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La reducción de las emisiones de carbono de la
economía británica o de cualquier otra del mundo más industrializado
requerirá un esfuerzo sofisticado |
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Redacción Terra.org.
Habitualmente los estudios publicados hasta ahora obtienen, con más o
menos precisión, las emisiones de un individuo medio de un país a
partir del cociente entre las emisiones de CO2 generadas por los
sectores de producción nacionales (centrales térmicas, fábricas,
industrias de refino, agricultura, etc.) y los habitantes. El aporte
original de este informe británico es que cambia el enfoque y calcula
las emisiones de un habitante a partir de sus hábitos de consumo,
asociando cada acción de la vida cotidiana a un valor de emisiones de
carbono. A partir de un hábito de consumo, los investigadores
retroceden en las diferentes etapas de la cadena de producción para
calcular qué volumen de emisiones de CO2 han sido necesarias para poder
consumir y eliminar ese producto. Así, este nuevo análisis se basa en
el principio de que todas las emisiones industriales pueden
relacionarse al final con el aprovisionamiento de uno o más productos o
servicios adquiridos por el consumidor final. El estudio combina las
emisiones generadas en la cadena de abastecimiento para dar una medida
del total de emisiones asociadas con el aprovisionamiento final de
productos y servicios. El valor final de CO2 obtenido incluye las
emisiones generadas en la extracción de la materia prima, en la
manufactura del bien o del servicio, en la distribución, en la venta al
menor, en el consumo, la deposición y en el reciclado final.
Históricamente, los esfuerzos para reducir las emisiones de carbono
principalmente han enfocado su atención en las emisiones de la
industria que hacía un uso más intensivo de la energía. El mayor
compromiso comercial y empresarial relacionado con el cambio de clima a
través de la legislación y los incentivos administrativos, así como el
crecimiento de la economía basada en los servicios, han reducido
significativamente la intensidad de emisiones de carbono en los
sistemas de producción del Reino Unido. Pero una gran cantidad de
productos y servicios generan emisiones mayores durante su uso que
durante su producción. Los ejemplos incluyen los vehículos de motor,
donde las emisiones asociadas a la producción del vehículo y a la
perforación y refino de combustible, son más pequeñas que las emisiones
de conducir el vehículo durante su vida. O la ropa, donde las emisiones
de carbono de su manufactura y lavado son menores que la electricidad
consumida en el secado, lavado y planchado de las prendas a lo largo de
su vida de uso. Por otro lado, el aumento en la tasa de consumo de
múltiples productos ha superado también las mejoras en eficiencia de
energía conseguidas recientemente a lo largo de su proceso de
producción. En términos generales, el resultado es un incremento global
en emisiones de carbono asociadas a las cadenas de suministro. Al fin y
al cabo, la demanda del consumidor de productos y servicios es lo que
dirige los procesos de la producción que finalmente serán los que
consumen recursos de energía y emiten carbono. Pero es la satisfacción
de una supuesta necesidad del consumidor lo que impulsa el uso primario
de entrada de energía, de forma que también dirige y decide finalmente
las emisiones asociadas al carbono.
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Eludiendo responsabilidades a la hora de satisfacer nuestros deseos |
La
premisa de este estudio se fundamenta en el hecho de que la
responsabilidad de las emisiones de carbono de la actividad económica
proviene, en última instancia, de las opciones escogidas por las
personas para satisfacer ciertas necesidades funcionales y deseos.
Nuestras necesidades y deseos se expresan, en términos económicos, en
la demanda de materias que realiza el consumidor, y es esta demanda de
bienes y servicios la que rige y conduce los procesos de producción que
consumen recursos -incluyendo recursos energéticos-, y emiten los
agentes contaminantes -incluyendo el dióxido de carbono y otros gases
de efecto invernadero.
Hay, por supuesto, un importante signo de interrogación sobre el grado
en que estas materias satisfacen o no nuestras necesidades y deseos. La
asunción de la economía tradicional es que lo hacen - o bien no los
compraríamos. Pero esta asunción también ha sido objeto de crítica
entre los economistas que argumentan que existe cierta inexactitud
entre la proliferación de bienes económicos y servicios, y la
satisfacción de las necesidades del ser humano. No todas las cosas que
compramos contribuyen de forma igual a nuestro bienestar. Y esta
argumentación gana apoyos al observar que el nivel de satisfacción en
la vida no ha cambiado mucho en las economías desarrolladas durante los
treinta años pasados a pesar de que se ha doblado el gasto del
consumidor. Además, otros estudios muestran que aquéllas economías con
actitudes altamente materialistas puntúan menos en bienestar subjetivo
que ésas con actitudes menos materialistas.
