Llevo varias mañanas de este placido y extraño otoño disfrutándome con pasión el trayecto al kurro. Hoy mismo y ya desde la ventana medio abierta de la habitación, lo que supongo ha sido una inversión térmica me ha hecho sentir el ambiente calido especial de estos días dislocados, incluso me ha recordado los percibidos en zona tropical. Esto tiene pinta de ser el otoño más caluroso de quizás decenas de ellos ...¡¡ hello, cambio climático acelerado ¡¡
A las 7:30 de la mañana la temperatura ambiente era curiosamente agradable y ha hecho que me plantee lo idóneo de ponerme calzón corto contra el largo que ya comienza a ser el habitual.
Mi peculiar trayecto al trabajo está ganando puntos insospechados desde que he decidido levantarme algo más pronto y sustituir el congestionado metro con la bici plegada por el pedaleo placentero y tremendamente eficaz. Resulta que invierto casi los mismos tiempos en viajar bajo tierra que rodando sobre ella. Con cronometro en mano y con la bici siempre, el trayecto en metro + 2,70 km a pedales me lo hago en unos 35 minutos. El trayecto pedaleando 14 km me lo ventilo en 42 minutos de media y suave pedaleo sin subidas en la ruta y con viento a favor.
El viaje en metro me permite disfrutar de lectura matinal mientras la mente se va preparando para convivir con la cotidianidad diaria y donde la bici roba un apoyatraseros a un viajero, algo que no me deja indiferente. Si voy en bici como ahora hago cuando el tiempo acompaña, me pierdo la lectura en papel y para compensar estoy entrenándome en la lectura del paisaje y en algunas de las cosas que en el van ocurriendo.
Vivo en un barrio en pendiente en una ciudad dormitorio de la gran BCN. En poco más de 5 minutos y gozando la bajada con prudente velocidad, sorteando en un tramo coches y autobuses que mueven a kurrantes rumbo a sus labores, me pongo a la altura del río Besos, en su época del más sucio del mundo, ahora por fortuna mucho menos. Me toca colarme, por horarios de apertura, por debajo de la valla de uno de los accesos al Parc Fluvial del Besos, que dispone de un regalo bicicletero excepcional, unos 4 kilómetros de carril bici en perfecto estado de disfrute. Ya en el, me cruzo con algún lanzao en pleno entreno y caminantes matutinos que se saltan a la torera los horarios de uso y disfrutan de la tranquilidad al encajonarse en ese espacio. Mientras, arriba, los pitidos anuncian que está en marcha la hora punta en accesos a la ciudad, la Ronda del Litoral trina y los puentes que me paso por debajo en la ruta, van cargados de vehículos generalmente con un solo conductor, aprecio de lejos pero imagino sin verlo.
En esta zona de privilegio y perfecto carril bici, llevo varios días tragándome más de un mosquito, la humedad del lugar y el laborioso césped me parece que es zona preferida de vete a saber cuantas especies de insectos voladores. Por tramos, el río al lado del cauce cuenta con tímidas hileras de ribera vegetal en forma de setos arbustivos. Echo a faltar el desayuno de aves insectívoras en el lugar, que estos días estarían sin duda de fiesta mayor, como una familia de admirables murciélagos con los que me he cruzado, que volaban como alocados. Al rato he reflexionado sobre lo que nos parecíamos ellos y yo cuando al abrir la boca más de un mosquito se me ha colao. Debe tratarse de eso, abrir y pasar/volar rápido que algo cae seguro.
Hay dos tipos de pájaros que aparecen en mi horizonte mientras ruedo a 20 por hora y con suavidad gozosa rumbo a la línea de mar. He llegado a contar en unos 10 minutos hasta más de 7 pajarracos metálicos de miles de kilos, de estos que consumen como mínimo 120 litros de combustible por minuto, en descenso hacia al aeropuerto del Prat por la entrada norte. Todos ellos uno detrás del otro. Pero los que más me seducen son las bandadas que aves que este inculto ciclista urbano que escribe no llega a identificar por no haberse estudiado y observado las autenticas bellezas del mundo. Mis conocimientos, sin embargo, me permiten flipar con una bandada de ánades que hoy me los he encontrado subiendo por el río a destino ignorado para mí pero que al rato creo que eran los que iban bajando. Algunas gaviotas subían, quizás en busca de algún vertedero nutricional y otras aves que ya no llego, lo mismo. Es un bello espectáculo urbano verse el horizonte donde un sol despunta y en el cual unas siluetillas aéreas se mueven.
En el horizonte dos símbolos energéticos se solapan. Detrás, la más maravillosa y limpia central de energía comienza a invadir espacios y envuelve los aceros de las instalaciones de una sucia fabrica de CO2. Llego a la zona energética de la ciudad, a la derecha del río la central térmica del Besos y a la izquierda la central térmica de Badalona, una pieza presente en el skyline de la city, con sus tres enormes chimeneas en primera línea de mar. Estas eficientes fábricas de CO2 están preparadas para aportar vatios cuando más falta hagan, por suerte y por la lucha social aquí se quema en vez de sucio carbón, gas natural de Argelia, ese país con dictador impuesto a cambio de la garantía de servicio para consumidores acomodados de la vieja Europa.
Supero el estrés visual en cuanto me pongo en paralelo con el trazado del flamante y novedoso tranvía, el Trambesòs (excelente web no oficial y reivindicativa), allá donde este tienen inicio y final de trayecto, la estación de Sant Adría del Besos. Un excelente carril bici me permite pedalear con tranquilidad y hay ocasiones en que me llego a emocionar. Se da la circunstancia con frecuencia, que tres de los más eficaces medios de transporte urbano van a la par rumbo al corazón de la ciudad: el cercanías de RENFE, el tecnobello tranvía y mi espléndida bicicleta. Voy coincidiendo cuando salto el río por su puente modélico en servicios para la movilidad sostenible, con la salida ya en avance de esa bola de fuego cósmico al que llego hasta saludar de la alegría y serenidad que me produce vivir y disfrutar del espectáculo.
Al rato paso rápido delante de la incineradora de residuos urbanos, lugar al que se le llega a denominar planta de eliminación, otro solemne engaño de una especie a estas alturas idiota. Lo que ocurre es todo lo contrario, gases sucios y dioxinas ocupan más volumen de aire que cuando ese volumen es valioso recurso. Además la incineración deja al fnal un 30% de cenizas altamente tóxicas que hay que tirar en algún sitio. ¡¡ Culpables todos ¡¡, mientras seamos maquinas sin control de consumo. Creo que a la ecointeligencia social todavía le queda un rato. Para ver en imágenes animadas el interior de una fábrica de falsa eliminación y conocer lo que nunca te han contado, es decir, como funciona de verdad una sucia incineradora, pincha aquí.
Paso delante del pergolón fotovoltaico ¡que mira que es grande!, situado en el recinto donde ahora se subastan miles de recursos utilizados durante el forum de unas culturas y políticas llenas de contradicciones.
Es un gozo despedirme del tranvía, que a esas horas lleva en el primer tramo el 40% de ocupación. Paso delante de hoteles hechos para impresionar, que vacilan de disponer de vistas al mar, aunque se olvidaron al construirlos de que el mar tendría que estar donde están ellos ahora. Esas si que serian bellas vistas.... |