Amor ejemplar

Una imagen vale más que mil palabras y, si se trata de una boda, todas sus imágenes van acompañadas siempre de una amplia emotividad que no siempre es fácil de transcribir. Nuestra sociedad, digan lo que digan, ha ganado en respeto por la dignidad y libertad de la mujer aunque todavía queda mucho por hacer. A estas alturas del siglo XXI todavía no es un camino fácil. Un ejemplo es el error de confundir la multiculturalidad sana con la que, argumentando "tradiciones", frena los derechos de la mujer de otros pueblos que conviven con nuestros logros de igualdad, -logros siempre mejorables. En nuestra sociedad, cualquier conducta que atenta contra la igualdad de la mujer debe ser corregida sin excusas, ya que los derechos de la mujer no pueden ser inferiores a los del hombre bajo ninguna argumentación, -pero este es otro tema, que me aparta del contenido al que iba.

Hace unas semanas, compartí la ceremonia del matrimonio civil de una compañera con su pareja. Más allá de las emociones por esta dicha, el evento fue también una lección de Vida de la que no puedo ser ajeno. Para mí, compartir esta dicha es también celebrar una sociedad más "sostenible", no sólo ambientalmente, sino de respeto por la libertad de acción de las personas, especialmente cuando es el fruto del amor.

Que dos mujeres se quieran y además se casen, conlleva todavía reticencias socioculturales para muchas personas, incluso para los familiares más allegados. La noticia de que sus hijas se casan les invita a superar el shock inicial con el antídoto del amor que representa la elección hecha por dos personas, con responsabilidad e independencia del sexo. El matrimonio gay ha sido demonizado aún cuando vivimos en una sociedad democrática, no teocrática. El matrimonio es un derecho civil, que formaliza  un contrato de convivencia y de compromiso entre dos personas. El Estado español es un estado laico y democrático. Sin embargo, en las mazmorras del poder, los líderes de la religión católica trabajan para que el matrimonio canónico sea entendido del mismo modo que el matrimonio civil. Son diferentes. El matrimonio canónico es una elección, el matrimonio civil es un derecho inalienable, ajeno al sexo de los contrayentes. Que los prelados del cristianismo defiendan el matrimonio canónico, exclusivamente entre un hombre y una mujer, es su opción, pero no les pertoca, por ética, cuestionar la vigencia de un derecho civil. Un derecho que, insisto, nada tiene que ver con el derecho canónico que rige el matrimonio en la fe católica, también respetable.  

El matrimonio civil garantiza derechos inalienables que van más allá del sexo entre las personas. En ningún artículo de la Constitución española está escrito que el matrimonio sea la antesala de la procreación o de un sacramento y que deba ritualizarse de una modo específico. El matrimonio es un término que designa un derecho civil, el cual es la formalización del compromiso de amor entre dos personas con independencia de su sexo, creencia o raza.

Una sociedad democrática y avanzada debe garantizar este derecho, pues es una expresión de la libertad de sus ciudadanos, respecto a lo que escogen para la expresión de su intimidad vital. Por eso, cada vez que una pareja de hombres o mujeres se casan entre sí, están dándonos un claro ejemplo de que la unión en pareja gay está inscrita por esencia en el derecho de familia.  La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, en declaraciones públicas ha argumentado que “los derechos de los gays no son nada nuevo, son derechos humanos;  y bajo la ley internacional las parejas homosexuales tienen derecho a la misma protección que las parejas heterosexuales”.

La boda civil de Silvia y Marta o viceversa, seguramente podía haber sido un ritual celebrado en la intimidad, pero quisieron compartirlo con sus allegados. Al hacerlo, -sin darse cuenta, o seguramente sí-, a todas las personas invitadas, además de sumergirnos en un mar de emociones sublimes, nos permitieron ser testigos de la fuerza de un Amor ejemplar en esta dimensión terrenal. Y este antídoto universal que es el Amor, es una arma que no es patrimonio de ninguna religión ni creencia.

El amor es una semilla, el germen que todas las personas llevamos dentro por el hecho de ser humanas, aunque a menudo no lo dejemos expresarse. El verdadero amor es una herramienta para visualizar el dar y recibir que alimenta otra condición que nos hace humanos: la de ser felices. La felicidad de toda pareja es un ejemplo para la propia felicidad de los miembros de la sociedad que los acompaña.  Y esta felicidad, este amor del cual el matrimonio es la formalización de este hito, se convirtió en la ceremonia de Silvia y Marta y viceversa en el guión a favor de la dicha colectiva con la que estas dos mujeres nos expresaron su profundo amor a los asistentes. Un verdadero regalo para el corazón colectivo.

A veces, no es necesario dar detalles sobre lo que acontece. Toda crónica periodística se quedaría corta en este caso, incluso en lo ecológico. Sin embargo, por una vez, me gustaría que en estas palabras pudieras, tú lector, seguir el rastro de energía que en el éter todavía subyace de lo sucedido. De la misma forma que, tras una lluvia el aire es más fresco e ionizado y permanece, la bocanada de frescor amoroso que testimoniaron Silvia y Marta y viceversa todavía alimenta mi gozo, semanas después, por haber sido testigo de algo realmente conmovedor.

El 28 de septiembre 2013, entre viñedos, con la luz de un sol tímido pero a la vez vital, Silvia y Marta nos regalaron un bálsamo de emociones que colmó a todos los asistentes. Frente a cada detalle de una boda austera, pero cuidada y llena de detalles emotivos y sinceros, frente a cada palabra y gesto que nos compartieron, simplemente se puede testimoniar. Dar testimonio y expresar alto y claro que la fuerza del amor no tiene sexo, ni color, ni creencias. En una sociedad cada vez menos holística y alejada de lo frugal, celebrar el amor libre de prejuicios es un antídoto frente a la pujante intolerancia y homogenización social que nos amenaza a nosotros y a nuestro planeta.

Gracias Marta y Silvia y viceversa por vuestro testimonio lleno de amor, libertad y creatividad.

Modificado
09/02/2017

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