Ropa eco-ética

La ropa nos cubre y protege de la intemperie, pero a la vez supera la faceta simplemente funcional para convertirse en un reflejo del lugar donde vivimos, de la cultura a la que pertenecemos y, hoy en día cada vez más, para convertirse en un modo de expresión personal. La ropa es una necesidad básica, que además está llena de simbología y creatividad pero, a causa del modelo de producción y consumo actual, provoca cada vez un mayor consumo de recursos (materias primas renovables y no renovables, combustibles para el transporte de las prendas…) y genera contaminación (materiales sintéticos, tintes con metales pesados, tratamientos químicos, emisiones a la atmósfera…).

En no pocas ocasiones, tampoco las condiciones de trabajo de las personas que realizan las prendas que llegan a las tiendas son las más deseables, comenzando por las jornadas de trabajo excesivamente largas, la exposición a tóxicos, o incluso los casos extremadamente graves del “trabajo” en régimen de esclavitud o del trabajo infantil. El 70 % de la ropa que vestimos se fabrica en países en vías de desarrollo como Marruecos, China o la India. Los países industrializados localizan allí sus plantas de producción para no verse obligados por legislaciones ambientales o laborales, que aquí nos parecen básicas para el bienestar de las personas y el mantenimiento del entorno. Además, la ropa hoy en día, por motivos de durabilidad, de moda y por tratarse de un bien accesible económicamente, se convierte en un residuo mucho antes que hace unos años.

Ropa de fibras textiles orgánicas
La ropa es una necesidad básica y una expresión cultural y personal. Podemos reducir la huella ambiental de la ropa que necesitamos vestir si escogemos prendas de materiales naturales, sin tratamientos quimicos tóxicos o de comercio justo, así como si reutilizamos, reciclamos, y reducimos la ropa que utilizamos. Un ejemplo claro lo tenemos en las prendas de algodón. El cultivo convencional de algodón es responsable de una importante contaminación del suelo, el aire y el agua. Aunque ocupa solo el 2,4% del área agrícola mundial, consume el 24% de todos los pesticidas vendidos en todo el mundo. Además el algodón transgénico ya representa más del 20% de la producción mundial.

Para la transformación del algodón como fibra téxtil después de la cosecha, las fibras se someten a tratamiento con productos químicos altamente contaminantes tanto para el blanqueo como para tintarlo y darle características complementarias con formaldehído, etc ...La agricultura biológica del algodón orgánico respeta al hombre y al planeta: no hay fertilizantes químicos, ni pesticidas ni variedades transgénicas. Para el procesamiento se utilizan productos 100% biodegradables y colorantes sin metales pesados. El algodón orgánico proviene en gran medida de pequeñas estructuras o cooperativas, que respetan los principios del comercio justo (India, Benín, Turquía). La calidad "orgánica" del proceso está controlada y certificada por organizaciones reconocidas internacionalmente (SKAL, IMO, etc.).

Si no vemos más allá del aspecto o del precio de la ropa que escogemos para vestirnos, participamos en el mantenimiento de un sistema que mantiene unas desigualdades abismales entre Norte y Sur, consume recursos naturales a un ritmo trepidante y depende del transporte a larga distancia, con sus emisiones de CO2 asociadas, para llegar a nuestros armarios. Sin embargo, también es cierto que muchas cosas están cambiando, y cada vez hay más soluciones y posibilidades para vestir con menos huella ecológica. Porque cada vez más gente quiere sentirse bien con la ropa que lleva, en todos los sentidos.

Ropa renovable
La ropa se realiza con fibras tejidas, que tradicionalmente se obtenían de la naturaleza y, posteriormente, con la industrialización y los avances de la química, se han implanatado las llamadas fibras sintéticas (poliéster, nylon, rayón, viscosa…) que son duraderas y normalmente más fáciles de mantener que las naturales. Sin embargo, en realidad se trata de fibras derivadas de productos del petróleo, por lo que se trata de recursos no renovables. Además, respecto al confort, en general, la ropa sintética  es menos transpirable. Evidentemente, hay aplicaciones para las que las fibras sintéticas son únicas, como el caso de los forros polares, que permiten tener una alta capacidad térmica y un bajo peso. Lo positivo es que estas fibras plásticas también se pueden obtener de plásticos reciclados procedentes de la recogida selectiva.

Otros tejidos sintéticos son los que no provienen de fuentes fósiles sino de materiales naturales, pero con un proceso de fabricación complejo como las que se obtienen de residuos de celulosa.

