Kioto, es una ciudad de Japón donde no he estado, pero es el nombre
ciudadano que más he oído en mi vida junto con Barcelona, que en esta
si que estoy. Allá en la otra punta se puso en marcha el inicio de un
acuerdo para frenar las emisiones de CO2 a la atmósfera global.
El
Protocolo de Kioto obliga a los países industrializados a reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero en un 5% para el período
2008-2012 sobre los niveles de 1990. El gas de efecto invernadero que
gana en la lista de los más emitidos es el CO2 (dióxido de carbono), y
que fluye cuando quemamos carbón, petróleo y gas.
Pero hoy es un
gran día, hasta memorable, Rusia ha dicho sí a Kioto, y su decisión
hará que el Protocolo se convierta en Ley Internacional. No faltan más
que unos meses para que esto ocurra y a nivel planetario se abra la
veda para aplicar políticas rigurosas que permitan una relación más
armoniosa con el entorno al reducir la carga de CO2 sobre la atmósfera.
Lo que representa Kioto es sólo un pequeño paso necesario en un arduo
camino global hacia la sostenibilidad.
El Protocolo de Kioto del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre
Cambio Climático es la primera reacción global para hacer frente al
cambio del clima forzado por nuestras actividades. En julio de 2004,
este tratado internacional había sido ratificado por 124 países,
superando los 55 países que marca el Protocolo como requisito. O sea
que el respeto hacia la voluntad de la mayoría de los países del globo
camina ya por buena senda. El otro requisito es que se sumase el 55% de
las emisiones, pero hasta el momento esta no se alcanzan si no se
produce la ratificación de Rusia o EEUU. Ocurre que a la actual
administración norteamericana, les importa una mierda la llamada
del resto del mundo. Y es que no lo tienen nada fácil para ponerse a
pensar de forma solidaria, ya que EE.UU produce él solito el 25% de
total de las emisiones de efecto invernadero a la
ecoesfera.
Reducir
emisiones de CO2 incide en muchos de nuestros hábitos cotidianos como
ciudadanos y sociedades. El petróleo y los demás combustibles fósiles
nos rodean por todos lados, y su quema tiene el gran problema añadido
que calienta el planeta. Vienen tiempos de necesaria industria
eficiente, de modificaciones en el consumo de bienes y servicios, de
reducción en la movilidad rodada con sucio petróleo. Si realmente
queremos hacer frente al cambio climático debemos abandonar de forma
progresiva los combustibles fósiles. Y no hay otro camino que
centrarnos y esforzarnos ser más frugales y satisfacer nuestras
necesidades energéticas con las energías limpias, que son renovables y
absolutamente seguras. El Sol, el viento, la energía solar concentrada
en forma de biomasa son las principales fuentes donde poner nuestra
atención, no sin antes, insisto, graduarnos como sociedades y
colectivos en la escuela superior de la eficiencia energética y el
ahorro de la energía.
Hoy, con mi bici a toda
pastilla he llegado un poco más alegre a mis destinos domésticos, me he
sentido un pequeño actor en un mundo inmenso donde muchos pequeños
ladrillos van formando el enorme muro que frene lo injusto, insolidario
y nefasto de la condición humana. Lamentablemente la construcción
durará mucho tiempo, pero el interés de los albañiles va en aumento y
ahora quizás no sea del todo tarde.
Chapó Rusia, en lo que toca a las buenas acciones climáticas. |