Para entender cuál sería el nivel de consumo sostenible, sería bastante
útil saber cuántas emisiones de gases de efecto invernadero son
atribuibles a qué clases de necesidades y de deseos. ¿El impacto viene
principalmente de necesidades de subsistencia (alimento y ropa)? ¿O de
protección (hogar y seguridad)? ¿O de nuestras demandas del ocio? ¿O de
la necesidad de comunicarse con nuestra familia y amigos? ¿Cuánto
carbono es atribuible a estos sectores de demanda? En términos más
amplios, estas preguntas exigieron el desarrollo del marco de estudio
para poder trazar la relación entre nuestras necesidades y deseos, y su
impacto en el ambiente.
Este marco resulta útil por varias razones. En primer lugar, permite
que identifiquemos puntos-calientes: los sistemas de servicio de
producto que son más significativos en términos de impacto de carbono.
Esta identificación puede ayudarnos a diseñar el cambio hacia una nueva
economía menos intensiva en carbono y a entender en detalle qué
características técnicas, de comportamiento y de actitud son las más
importantes para alcanzar este cambio. Puede también permitir que
exploremos los conductores sociales subyacentes que generan nuestro
impacto de carbono. Uno de los debates clave alrededor del consumo
sostenible se refiere a cuánto del impacto ambiental de la sociedad
moderna se puede asociar a la ampliación de las aspiraciones del
consumidor, y cuánto de ese impacto es el resultado de la manera como
nuestros sistemas de servicios de productos se han desarrollado, en
términos técnicos e institucionales. En otras palabras, ¿cuánto del
impacto cada vez mayor sobre el clima es causado por la búsqueda del
lujo? ¿Y cuánto impacto es simplemente función de la arquitectura
institucional familiar dentro de la cual la gente procura vivir sus
vidas cotidianas?
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El entretenimiento y el ocio, los principales emisores de carbono |
El
estudio del Centre for Environmental Strategy define este marco para
poder atribuir las emisiones de carbono a la demanda subyacente de
bienes y servicios que consumimos para satisfacer nuestras necesidades
funcionales. Usando un modelo de input-output de emisiones de CO2 en
los estadios de producción y consumo, el estudio reasigna todas las
emisiones directas e indirectas de carbono asociadas al consumo en el
Reino Unido, a las necesidades funcionales de último nivel del propio
consumidor.
Desde la perspectiva tradicional de producción la categoría de
“Producción de Electricidad” tiene las emisiones más altas en cerca de
24 MtC (millones de toneladas de carbono anuales); la categoría de
“Otros Transportes Terrestres” (que comprende el transporte por
carretera de mercancías, autobuses, coches, taxis, etc.) y la categoría
“Industrias de Refino” se sitúan en la segunda y tercera posición en
emisiones con 7.9 MtC y 7.1 MtC respectivamente. Las categorías
referentes a la provisión de productos finales y servicios para el
consumidor obtienen unas emisiones totales de menos de 2 MtC. Desde
esta perspectiva se muestran unas emisiones totales en el Reino Unido
de 88.1 MtC. Se excluyen del cómputo final las emisiones de combustible
de aviación (11.0 MtC), la electricidad doméstica (22.0 MtC), uso
doméstico de combustible (25.3 MtC), uso de combustible para el
transporte privado doméstico (18.3 MtC) y el balance (11.7 MtC), que
juntas suman un total de 88.3 MtC.
En el estudio, las emisiones de carbono generadas por las actividades
económicas necesarias para suministrar cada servicio o producto
individual se suman conjuntamente para obtener una fotografía completa
de todo el carbono atribuible a ese producto o servicio. En esta
perspectiva de consumo se incluyen las emisiones adicionales del
balance comercial de carbono del Reino Unido. Con esta reasignación las
emisiones de la categoría “Producción de Electricidad” se reubican
completamente en las categorías del usuario final de esa electricidad.