Las fibras naturales son renovables y requieren una fabricación menos compleja y menos intensiva en energía, además de ser más confortables.

Ropa de fibras vegetales de cultivo ecologico
La alternativa con menor huella ecológica son las fibras naturales (algodón, lino, cáñamo, seda, lana…). Aunque en el cultivo de algodón también se somete a una carga química elevada, a base de la aplicación de pesticidas, existen los cultivos de algodón orgánico de baja carga ambiental. Lo mismo sucede con otras fibras vegetales cultivadas como el lino, el cáñamo o incluso el bambú; en todas ellas existen técnicas agronómicas que requieren menos agua y menos pesticidas (o incluso no los necesitan en absoluto).

Ya hace tiempo pues que existen fabricantes que realizan ropa en algodón, lino, bambú o cánamo orgánico. También en muchas tiendas de ropa, especialmente las que se confeccionan en pequeñas series vinculan productores con creadores y el consumidor.  Existen pues tiendas que ofrecen prendas realizadas con fibras naturales y teñidas con tintes vegetales y minerales no nocivos.

Los colores de los tintes sintéticos se obtienen utilizando metales pesados. Hoy disponemos de variades de algodón y otras fibras textiles que incorporan el tinte natural en la propia planta. Así hay algodón de color crudo, verdoso, etc. y que por tanto evita tintar el tejido.

Ropa sin tóxicos
Parte importante del impacto de los tejidos sintéticos son los tratamientos químicos que incorporan. Algunos tejidos naturales también pueden ir tratados, pero se pueden identificar porque son algodones u otros tejidos que se definen como antiarrugas, antimanchas, fáciles de limpiar o similares. Los acabados químicos en la ropa los convierten en una carga nociva para el medio (primero en la fabricación y después cuando se convierten en un residuo) y para quien debe vestir las prendas. Sobre todo las personas sensibles, pueden verse afectadas por el contacto con los tratamientos antiarrugas o las resinas o acabados plásticos que mejoran el aspecto o facilitan el mantenimiento de los tejidos, como el formaldehído

Vestir con ropas naturales y libres de química fue la propuesta de una iniciativa de Greenpeace de hace años titulada "Moda sin tóxicos". En aquella puso en manos de los creadores el reto de demostrar que es posible crear ropa que no dañe el medio. La campaña implicó a conocidos diseñadores y firmas de moda, como David Delfín, Juanjo Oliva o Sybilla Sorondo, para que presentaran diseños confeccionados sin utilizarn productos químicos peligrosos. Hoy hay una mayor conciencia en los fabricantes para reducir la carga química y aumentar el uso de materiales naturales en la manufactura de sus productos, como lo demuestran algunas campañas puntuales de los grandes de la moda. Pero sigue siendo una realidad poco implantada.

La creación de moda más ecológica, aunque se ha incrementado no es suficiente. Hoy hay muchos otros campos (como el de la alimentación) que ya disponen de establecimientos específicos, con supermercados. Incluso las grandes cadenas de distribución tienen secciones con productos alimentarios biológicos. Esta realidad no sucede todavía en el mundo de la moda. Es cierto que hay más opciones  para encontrar moda ecológica, pero insuficientes. Basta sólo fijarse en la difícil tarea de encontrar ropa interior ecológica en nuestro país.
 

Ropa justa
El sistema económico actual se basa en las desigualdades socioeconómicas, y el mundo de la moda no es ajena a él. Gran parte de la ropa que se comercializa en el mundo se fabrica en países en los que la mano de obra resulta más barata. Esto, en general, nos permite comprar ropa más barata, aunque eso no signifique que gastemos menos (también compramos mucha más ropa ahora que hace treinta años).

Existen creadores y productores que establecen de manera voluntaria unas relaciones más equitativas a la hora de confeccionar la ropa, mediante las cuales los productores, se encuentren en el país que se encuentren, garantizan que estos reciben la compensación justa por su trabajo. Cada vez hay más importadores y distribuidores de ropa y otros artículos elaborados por comunidades de artesanos de países en desarrollo, con las que se mantienen unas relaciones de comercio justo.

Incluso las grandes marcas de la moda se apuntan a emplear ropa certificada.

Una nueva forma de vestir
El “comprador sensible” es un nicho de mercado en auge, por lo que aparecen también grandes marcas de moda que basan su imagen en la aplicación de una serie de criterios de “sostenibilidad” en su ropa. No cabe objetar nada, si consideramos que otras grandes marcas resultan igual de inaccesibles a un consumidor medio pero ni practican ni comunican ningún tipo de valores ambientales o sociales.

