Me la miro con detalle, de arriba a abajo, llego a acariciarla y a
tocarle muchas de sus zonas más delicadas. Sigo cautivo de sus formas,
y espero con pasión contenida que llegue el momento en que pueda
montarla, y es que todavía no he podido probar a conciencia mi nueva
bicicleta, estoy esperando a que escampe, pero no aguanto mucho mas. Si
no es hoy, mañana como sea, llueva o nieve, salgo con ella.
Despido a una amiga del alma en la Grand Central, la estación de
tren estrella de la ciudad; donde todo el mundo se tira fotos, nosotros
hacemos lo propio: Amy se lleva su KSOL 10 y dejamos constancia en tal
emblemático lugar.
Marchamos a Union Square al encuentro de los festejos del Electronics Recycling Day (El dia del reciclaje de aparatos electronicos). Esta organizado por el Lower East Side Ecology Center
dada la itinerancia del mismo por barrios de la ciudad. Los aparatos
electronicos son el 1% de los residuos domésticos por volumen, pero que
contribuyen en un 70% en la emisión de tóxicos en la gestión de
residuos. En fin, motivo suficiente para concienciar y citar a la gente
a colaborar con sus aportaciones voluntarias. Es mediodía, en la
esquina norte me encuentro con el camión con la mitad de su volumen
lleno. En los 15 minutos que me quedo de observador no paran
de llegarle personas procedentes del metro, de taxis o coches y
hasta con una bicicleta. Todas las personas llevan desde teléfonos
móviles a cámaras digitales, pasando por televisores de gran tamaño,
impresoras, ordenadores de sobremesa y portátiles. La gente los
deposita directamente al palet o a su caja selectiva, al momento un
paisano les entrega a los antiguos propietarios una simple hoja donde
se detalla el destino de sus residuos, el aprovechamiento o la gestión
controlada, dependiendo de si el aparato funciona o no.
Me voy del lugar contento de percibir como se compromete una parte de la gente de esta ciudad, y
con la idea de que desprenderse de los artefactos que no nos hacen
falta, para que otros los aprovechen o que se gestionen eficazmente si
no sirven, ayuda a reducir nuestra huella. Aunque, lo importante sería
simplificar nuestra vida. En cuanto regrese estoy seguro que pongo en
marcha mi plan personal de reciclaje electrónico, por lo menos un móvil
y algún cacharrillo más.
He quedado con Carlos
Fresneda, el corresponsal de El Mundo en NY, para compartir un rato de
amistad. Carlos y familia llevan tiempo caminando por la senda de la
frugalidad, y en un instante aparecen novedades una tras otra. Le hablo
del compostaje doméstico y sale un sistema japonés con microorganismos
eficientes que han utilizado y que me pasan para chequearlo. Les hablo
de este diario que estás leyendo y me entrega el libro recién publicado Radical Simplicity,
de Jim Merkel, que solo con ojearlo ya emociona. Les hablo de las cosas
curiosas que me voy encontrando y aparece la ultima crónica de Carlos
en el periódico, sobre el reverendo Billy,
que tiene como doctrina la oposición al consumo desmedido, el cual, por
cierto, cuenta con un nutrido grupo de fieles y un coro de 40 cantantes
de Gospel que elevan como al cielo cantos de No Consumo. En fin, New
York, New York...
En el parking del
edificio, que atravesamos camino de un café librería, me llama la
atención un todoterreno desmesurado. Carlos me comenta que es el último
grito de una moda fomentada por el -Suasenager- que consume quizás 4
veces más que la media, que proviene de la adaptación de un vehículo
militar y que se ha presentado en Europa hace poco. Alucino. Yo que
pensé que me cruzaba con un vehículo blindado resulta que es la amenaza
ambiental de moda. Han llegado a quemar algún concesionario en EE.UU y
los dueños suelen recibir notas de protesta en sus parabrisas.
Fuera llovizna, pero no hace frío, los pequeños de la familia corretean y a mi no se me va de la cabeza el jodido tanque. |