Junio, 2012.- En el año 1972, en Estocolmo, las Naciones Unidas establecieron el derecho a un medio ambiente digno como principio básico de la organización. Por ese motivo crearon el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, UNEP en sus siglas en inglés, United Nations Environmental Programme). Fruto de estas esperanzas, se puso en marcha un proceso de mejora ambiental a nivel mundial. Sin embargo, este programa pronto se topó con los intereses del petróleo y las grandes corporaciones (hoy, llamadas "mercados"). Luego, veinte años más tarde, en 1992 los estados miembros de a ONU organizaron otra conferencia internacional sobre medio ambiente en Río de Janeiro para impulsar el desarrollo sostenible, luchar contra el cambio climático y proteger la biodiversidad. Fue el año de la "Cumbre de la Tierra", en que se aprobó el programa de la Agenda 21, que permitía desarrollar acciones ambientales en distintas escalas de actuación. Veinte años después, en el año 2012 se repite la cumbre internacional con nuevos temas de debate, tales como la relación entre el medio ambiente y la salud, la economía, el desarrollo y la equidad. Esta cumbre, como todas, mueve miles de personas del sector gubernamental, no gubernamental y empresarial. Se espera un consenso de mínimos entre las partes y ésta es, precisamente, la estrategia que dinamita cualquier avance significativo.
Mucha palabra y poca acción. Hace veinte años a algunos les pareció un semi éxito renovar el compromiso ambiental. En realidad, estamos mucho peor.
Hermann Scheer denunció con contundencia que las conferencias internacionales sólo son una estrategia burocrática para no cambiar nada. Muchas entidades ecologistas perciben los pequeños cambios que se introducen en los documentos de acuerdos, como una gran esperanza. Es un puro espejismo. La realidad es más tozuda. Hoy, la humanidad y el planeta estamos sumergidos en una trama de diversas crisis que parecen agravarse o enraizarse cada vez más. La crisis climática se suma a una crisis ambiental más general, y ambas se agravan producto de la crisis económica (aunque debería llamarse estafa económica global de los mercados). Al mismo tiempo, los gobiernos, que podrían pasar a la acción nacional e internacional, son simples lacayos de estos "mercados", -nombre que se traduciría, actualmente, como "grandes corporaciones privadas". De hecho, los gobiernos no son solo lacayos de las grandes corporaciones, sino que incluso sus representantes, elegidos aparentemente de forma democrática, ni siquiera tienen la vergüenza de rechazar los cargos propuestos en los consejos de dirección de empresas energéticas, al menos no en España [1].
Las negociaciones internacionales como las que se visualizan en las conferencias internacionales (cambio climático, biodiversidad, etc.) giran en torno a falsas promesas de solución, mientras se aplauden entre ellos por los logros de mínimos. Hoy nadie puede esgrimir ausencia de evidencia o de conocimiento acerca de la crisis climática y de la crisis ambiental. Miles de organizaciones, activistas y científicos han dedicado numerosos esfuerzos a evidenciar la realidad y a proponer soluciones reales. Mientras se discute cómo atajar el calentamiento y el deterioro, los gobiernos vinculados a otros actores privados interesados, ponen trabas a las tecnologías de energía renovable y evitan políticas de sanciones al deterioro ambiental.
Sin embargo, hay cada vez más gente que comprende y actúa a favor de cuidar el planeta. Es lo que Paul Hawken ha llamado la revolución silenciosa. Miles de personas cambian sus bombillas por las de bajo consumo, hay empresas que apuestan por conductas más sostenibles. Río +20 no debería haberse celebrado como un nuevo debate, porque es la hora de pasar a la acción, no de seguir firmando acuerdos de consenso. Pasar a la acción, dando ejemplo.
Todo preparado para iniciar un nuevo capítulo de la telenovela de la Cumbre de la Tierra que hace 40 años que está en nuestras pantallas.
Creemos que la conferencia de Río+20 no es más que una pura pantomima para que miles de "participantes" hayan volado a este show medioambiental con dos temas centrales: la economía verde y una gobernanza global para el medio ambiente, aunque también se tratarán otras cuestiones ambientales tales como: empleo verde, acceso universal a energía más eficiente y más limpia, ciudades sostenibles, seguridad alimentaria, acceso al agua y gestión sostenible de los océanos. ¿Dónde queda la acción? Mientras Río+20 se ríe veinte veces en nuestra cara, mientras los gobiernos, elegidos democráticamente, están vendidos a los "mercados", mientras los "mercados" expolian el único bien común, la Tierra, que no les pertenece, -pues en ella somos simples usufructuarios... Algunos colectivos ya no se dejan tomar el pelo, como lo expresa el manifiesto ¿Economía Verde? Futuro Imposible! que además ha organizado actos de protesta por todo el territorio nacional.
[1] El exministro de Economía y Hacienda del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero entre el 2004 y el 2009, el español Pedro Solbes fue elegido miembro del consejo de administración del grupo energético italiano Enel. El grupo ostenta el 92% del accionariado de la eléctrica española Endesa. Fue precisamente Solbes quien gestionó, por parte del Gobierno español, la autorización de la operación de venta de Endesa en 2007 a dos empresas interesadas: Enel y la alemana E.ON, después de descartarse el interés de la catalana Gas Natural. El sueldo bruto anual de consejero no ejecutivo en Enel ronda los 250.000 euros.
El expresidente del Gobierno, José María Aznar, también fue contratadoen 2010 por la eléctrica Endesa como asesor externo de la compañía en temas relacionados con Latinoamérica. Cobró por ello 200.000 euros anuales de la empresa que acabó de privatizar en 1998 y que presidió su buen amigo, Manuel Pizarro. En 2011 se incorporó como consultor para sus negocios en España.
En 2012, la eléctrica presidida por Borja Prado fichó a Elena Salgado, exvicepresidenta del Gobierno y ministra de Economía, como consejera de Chilectra, su filial chilena. La contratación de la que fuera número dos del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero percibirá entre 35.000 y 70.000 euros por poner en valor sus conocimientos.
Endesa también tiene como consejeros externos independientes a Miquel Roca, exdiputado de CiU con asiento en la constructora ACS, y a Luis de Guindos, exsecretario de Estado de Economía. Cada uno cobra 684.000 euros por ocupar su sillón.
En Endesa también desempeñaron cargos de responsabilidad Pío Cabanillas, exministro portavoz, que después pasó a ocupar la dirección general de Comunicación e Imagen Corporativa de Acciona. En la gestión de este grupo de construcción y renovables también participan Javier Solana, ex alto representante de la Política Exterior de la Unión Europa (UE) en los últimos diez años, y Carmen Becerril, exsecretaria de Estado de Energía.
Gas Natural-Fenosa fichó a Felipe González en diciembre de 2010 como consejero independiente. El expresidente del Gobierno, que además es accionista del grupo energético, cobra 126.000 euros brutos (86.000 netos) anuales por ocupar su asiento, además de las dietas y comisiones que se deriven de su trabajo.
REE (Red Eléctrica Española) tampoco se queda corta a la hora de fichar líderes políticos. La compañía responsable de la red eléctrica cuenta con José Folgado, ex secretario de Estado de la Energía y diputado por Zamora, como consejero externo independiente. Folgado ganó 159.000 euros por formar parte del consejo.
Miguel Boyer, exministro de Economía y Hacienda de la era felipista y expresidente de CLH, también ocupa un puesto como consejero externo independiente en REE desde mediados del año 2010. Boyer percibe una retribución de 95.000 euros anuales.
Fuente: Expansión