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En el metro, cada cuál con lo suyo |
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BIG Basura |
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Primero de año en Nueva York |
Comenzar un diario personal el primer dia del año tiene mucho de simbólico, pero también de necesario. En mi caso, el principal deseo que anima el comienzo es la autopropuesta de aplicarme y convivir cotidianamente con las acciones ecológicas y la vida más frugal. Y porqué? por el anhelo de querer caminar ligero y feliz, sin molestar y colaborando con los ocupantes de esta maravillosa Tierra en la que recibí el privilegio de la Vida. Estoy en New York, y esto tiene que ver con lo emocional. Mi hijo vive aqui desde hace un par años. Realizar un desplazamiento tan costoso ambientalmente y en tiempos de psicosis aérea, solo lo puedo argumentar por esas sensaciones mutuas y esas cosas que todos necesitamos. Lo cierto es que esta ciudad es tremenda, uno de los monstruos urbanos más intensos que se pueden conocer. No tengo a mano la cifra exacta, pero más de 8 millones de ciudadanos no paran de moverse por sus espacios. La red de metro, canonizada por las peliculas, tiene casi 500 estaciones distribuidas por el territorio. Millones de personas lo usan a diario. Arriba, en el exterior, por las arterias circulan una enorme cantidad de taxis, de los amarillos tan vistos tambien en las pelis y más de 70.000 ciclistas, y por supuesto... gente, gente que camina y camina. Tenia previsto recoger la bicicleta plegable que debe acompañarme en este peregrinaje diario por la ecología en una de las numerosas tiendas de la ciudad, dicen que la mejor: Bicycle Habitat en el Soho, pero la última tarde del año, a pesar de haber quedado en horario, con las ganas me he quedado. Entro en un bar de ambiente country lleno de gente contenta y con precios accesibles. Me comentan que es uno de los mejores de la ciudad, es el lugar donde entre amigos celebramos la fiesta del nuevo año, con cerveza barata y lo más sorprendente, sin un miligramo de humo de tabaco en el ambiente. La ciudad lleva un tiempo donde los fumadores lo tienen mal, solo se puede fumar en la calle y en contados lugares donde algo así como una urna aisla a los unos de los otros. En Times Square comienzan el 2004 cientos de miles de ciudadanos entre el derroche de ilusión y recursos, pero también de esfuerzos por la seguridad en este país acosado por el miedo. En un lugar de obligada visita a la ciudad, el Central Park, los corredores que me sorprenden llevan el dorsal 3.800. Nos hemos cruzamos con los participantes de la saludable Carrera de la Medianoche, que en tono festivo algunos corren, caminan, patinan por el gran pulmon verde de la ciudad. Nos dirigimos al encuentro de la fiesta ciclista organizada en el Castillo de Belverede por Times&Up, una de las organizaciones de defensa de la bici mas conocidas, el chofer de un Pedicap (los taxis a pedales de la ciudad) nos comenta que la fiesta ha terminado y que ha habido más de 200 bicicletas. Es hora de irse a dormir. Nuevo día, nuevo año. Almuerzo en un Diner que es un restaurante de esos tan típicos de las películas, donde un huevo con patatas y una tostada me recompone. Por la tarde, viajo en coche rodeando una parte de la Gran Manzana, camino de Brooklyn, un barrio al otro lado del río del Este, y donde entrego dos cocinas solares traídas desde Barcelona para activistas amigos. En metro vamos a la Grand Central, esa estación de tren que tambien todos hemos visto en las peliculas. Paseo hacia la luminosa y derrochadora Times Square. En una de las aceras un McDonald's con una montaña de basura me sitúa en la cantidad astronómica de residuos que se generan. La ciudad está tranquila y no ha pasado nada de lo que decían podria pasar, debe ser por la eficiencia de la alarma naranja o quizás porque las cosas son de un color más suave. He caminado 10 km y unos 30 km de metro, que para un visitante curioso quizás sea un computo normal. |
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