Puede uno imaginar movidas sociales de todo tipo, sin embargo, se agradecen aquellas que se inspiran en la lucha por la libertad de pensamiento y la democracia como razón de ser. Una de estas es el Movimiento Laico y Progresista. Es una coordinadora de diversas entidades que se consideran herederos de la tradición filsófica de la ilustración, representada en nuestro país por el republicanismo federal del siglo XIX y en todo el movimiento obrerista que ha hecho posible que hoy celebremos unas condiciones de vida y unas posibilidades de realización personal y colectivas amplias. Con sinceridad, este ha sido mi primer encuentro con un movimiento que inspira a más de 10.000 jóvenes no sólo en Cataluña, sino también en Baleares, Valencia y Aragón. Un movimiento que apuesta por la solidaridad, el compromiso social, la austeridad, la amistad, la cooperación, la integración, la justicia y la laicidad, elementos considerados imprescindibles para ejercer la libertad como vía para llegar a las cotas más altas posibles de felicidad personal y colectiva. Por ello las entidades que lo forman tienen entre sus principales misiones la educación en el tiempo libre, la sensibilización ambiental y la formación de los monitores que dirigen las más de cien entidades juveniles que se congregan alrededor de los valores de la laicidad y el progreso.
Hoy a terminado el encuentro anual donde se ha debatido sobre las actividades realizadas, el programa futuro y se ha reflexionado sobre lo que representa la laicidad, que nada tiene que ver con lo anticlerical. En esta ocasión el encuentro del Movimiento Laico y Progresista celebraba además la incorporación de una docena de entidades provinientes del escultismo laico: Acció Escolta. Me ha asombrado el espíritu de diálogo que se han sucedido en las diferentes sesiones de trabajo.
El logotipo del movimiento es un esbozo de una palmera, el árbol que surge como una escultura sobre uno de las calles más entrañables por su historia del casco antiguo de Barcelona, en la que la cúpula de la basílica de la Merced borda el cielo. La palmera sin duda es un buen símbolo, aunque quizás casual, para identificar la laicidad. Porqué la laicidad es la única ideología que defensa apasionadamente la libertad de pensamiento y de consciencia. Es el único valor que puede garantizar la convivencia de diferentes credos y espiritualidades, porqué la laicidad defiende con ardor tanto en el plano social como político la libertad personal de todos y cada uno de los ciudadanos. Lo que distingue a la laicidad como movimiento a favor de las libertades es creer que el progreso y la emancipación de la persona no se derivarán automáticamente de credo alguno sino de la creación de un espacio público, común a todos, en el cual desparezcan los yugos de la coacción, la alienación y la ignorancia. La laicidad es pues un espacio público desde donde florezcan mil flores y compitan entre si mil escuelas.
En fin, cuando uno trabaja para una organización que pertenece a un determinado movimiento filosófico necesita de vez en cuando de un baño de reflexión para dar continuidad al camino de la tolerancia, los derechos humanos, la crítica al poder y el desarrollo social y cultural.
Abandono el sitio de la concentración en medio del parc de Collserola por caminitos forestales montado sobre mi bici plegable. Aunque la carretera de acceso es inmejorable, escojo el camino forestal para continuar mis últimos devaneos laicos por entre un bello encinar a escasos kilómetros de la gran ciudad. Finalmente, llego al tren y los ombligos al aire me recuerdan que estoy nuevamente en el mundo más diverso y complejo que conozco. |