Tengo en el recuerdo el placer del nuevo sabor que me generaba el beber la llamada leche o bebida de arroz. Hace ya unos años, cuando aquí solo conocían este tipo de bebidas alimento las personas muy metidas en nutrición saludable, aparecieron en las tiendas de sana alimentación los tetrabriks venidos de lejos conteniendo el innovador líquido.
Eso sí, hay un hecho que me dejo aturdido y que creo que hizo que bajara radicalmente mi consumo de esta bebida cuando empezaba a introducirse el producto. Por supuesto llegaba de fuera, pero después de ventilarme un litro casi de un tirón y, que por cierto recuerdo que era con sabor a vainilla, se me ocurrió mirar la composición y luego procedencia. ¡¡La leche¡¡, nunca mejor expresado, era made in Australia. Desde las antípodas había viajado un litro de agua con una mínina proporción de arroz batido. Todo un lujo insostenible, pensé.
Menos mal que ahora la cosa y el consumo han cambiado, y diversos fabricantes cercanos tienen dominado el tema. Pero aquel análisis, sin estar muy formado, me marcó la huella ecológica del gozo líquido como un gran pisotón. Desde entonces he ido probando la gran diversidad de licuados vegetales que nos brinda la industria más local y que apuesta por lo más saludable.
Andando recientemente por una de esas ferias de la biocultura, y en segunda vuelta, me puse a analizar la oferta de una máquina eléctrica que se publicitaba como la máquina de la leche de soja. Preguntando por curiosidad por sus propiedades, procesos y producción llegué a pensar que igual estaba delante de algo interesante aunque a mí la leche de soja no es que me genere mucho interés y gusto.
Cuando ojee la propaganda y probé lo que salía de aquel cacharro con apariencia y gusto muy similar a lo que sale de un tetrabrik, la cosa se me puso interesante. En términos económicos el folleto decía algo interesante como que un litro de soja comercial cuesta entorno a 2€ y que con el aparato sólo pagaría 20 céntimos. Siempre crítico con los consumos de electricidad decidí que esto no interviniera en mi rápido análisis. Estaba ante un proceso tecnológico que visioné como de alto valor ecológico. Con el uso de la máquina de licuados evito el que se fabrique uno de esos 25 millones de tetrabriks diarios en el país. De esta forma ahorro recursos pero sobre todo evito que casi un litro de agua con menos de 50 gramos de soja procesada viaje, quizás desde Galicia a BCN, dejando su rastro de emisiones de CO2. Con esta máquina tengo la ventaja de beberme el licuado más fresco posible y además calentito. Pero la cosa emociona cuando además uno puede aprovechar la okara, que es la fibra de la soja que va divina para componer hamburguesas vegetales. En fin, si alguien da más, bienvenido.
Sojamatic, que es el nombre comercial del artefacto, consiste en una jarra de acero inoxidable donde se introduce el agua, y de un bloque extraíble que está compuesto por una batidora, una resistencia eléctrica y un recipiente colador (también extraíble donde se deposita el cereal previamente remojado durante un tiempo). Se conecta a la red eléctrica, se activa un proceso automatizado y te vas a hacer otras cosas. Al cabo de unos 10 minutos, listo y a punto.
Para asegurarme que lo que de la Sojamatic sale tiene la aceptación de los consumidores, he cogido a varios amigos y les he sometido a una cata. El más experto me ha dicho que donde vendían el cacharro, pues se compra uno ya. Otra amiga, le parecía muy buena y también ha preguntado dónde conseguirla. Le he dicho que espere unos días, que no tardan los de Biohabitat en tenerla disponible. Pero lo que borda la cuestión es que he encontrado una nueva y muy sostenible aplicación complementaria para mi solardomestica cocina parabólica. Se trata de precalentar el agua con ella y aprovecharse de la energía solar disponible. De esta forma evito el mayor consumo eléctrico de la Sojamatic al no precisar apenas energía la resistencia que calienta el agua hasta unos 85 ºC. Y lo que también es interesante, y es que reduzco a una tercera parte el tiempo de preparación. Para quedarme contento, he realizado un test. He preparado dos litros de licuado, uno utilizando la máquina de forma normal y otro aportando el agua hirviendo desde la cocina solar. Los resultados son contundentes:
En el que denomino SJ1 (normal), he usado el proceso habitual de elaboración de licuado de soja blanca con agua a temperatura ambiente. El tiempo de elaboración ha sido 11minutos 38 segundos con un consumo total de 122 vatios hora. En el que he denominado SJ2 (vía solar), he puesto en marcha un proceso especial introduciendo agua en ebullición proveniente de mi cocina solar parabólica KSOL 14 para el preparado de licuado. Aquí el tiempo ha sido de 4’ 32’’ con un consumo de electricidad total de 35 vatios hora.
Un ¡¡lameluya¡¡ fuerte lanzo ante la maravillosa unión de un cacharro tecnológico con esta fascinante máquina solar. La alegría bien lo vale por esa reducción de unos 7 minutos en el tiempo de la elaboración y a un tercio del consumo eléctrico sin la ayuda del Sol.
¡¡ Que maravilla ¡¡, el Sol siempre bondadoso y los usos más sostenibles de la tecnología siempre a mi disposición para generar satisfacción y reducir mi huella ecológica en el consumo de saludables licuados vegetales. Menos residuos, menos emisiones de CO2, menos coste económico y más ecología y salud.
Bueno para mí, bueno para ti, no lo dudes, y sólo por una forma de vivir el ahora muy necesaria para los que heredaran las consecuencias de nuestros actos.
¡¡ Que os aproveche ¡¡ |