El alza del precio del petróleo con la dependencia que tiene nuestro país que importa un 87,6 % de la energía consumida, -un 48,4 % de petróleo, un 23,7 % de petrogás, un 10 5 % de uranio enriquecido y un 5% de carbón-, nos sitúa en un escenario energético de riesgo. Es evidente que requiere de un plan de ahorro energético, de eso existe poca duda. Pero también que debería impulsarse la autoproducción con tecnologías que aprovechan las energías renovables, algo que sólo en el ámbito doméstico (viviendas) y pequeñas y medianas empresas podría alcanzar fácilmente el 20% sin coste para el erario público, con sólo facilitar la interconexión eléctrica y la denominada medición neta (net metering). Que el fin del petróleo barato obliga un cambio de hábitos no lo duda nadie cuerdo, el tema es sí se dan las condiciones para este cambio. Y la realidad es que más allá de las medidas del Gobierno, puramente simbólicas o rituales, no se ha puesto las bases reales para que este cambio y ahorro energético sea posible.
Para iniciarse en el ahorro es preciso visualizar el consumo energético dentro de la vivienda.
Las ciudades españolas concentran un 70% de la población y consumen el 75% de la energía, generando el 80% de las emisiones de efecto invernadero. Esta población está cautiva frente a la imposibilidad de participar en la reducción real de energía. Es evidente que, según reconoce el propio IDAE, el 16% del consumo eléctrico en España se debe a los más de 70 de millones de electrodomésticos cuando funcionan. Y que de éstos, una buena parte incorpora el llamado consumo oculto o consumo en modo stand by, una demanda eléctrica que representa cerca del 5% del consumo de los hogares. Para atajarlo bastan regletas con bases de enchufe y un interruptor, o simplemente el hábito de apagar aparatos permanentemente encendidos, como los routers para la conexión a internet (de media, entre 8 y 12 W de potencia según modelos). También es cierto que la clase energética de los electrodomésticos pueden generar reducciones de hasta un 50% respecto a modelos menos eficientes. Que la temperatura de climatización de un grado de más o menos puede suponer de un 5 a un 15 % de energía más. Se dice que en verano, el aire acondicionado a 26 ºC de temperatura en España es suficiente y correcto, sino es que vas demasiado abrigado. Pero, a 28 ºC con una humedad (que todas la bombas de calor reducen) a un 40 %, ya se crea un ambiente agradable y un ahorro del 15 % por estos 2 grados de más. Sin duda, hay posibilidades pero, sinceramente, son pocas. Una vez ya las hemos adoptado, ¿qué más podemos hacer?
La climatización de los edificios y viviendas es una parte importante del consumo energético. La mayoría no son de clase energética eficiente.
La clave para emplearse a fondo en una verdadera reducción del consumo de energía reside en la alfabetización energética de nuestra sociedad, y para ello es fundamental visualizar el consumo energético en el hogar, contabilizado por las corporaciones energéticas mediante los contadores de energía, poco visibles incluso para dar la lectura a la compañía eléctrica. Para visualizar nuestro consumo eléctrico doméstico existen los smart meters, o visualizadores del consumo energético instantáneo, que, colocados en la entrada de la acometida eléctrica en el hogar, permiten ver desde cualquier estancia del hogar, el consumo eléctrico instantáneo y tomar mediciones acumuladas por horas, días o meses. Pero también hay controladores para determinados aparatos de los que tenemos enchufados. El Gobierno insiste en que se tomen medidas de ahorro. Consejos no faltan y las guías para esforzarse, se reproducen casi solas. Pero lo que falta es visualizar el consumo energético, sumar y restar, ya que sin apreciarlo no se pueden tomar medidas, no sólo en el hogar sino también en el trabajo. Éste es uno de los motivos principales que provoca que ninguna medida de ahorro puede avanzar realmente, sino se facilita, se divulga y se incentiva la instalación de pequeños medidores de energía instantánea. En España se comercializan de forma general sólo dos modelos, pero en el Reino Unido hay hasta una decena de contadores domésticos, y los precios no superan los 50 euros. En otros países esa visualización del consumo eléctrico se ha facilitado y la reducción del consumo no se ha hecho esperar. Si nos familiarizamos con conceptos de energía claves, empezando por ejemplo por el consumo eléctrico en nuestros hogares, dejaremos de ser analfabetos energéticos.
