Me encontré hace un tiempo navegando por el mundo virtual unas
reflexiones entorno al conocimiento que muchos tenemos sobre las
unidades de medida de la energía y los recursos. En las facturas de
electricidad te encuentras con kilovatios por aquí, kilovatios por
allá. En el discurso energético, tantos megavatios van y vienen en
centrales productoras de energía, ya sean las nadas deseadas sucias,
ahora mayoritarias o las deseadas como limpias y renovables, que van
llegando. Lo mismo pasa con el gas natural, metros cúbicos que en
volumen te lo imaginas pero yo por lo menos no voy mucho más allá.
Hablamos mucho de los valores energéticos pero la percepción física
del volumen como entrega de fuerza o potencia no tiene un
camino más clarificador. Por eso creo yo que lo mejor es compararlos con actividades
humanas cotidianas. Por ejemplo, se estima que una unidad familiar consume de
media unos 3200 kWh al año o lo que es lo mismo, casi 9 kWh al día. Y
claro, estos kilowatios generados en térmicas de gas, carbón o sucia nuclear
tienen un alto precio ambiental. Unos datos que me han ayudado a
ser más consciente en el uso de la energía son los de la combustión o
sea, las emisiones en gases residuales de quemar gas natural para la obtención de energía en una central
eléctrica. Así, por ejemplo, una central térmica de gas natural emite aproximadamente 500 gramos de CO2 por cada kWh
producido, el petróleo 700 gramos por kWh y el carbón 900 gramos por
kWh (aquí creo que no se incluye la eficiencia de las centrales, porque
tendríamos que multiplicar por casi dos el gas, y los demas ni cuento).
Es bueno saber que como no nos aplicamos colectivamente en el uso más
eficiente de la energía, ahora hay más de 60 proyectos de ampliaciones
y nuevas centrales térmicas de gas esturreadas por la península. Por su parte el
lobby nuclear anda contento argumentando que hay motivos suficientes
para aplazar el cierre de sus arriesgadas centrales. Mientras, la
economía solar anda a la espera, y una sociedad que podría caminar
contenta y sobrada de energía renovable y limpia, anda ahora muy
atareada con otros mil temas.
Hay un dato que cada vez suena más, es el de con cuanto contribuimos
en emisiones por cabeza (per capita) cada residente en el Estado. En España, la media
son 8 toneladas de CO2 por año. Es decir que como privilegiados
usuarios de energía en forma de electricidad generada con combustibles
fósiles, o nucleares (que cuestan mucho CO2 también) o en la gasolina
que nos mueve (ya sea en transporte publico que es mucho mejor que el privado)
o en recursos y energía concentrada como cualquier
producto que nos rodea (botellas, ropa, alimentos, etc.), todo conlleva acumular gases de efecto invernadero. Si hacemos cuentas
generales veremos cual es la media de nuestra contribución al cambio
climático acelerado y todo lo que este nos depara.
Aquí te lanzo algunos datos que tienen que ver con nuestras vidas
cotidianas y lo que una unidad de esos valores energéticos tan
escuchados pueden hacer por nosotros. Van bien para apreciar lo que y
para que vale un peine energético.
Todo lo que nos puede entregar en servicios energéticos un nombrado
kWh, que equivale a la energía producida o consumida por una potencia
de un kilovatio (1000 vatios) durante 1 hora, podría ser esto: afeitarnos
con maquinilla eléctrica 1200 veces, más o menos durante 3 años; o
cortar en rebanadas unos 100 panes usando un cuchillo eléctrico, o secarnos
el pelo 15 veces o ver durante 4 tardes la TV o disfrutarnos el
escuchar 15 CDs de buena música, o mantener activo un pequeño
refrigerador durante 24 horas o calentar unos 20 platos de comida en el
microondas, o taladrar 250 agujeros en la pared, o disponer durante 4
noches de 4 horas de iluminación con una bombilla incandescente de 60 W
o lo mejor y más eficiente, hacer lo mismo durante 20 noches con una
bombilla eficiente de 11 vatios. Y anda, mira lo que puede entregar un metro cúbico de gas natural traído desde Argelia:
una
hora calentando en un día fresquito la habitación, o nos da para
lavarnos las manos 50 veces, o para limpiar los platos 6 veces, o para
darnos 3 duchas con agua calentita, quizás 4 si somos más eficaces, o
para elaborar 6 comidas calientes o el lujo de darse un baño relajante.
Aprovechando la coyuntura de estas semanas próximas e incluso
planteándome reducir un poco el nivel de dopping energético personal,
me he propuesto aumentar mi reducción de emisiones, o lo que es
paralelo, bajar mi consumo de kWh por lo menos en un 30%. Vivir la
vida simple y activa, más bicicleta, más comida fresca, menos destinos
lejanos y más intensidades cercanas, más abrigo y más infusiones, cero
consumo de cosas que sirven para poco, están ya en mi lista de
preferentes. Ahora sólo pienso en todos los recursos y energía,
kilovatios y residuos, emisiones y contaminación que no generaré y
que no producirá el sistema, en esa mínima dosis de menos en el
calentamiento global del planeta y todo esto sin perder felicidad.
Es ese espacio de tierra que no necesitará ser tocado para mí. Es ciertamente un alivio para el alma, en definitiva, aumentando la dosis de la dicha y los gozos de eso
que siempre es pequeño y siempre es hermoso.
Por cierto amig@, que tengas un feliz y sostenible invierno. |