31. Acepto la utilización de toda clase de aditivos químicos artificiales en las máquinas, en la tierra y en mi alimentación, porque estoy convencido de que si se añaden es porque, tal como dice la publicidad, son útiles e inocuos.
32. Acepto la presente guerra económica que actúa con rigor sobre el planeta, aunque siento que nos está llevando hacia una catástrofe sin precedentes.
33. Acepto esta situación y todas las del sistema actual, porque creo y supongo que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla. El sistema está bien.
34. Acepto ser tratado, a diario, en todas mis actividades, como ganado porque todos los demás lo aceptan y porque definitivamente pienso que las mayorías deciden y lo hacen con enorme sabiduría y razón.
35. Acepto el sistema sin plantear ninguna objeción. Acepto además, cerrar los ojos ante todo esto y no formular ninguna oposición verdadera, porque estoy demasiado ocupado con mi subsistencia y con el resto de mis preocupaciones. Incluso acepto defender a muerte este Nuevo Contrato Social si cualquier persona me lo pide o si alguien lo ataca.
Sólo somos vulnerables cuando dejamos de pensar con conciencia. Cada día podemos levantarnos para desobedecer la injusticia y pasar a la acción. Somos seres libres.
36. Acepto en mi alma, en mi mente y en mi conciencia, la realidad de este Contrato que el sistema hoy coloca delante de mis ojos porque siempre he preferido ver la realidad de las cosas tal como el Sistema me las presenta.
“Es detestable esa avaricia espiritual que tienen los que, sabiendo algo, no procuran la transmisión de esos conocimientos” Miguel de Unamuno.
Este es un texto que circula por internet como anónimo. Se dice que fue publicado en 2003 para conmemorar el triste aniversario de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001-. Se puede visualizar también como presentación audiovisual. Si te ha motivado, pásalo a un ser querido.