La medición neta eléctrica: la clave para el ahorro
Por cada kilovatio eléctrico consumido pagamos de 0,14 euros a 0,20 según se contabilice. Con un sistema fotovoltaico en el tejado de la comunidad de vecinos o en la vivienda pareada, con los precios actuales, se genera por 0,30 euros y el sistema se amortiza en menos de 10 años. Pero la legislación actual no lo permite de forma sencilla y asequible para particulares, resulta una odisea de trámites y burocracia. Una instalación solar fotovoltaica en el tejado de una comunidad de vecinos de 2 kW (apenas 20 m2 de superficie) puede ahorrar hasta un 30% de los gastos energéticos de la comunidad. Su coste apenas supera los 7.000 euros y su vida útil puede superar los 25 años. Pero, mientras el gobierno dicta normas para el ahorro, impide de facto la autoproducción energética que sería una de las principales bazas para reducir la dependencia energética nacional y, dicho sea de paso, la seguridad del país.
En países con menos sol que en España se permite la medición neta para la autoproducción energética con energía solar fotovoltaica y otras tecnologías renovables. Solarsiedlung(barrio solar) de Freiburg en Alemania.
En las comunidades de vecinos con climatización centralizada se podría ahorrar energía con microturbinas de cogeneración que producen electricidad y calor a la vez, con una eficiencia que supera el 80 %. Tampoco se facilita. Detrás de toda la parafernalia por culpabilizar el consumo energético de las viviendas, el Gobierno no se atreve a impulsar una medida que permitiría un notable ahorro económico en la contabilidad nacional (reducción de la importación de combustibles fósiles y nucleares), porque es rehén de las corporaciones energéticas que venden kilovatios. Cada kilovatio autogenerado o ahorrado, es un kilovatio que no ingresarían. Sólo las centrales nucleares de este país ganan al año 7 millones de euros netos. Estos beneficios centralizados, y no otros, son el motivo que bloquea el ahorro autogenerando energía verde por parte de la ciudadanía.
Impulsar la bicicleta como sistema de transporte urbano
Cada familia gasta una media de 900 euros al año en combustible para su vehículo privado. Un 20% de éste corresponde a recorridos de menos de 5 km que podrían fácilmente hacerse con bicicletas. Pero, una vez más, el Gobierno no se atreve a potenciar un vehículo limpio que en las ciudades contribuiría a mejorar la calidad del aire y ahorraría combustibles fósiles. Se proponen planes Renove para los neumáticos de automóviles, pero, ¿por qué no se baja el IVA de las citybikes –incluso con apoyo eléctrico (no de las bicicletas para deporte y ocio) del 18 al 7% y se potencia su uso además de intervenir para minimizar el riegos de robo? La bicicleta permite desplazamientos urbanos sin consumo energético y que, en una ciudad con el tráfico pacificado y carriles-bici bien segregados, la convierte en un vehículo seguro, ecológico y saludable. Pero, a pesar del incremento del precio del petróleo no se toman estas medidas aunque el transporte supone cerca del 40 % del consumo total de la energía en España.
Una bicicleta en la ciudad es un auto menos. Habría que incentivar fiscalmente su uso urbano en un entorno de tránsito pacificado.
Se insiste en el alumbrado público de las carreteras y las calles que costó el 70% de la factura eléctrica nacional según el Gobierno. Pero lo que no se dice es que más allá de cambiar el sistema de iluminación se podrían introducir ahorros del 50% con simplemente atenuar la intensidad lumínica de las farolas viales en la segunda mitad de la noche cuando el tránsito es mínimo. No es una cuestión de seguridad ciudadana, sino de sensatez energética. Es mucho más fácil y eficiente instalar sistemas de regulación lumínica en el actual sistema de alumbrado, que no sustituirlo por lámparas LED, que además rinden menos que las convencionales de sodio (que son las mayormente instaladas en el alumbrado público).