Por ejemplo, la categoría de Hoteles, Catering y Pubs ahora incluye las
emisiones de la generación de la electricidad usada para la calefacción
y aire acondicionado de estos locales y para cocinar la comida en el
restaurante. La cadena de abastecimiento para la categoría de Hoteles,
Catering y Pubs obtienen ahora las mayores emisiones de carbono con 8.3
MtC. Finalmente, estas categorías de consumo pueden ser sumadas
conjuntamente según las necesidades del consumidor de último nivel. Con
esta perspectiva, las emisiones de electricidad doméstica, el uso
doméstico de combustible y el uso doméstico de combustible para el
transporte privado también se incluyen, aunque las emisiones del
combustible de aviación quedan todavía excluidas. Así, el estudio
clasifica las emisiones de carbono de productos y servicios en
categorías de necesidades de consumo de último nivel:
1.- Entretenimiento y ocio
2.- Calefacción de espacios
3.- Comida y abastecimiento
4.- Hogar
5.- Salud e higiene
6.- Ropa y calzado
7.- Desplazamiento al trabajo
8.- Educación
9.- Administración pública y defensa
10.- Comunicación
A su vez, cada categoría puede dividirse en emisiones directas,
indirectas o causadas por el transporte. Se consideran emisiones
directas a las emisiones asociadas con el consumo directo de
combustibles fósiles (no relacionados con el consumo) y electricidad en
el hogar. Las emisiones indirectas incluyen las emisiones
contenidas en bienes y servicios, incluyendo la energía requerida para
producir estos bienes y servicios así como las emisiones generadas por
la calefacción, climatización e iluminación del sector servicios y
gubernamental. Las emisiones relacionadas con el transporte incluyen
las emisiones generadas por el combustible destinado al transporte y
las emisiones indirectas contenidas en el transporte de los propios
bienes y servicios.
El estudio confirma que, desde la perspectiva tradicional de
producción, los sectores con las emisiones más altas del carbono son
los asociados a la generación de la energía y al transporte (por aire,
agua y tierra). Después de la re-atribución de emisiones según las
necesidades funcionales, las categorías más importantes que resultan en
términos de emisiones de carbono son: entretenimiento y ocio (31.6
MtC), calefacción de espacios (24 MtC) y comida y abastecimiento (22.4
MtC). El carbono atribuible al mantenimiento de la casa (22.2 MtC) es
también significativo, al igual que el carbono atribuible a la salud y
a la higiene (21.7 MtC). Cabe recordar que las emisiones de aviación
están excluidas de estos cálculos porque los investigadores no
disponían de datos suficientes para ubicar los viajes en avión con el
propósito funcional. En total, los consumidores británicos usan
productos y servicios con una huella combinada de carbono de 176.4 MtC.
Categoría
| Millones de toneladas de Carbono (MtC)
| %
| Actividades incluidas (ejemplos)
| Entretenimiento y ocio
| 31.6
| 19,1%
| Transporte
privado (41%), servicios de transporte (41%), ocio y entretenimiento,
dispositivos domésticos (25%), vacaciones, alcohol y tabaco, etc.
| Calefacción de espacios
| 24.0
| 14,5%
| Calefacción, combustibles fósiles al por menor (75%)
| Comida y abastecimiento
| 22.4
| 13,5%
| Transporte
privado (5%), servicios de transporte (5%), comida, bebidas no
alcohólicas, dispositivos domésticos (25%), cocción, etc.
| Hogar
| 22.2
| 13,4%
| Transporte
privado (3%), servicios de transporte (3%), servicios financieros,
vivienda, dispositivos domésticos (25%), luz, mobiliario, etc.
| Salud e higiene
| 21.7
| 13,1%
| Transporte
privado (7%), servicios de transporte (7%), salud, higiene,
calentamiento de agua (50%), dispositivos domésticos (12%), etc.
| Ropa y calzado
| 16.1
| 9,7%
| Transporte privado (3%), servicios de transporte (3%), calentamiento de agua (50%), efectos personales, etc.
| Desplazamiento al trabajo
| 13.1
| 7,9%
| Transporte privado (36%), servicios de transporte (36%)
| Educación
| 7.9
| 4,8%
| Transporte privado (4%), servicios de transporte (4%), educación, libros y periódicos
| Administración pública y defensa
| 4.8
| 2,9%
| Administración pública y defensa
| Comunicación
| 1.6
| 1,0%
| Correo y comunicación
| Total
| 165.4
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| Emisiones de aviación
| 11.0
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Conclusiones para reflexionar |
El
estudio indica que el consumo en el Reino Unido es responsable de más
emisiones de carbono que las atribuibles a su producción nacional,
apoyando la hipótesis del “asilo de contaminación”, al contabilizar las
emisiones de carbono generadas en otros países pero cuyos productos se
consumen en territorio británico. Así, las emisiones de carbono
atribuibles a las pautas de consumo del Reino Unido son
significativamente más altas que las calculadas en estudios anteriores
basados en los procesos de producción. Este resultado apoya la
hipótesis de que a medida que las naciones industrializadas se
desarrollan, progresivamente soportan sus pautas de consumo exportando
las industrias intensivas en uso de materiales y energía a países menos
desarrollados, e importando directamente cada vez más productos
terminados. A la vez, la economía tiende a basarse más en el sector
servicios. El “balance comercial de carbono” del Reino Unido asciende
por lo menos al 7% (11,7 MtC) del total inventariado en la nación
(176,4 MtC), aunque los mismos investigadores señalan que este balance
puede estar sustancialmente subestimado debido a sunciones que hicieron
sobre las infraestructuras energéticas de los socios comerciales del
Reino Unido.
