He venido a Madrid por varios motivos, y ya os digo que me encanta hacer la ruta. Pues para viajar desde Barcelona o viceversa existe la más práctica y sostenible de las posibilidades: el tren. Este, junto a la bici, hacen algo así como la pareja ideal. En el andén, la revisora me mira como perpleja y me pregunta si tengo el permiso para viajar con la bici. Ocho segundos de plegado y foto para que conste, y aunque estupefacta se queda más tranquila. Utilizo la bolsa mochila especial para mi bici, que una vez cerrada ocupa no más que una maleta de las grandes.
Renfe ofrece viajar en el tren Estrella y también en el que he usado, el Talgo. Lo recomiendo porque que tiene su salida a las 23 horas y te deposita en Chamartín a las 8 de la mañana. Mejor solicitar la litera alta, es más practica y amplia. Al final, una noche apacible, en movida litera para 600 km descansados.
Suerte climática en Madrid, mañana fresquita y día soleado, todo un lujillo invernal. Del tren de largo recorrido me paso al de cercanías, que me deja en Atocha en pocos minutos. Si os toca pasar por esta gran estación de ferrocarril, no perderos la visita al jardín de palmeras que hay en un interior y que está regulado climáticamente por un sistema de difusores de agua. Muy interesante.
He acabado mi primera cita por razones de trabajo frente al parque del Retiro. A las 9:30 de la mañana ha sido un placer recorrer este espacio con la bici, ver como el sol penetraba entre sus árboles y como la fauna urbana del lugar, bullía. En el exterior del parque, el rumor de la gran ciudad denota que ya lleva un buen rato en marcha.
Camino de mi segunda cita, subiendo por la Castellana, he llegado al Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde siempre es interesante estar al día de las exposiciones temporales. He disfrutado viéndome cuatro de golpe, una sobre el lobo, otra sobre la vida y la naturaleza del Mediterráneo. El espacio central lo ocupa una expo sobre la mitología de los dinosaurios, cine, curiosidades, juegos...Finalmente tuve el gozo visual frente a las imágenes sobre la Sierra de Grazalema del fotógrafo Juan Tébar Carrera. El taquillero, que al entrar dudó de darme paso al verme con la bici montada, una vez seducido por el plegado, me ofrece un espacio vigilado para ella y hasta uno de sus compañeros se ha desplazado a echarle un vistazo a tan curiosa obra técnica.
Mientras pedales van, pedales vienen, llego a la oficina de la revista técnica de las energías renovables ERA SOLAR, que es la más veterana y sólida referencia del sector energético verde y limpio de verdad. Manuel Senra, el director, me muestra el último numero de la revista, a la que se puede acceder por suscripción anual y que ofrece la actualidad de este necesario y vital sector industrial.
Lo cierto es que con tiempo y una bici, se conoce mejor la distribución de la ciudad. He venido numerosas veces a Madrid, pero hoy ha sido sensacional la intensidad vivida pedaleando, casi 30 kilómetros de movilidad cómoda, agradable, sostenible, placentera. Y todo a pesar de que no he visto en todo el trayecto nada de carriles bici, y ningún parking en U invertida. Eso sí, la sensación de libertad, aunque arriesgada entre coches y coches, puede elevar la autoestima y los valores de la bici como medio de transporte urbano.
Para nutrirme he visitado uno de esos lugares clásicos del comer sanote. El Restaurante Vegetariano, en C. Marqués de Santa Ana, 34, que ofrece un menú económico y agradable. Con la bici en un lateral de la mesa, he tenido una sensación parecida a la de propietario de un perro fiel. A un tiro de piedra, hay un sitio especial en una esquina de la calle Espíritu Santo, es el local social del curioso colectivo Hare Krisna, donde recomiendo llegar entorno a las 15 horas y disfrutar de su bandeja menú vegetariano, con toque especial que se nota, y lo también interesante, 5 euros de contribución. Una curiosidad para incrédulos si uno necesita de una comida frugal.
En la plaza, frente al Museo Reina Sofía, me encuentro con Fernando García, artista activista periurbano, que me cuenta sobre como se formó y trabaja el movimiento autogestionado entorno a la comida que más me ha cautivado: "Bajo el Asfalto está la Huerta, (BAH¡)". Este colectivo propone la explotación agroecológica de forma asamblearia. Ocupan los espacios que pillan para cultivar y producir alimentos, generar prosperidad y equidad social, fomentando nuevas formulas de relaciones humanas y todo esto en el anillo periurbano de Madrid. Me comenta sobre el buen funcionamiento de la cooperativa de consumidores del colectivo que cuenta ya con más de 300 familias participantes. Estos beneficiarios reciben hortalizas sin venenos y a precio justo. Para los que tengáis interés, lo mejor es hacerse con el libro recién editado Con la comida no se juega, escrito por Daniel López y J. Ángel López y publicado por Traficantes de Sueños. Su lectura nos detalla alternativas sociales desde la agroecología al consumo.
Menos mal que llevo un pulpo elástico en la bici. Y es que transportarla en el maletero del autocar de línea tiene sus riesgos, sobre todo si la ruta tiene curvas abundantes y el conductor se las conoce al dedillo. Una hora de trayecto, pero ya es de noche. Me apeo en medio de la carretera que une Fresnedillas de la Oliva con Robledo de Chavela, en la Sierra Oeste de Madrid. Despliego la bici, que ha llegado intacta y le coloco la última adquisición de equipamiento, un fantástico faro halógeno de baterías recargables que ilumina de lo lindo. Tengo previsto que en mi bici no entre un electrón sucio, es decir, ninguno producido con fuentes contaminantes. Pienso que es un reto iluminarme de forma más sostenible Detrás voy con el sistema magnético de leds que ya comente. Sobre el manillar el nuevo faro alimentado con la energía de unas baterías cargadas con el Sol. Más limpio es difícil.
He acabado la jornada llegando a la finca de la Asociación Agritectura, de la que mañana os comento detalles. En el horizonte nocturno, la luminosidad de la gran urbe no pasa desapercibida. Atrás han quedado recorridos en 24 horas, 600 km en tren, 31 en bicicleta y 50 en autocar de línea. |