Las normativas de ahorro energéticas que no se toman
Los coches pueden soñar sin luz en los párquings. Sin embargo, no hay normativa que obligue a que estén a oscuras cuando no hay personas en los aparcamientos. Los ingenieros y arquitectos prefieren dejar los párquings iluminados, argumentando cuestiones de seguridad, como si un fluorescente encendido equivaliera a un perro guardián. En pleno siglo XXI, cuando hay automatismos de alta seguridad para que se encienda la luz de un recinto subterráneo justo al entrar un vehículo o una persona, éstos no se instalan, entre otras cosas porque no son obligatorios. Lo mismo sucede con la iluminación de las cabinas de los ascensores. La normativa obliga a que al abrir la puerta haya luz, pero para ello simplemente se dejan arder fluorescentes o halógenos en las cabinas durante 24 horas ¿Por qué no hay una normativa que obligue a que tanto párquings como ascensores estén sin iluminación mientras no los usa nadie? El ahorro calculado para una comunidad de vecinos puede alcanzar los mil euros anuales de media. Todos los kilovatios gastados para que los coches sueñen en colores, se los embolsan las grandes corporaciones energéticas. La temporización de la iluminación es otro aspecto clave del ahorro que no está regulado. Existen detectores volumétricos y sensores lumínicos, para ahorrar energía hasta un 80% en muchos espacios, pero tampoco es obligatorio. Y es que el ahorro energético de la ciudadanía al Estado, no le interesa realmente.
Los párquings subterráneos podrían tener las luces apagadas cuando no hay nadie en su interior. Los coches no la necesitan para no sentir miedo a la oscuridad.
Las renovables en la ciudad la clave
La implantación de las energías renovables, en especial la micro-cogeneración y sobretodo la energía solar fotovoltaica, aunque también la producción de agua caliente sanitaria con energía solar térmica están en el epicentro para un verdadero ahorro energético. Sin embargo, la autoproducción energética no está permitida. La generación solar térmica para agua caliente sanitaria, a pesar de estar obligada en los nuevos edificios, no dispone de los elementos mínimos de control para su buen funcionamiento. Mientras los Gobiernos sigan al servicio de las grandes corporaciones energéticas, -en España cinco compañías monopolizan el 95% del mercado energético-, no se tomarán medidas que beneficien verdaderamente a la ciudadanía y a la sociedad. Hay que exigir la apertura de la puerta de la llamada generación eléctrica distribuida con renovables, o no podremos superar la dependencia del crudo y sus derivados.
Un simple sensor volumétrico puede facilitar un importante ahorro energético en la iluminación.
Con este panorama, el Gobierno español toma medidas para reducir los incentivos a las renovables cuando son la salvación nacional, -sin confesar que los disparates que se han argumentado contra la fotovoltaica, son consecuencia de su encabezonamiento en no permitir realmente la generación distribuída. Los sobrecostes respecto a las energía sucias y finitas, son porque éstas no pagan los impactos ambientales (aire contaminado, residuos tóxicos, vertidos de petróleo, contaminación radiactiva, etc.). Contra todo pronóstico se decide apoyar el sucio carbón. En marzo de 2011, el gobierno del Reino Unido también plantea un giro de 180 grados restringiendo los subsidios que se pagan a las energías renovables en su territorio, reduciendo drásticamente las ayudas a nuevas plantas solares. A pesar del retraso en la diseminación de las tecnologías renovables que esta postura pueda generar, su planteamiento es distinto: sólo las pequeñas instalaciones domésticas de menos que 50kW de capacidad, -suficiente para cubrir 15 azoteas de una casa, pero no un gran tejado de una fábrica o un granero-, podrán recibir el subsidio máximo. El resto de instalaciones mayores, gozarán de una tasa de retorno menor, alrededor del 5%, en lugar del 12% destinada a proyectos más pequeños. El gobierno británico argumenta que la reforma es necesaria porque los subsidios, pagados agregando una pequeña cantidad a la factura eléctrica, fueron pensados para promover la energía solar entre los hogares, pero el mercado solar atrajo a los especuladores de la City londinense por la perspectiva de tasas de rendimiento del 10% o más.
Que no nos engañen. Mientras el Gobierno español se lamenta por el coste del precio del petróleo, y apela a la cultura del esfuerzo para salir de la crisis, impide la participación ciudadana en la producción energética renovable y distribuida. Es un engaño para que sigamos siendo rehenes energéticos. La libertad empieza por dejar el analfabetismo energético, algo que está al alcance de cualquiera. El primer paso a la acción es dejar de comprar kilovatios sucios y comprar kilovatios limpios en las compañías que los ofrecen producidos con renovables.
Artículo elaborado por el equipo de terra.org. Fotos: Fundación Tierra.