Un segundo resultado impactante es la alta proporción de emisiones de
carbono atribuibles al creciente sector de Entretenimiento y Ocio.
Representan casi el 20 % de las emisiones totales, liderando la
categoría con mayores emisiones desde la perspectiva de necesidades de
consumo de último nivel. Aunque las emisiones asociadas con los
artículos de primera necesidad como la comida, la vivienda y el confort
(calefacción, etc.) son también claramente sustanciales, la demanda
creciente de servicios de entretenimiento y ocio resulta claramente
problemática desde la perspectiva del carbono. Las crecientes
aspiraciones del británico para comer fuera, viajar por ocio, salidas
de fin de semana y otras actividades recreativas están haciendo que
alcanzar el objetivo de reducción de carbono resulte una tarea cada vez
más dura de lograr para el Gobierno del Reino Unido.
Acerca de los conductores subyacentes de emisiones de carbono parece
claro que la expansión de las aspiraciones de los británicos por un
mejor estilo de vida y la satisfacción de los deseos son un factor muy
significativo en la ecuación. Al mismo tiempo, una cantidad
considerable de emisiones de carbono se deben a algunas actividades
domésticas bastante básicas: la calefacción y el mantenimiento de
nuestro hogar, la alimentación propia y de nuestras familias, el
traslado al lugar de trabajo y el cuidado de nuestra salud e higiene.
En otras palabras, sería un error colocar la culpa del cambio climático
enteramente a las crecientes aspiraciones de los consumidores. Al menos
una parte de responsabilidad debe recaer en las infraestructuras e
instituciones a través de las cuales la gente normal satisface sus
necesidades cotidianas de subsistencia, protección y comunicación con
familia y amigos.
En términos generales se han identificado 4 fases para tender hacia una
economía menos intensiva en el uso de carbono: (1) la eficiencia
energética, reduciendo las emisiones relacionadas con el sobreuso de la
energía, (2) la gestión del carbono, priorizando las actuaciones sobre
las fuentes de carbono directamente controladas, (3) cadenas de
abastecimiento, optimizando las oportunidades de reducción de emisiones
a través de análisis de ciclo de vida de los productos con impacto de
carbono, y (4) reemplazo de productos, diseñando productos y servicios
apropiados para satisfacer las necesidades del consumidor de forma
menos intensiva en el uso de carbono.
Estos comentarios no desenredan completamente la complicada mezcla de
factores que conducen las pautas de consumo modernas. Sin embargo,
sirven para ilustrar que la reducción de las emisiones de carbono de la
economía británica o de cualquier otra del mundo más industrializado
requerirá un esfuerzo sofisticado: mejorar los procesos de producción
en toda la economía; reducir la necesidad de viajes diarios mejorando
el diseño y los procesos de planeamiento urbanos; aumentar el uso de
las energías renovables (no fósiles) en hogares, oficinas y fábricas;
mejorar la arquitectura institucional destinada a proporcionar
servicios funcionales; redirigir aquellos elementos que dejan al
consumidor impotente para cambiar sus vidas y poder reducir su impacto
de carbón; ejemplificar buenas prácticas por parte del Gobierno para
reducir el uso de energía en edificios del sector público y de
servicios; y encontrar formas nuevas e innovadoras para satisfacer las
aspiraciones de los consumidores en entretenimiento y ocio. La
cooperación también resultará esencial a nivel internacional en vistas
de las cada vez mayores cadenas de abastecimiento de productos y de la
creciente interdependencia de economías nacionales. Éstas son algunas
de las cuestiones sobre las que los actuales debates sobre reducción de
emisiones, consumo sostenible y cambio climático, deberían ocuparse.
Considerar el origen de los ingredientes de nuestras comidas, el uso de
neveras eficientes y rechazar aquellos productos con demasiado embalaje
son acciones útiles, pero el mensaje del estudio de Carbon Trust y del Centre for Environmental Strategy de la University of Surrey
es otro. Debemos ser conscientes que todo lo que hacemos implica
emisiones de carbono y no solamente la aviación o la calefacción. En
Noviembre del 2006 y bajo la organización de Stop Climate Chaos salió en Trafalgar Square la mayor manifestación ambiental del Reino Unido. |
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