La cuestión es que en el mundo de la ropa el consumidor no se plantea la procedencia de la misma ni como se ha elaborado. Con la comida tenemos la sensación que la toxicidad nos invade nuestro cuerpo, pero con la ropa, a pesar del contacto íntimo que tenemos con las fibras textiles no tenemos la misma sensación. Cada vez hay más personas alérgicas a prendas con tintes sintéticos, acabados con productos químicos.

El futuro del téxtil tiene que empezar a incorporar buenas prácticas ambientales y sociales. En este caso, se hace evidente que los “boicots” ciudadanos a la compra de productos que se fabrican en condiciones injustas es el único medio para presionar a las grandes marcas. Toda acción a favor de un comercio justo en este sentido es bienvenida, siempre y cuando no se trate de un lavado de cara, sino de un trabajo real en dirección a un mercado de consumo más limpio, solidario y más equilibrado.


Existen productos originales realizados en fibras poco habituales como el cáñamo, o con plásticos o cauchos reciclados.

Lo que hay que preguntarse sobre la ropa
¿Cuanta ropa necesitamos? ¿Prescindimos de esa camisa porque está vieja o porque su estética ya no se lleva? ¿Tiramos el pantalón a la primera de cambio o lo arreglamos? La moda es efímera y la sociedad nos empuja a estrenar ropa cada temporada. Además de reutilizar, dar, regalar, o intercambiar la ropa todavía en buen estado, las campañas de recogida de ropa permiten recuperar ropa para ponerla de nuevo en el mercado. En algunos casos la ropa de segunda mano es tan solicitada que resulta más cara que la nueva. La recogida de prendas en los puntos verdes permite su reutilización o el reciclaje de las fibras.

La clave está en preguntarse si necesitamos cada año ropa nueva y a bajo precio. No sólo podemos escoger qué productos compramos sino que podemos escoger comprar menos productos. Si compráramos menos bienes pero pagáramos el precio real por ellos, los productores no perderían dinero, y tampoco nosotros gastaríamos más. Se trata de hacer más lenta una rueda de producción que cada vez gira más rápido, utilizando una mayor cantidad de materiales y generando más residuos: se calcula que cada año cada persona consume entre 7 y 19 kg de material textil.

Las materias primas, el origen de la prenda o las condiciones de elaboración son aspectos de nuestra relación con la ropa a los que no podemos pasar por alto. Los consumidores conscientes, que meditan la adquisición de una nueva prenda y valoran más criterios que la estética y el precio mientras están en el probador, pueden dar un giro al sinsentido del sistema de consumo actual. Es en gran parte el consumidor quien pide una u otra cosa a ese mercado, y quien decide cuánto y qué comprar. Dado que todas las personas vestimos con ropa somos reponsables de que esta reduzca su impacto sobre la Tierra, y que las iniciativas ecológicas no sean, sólo, una moda.

Las prendas certificadas de comercio justo garantizan que han sido fabricadas respetando las condiciones de los trabajadores. Es una buena idea informarse del origen y las condiciones de fabricación de los productos que compramos. El temor a los boicots o la mala imagen ambiental de una empresa es nuestra principal arma como consumidores. Escogiendo productos locales, artesanos y de calidad, de fibras téxtiles ecologicas y/o certificadas tenemos en nuestras manos el poder de reducir el impacto ambiental y social de las prendas que va a vestir.

Resumiendo

• Compra sólo la ropa que necesites, escógela con cabeza y cuídala para que dure.

• Intenta adquirir ropa tejida con fibras y tintes naturales (por tanto renovables, con un proceso de fabricación menos dañino, y más saludables).

• Las prendas artesanales requieren menos energía para su fabricación.

• La ropa producida localmente (cerca de donde te encuentras) ha viajado y contaminado menos para llegar a la tienda.

• Cuando adquieres una prenda busca que sea de comercio justo y así ayudas a equilibrar las distorsionadas relaciones económicas y sociales entre norte y sur (el precio de la ropa a menudo ya nos indica si se han internalizado costes y si los trabajadores han sido tratados de manera razonable).

• Siéntete bien con tu ropa y consérvala. Recuerda que existen posibilidades de vestir con ropa de segunda mano e incluso compartirla.

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Modificado
13/04/2018

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