No se me ocurre mejor forma de empezar el 5º año del tercer milenio
y celebrar el primer año de este Diario que hacer voto de solidaridad
con esa parte de la humanidad tocada por la gran ola allá en el sudeste
asiático. Como la mayoría de ciudadanos, he asistido estos días a
presenciar continuas imágenes dantescas en algunos informativos de la
televisión, y he reflexionado sobre la fragilidad de la especie humana,
y sobre su estado embrionario como civilización avanzada. A pesar de
los conocimientos adquiridos en nuestra evolución como personas,
todavía una gran parte de la humanidad, la más vulnerable, no tiene a
disposición ni la tecnología ni la organización para prevenir
hecatombes más que previsibles. ¿De qué sirve a los expertos en
sismología recibir en sus teléfonos móviles un aviso de alarma minutos
después de que ocurriera el maremoto?. Las élites son informadas con
premura, pero de que sirve si hay que esperar al desastre para valorar
lo mucho que todavía tenemos que evolucionar para ser conscientes y
consecuentes con los riesgos naturales sobre los lugares que habitamos.
He
oído que no se han encontrado animales en las zonas devastadas, que su
sexto sentido les hizo salir por patas a zonas más seguras. Esos
sensores de supervivencia que la especie humana ha atrofiado en aras de
la seguridad tecnológica, nos han jugado una mala pasada. Agradecidos
tenemos que estar a las demás especies de que sus habilidades hayan
evitado sumar quizás millones de víctimas no humanas a la lista
interminable. Me he enterao que en Sri Lanka las minas antipersonas que
estaban localizadas ahora ya no lo están, algo que suma más miseria y
más muerte futura en ese país en sangriento conflicto.
Los
banqueros de aquí ya han recibido críticas con fundamento, resulta que
se está asistiendo a la más potente ola de solidaridad de la historia y
los bancos y cajas de ahorros cobran comisiones a sus clientes por
transferir sus contribuciones a las organizaciones de ayuda
humanitaria. Por cierto, aquí un listado de muchas de las ONGs
que están ya en el ajo, una buena forma de invertir una parte de
nuestros dineros por una de las causas más dramáticas, más justas
y solidarias del nuevo año. Y para saber un poco más de una de las
múltiples alianzas entre los trabajadores de esas ONGs que ponen todo
por la vida de los demás; conoce detalles de
como un barco verde lleva a médicos y bártulos allá donde más falta
hace. Gracias por vuestra labor, desde el corazón ausente pero tan
cerca, gracias a labores de ejemplar humanidad.
El año terminó poniendo delante de nuestros ojos las miserias
naturales y sociales a las que los pueblos desestabilizados tienen que
hacer frente. En el Irak invadido hay bombas y muerte a doquier. En
Buenos Aires, muerte por la inconsciencia de unos pocos. La
globalización nos viste al completo con los textiles chinos e indios,
que al ser más baratos permitirán que ahorremos más dinero, he oído
comentar a un paladín de la economía salvaje. Más dinero de qué, ¿qué
harán ahora los fabricantes textiles de aquí?, Que pagaremos menos no
es cierto, pagamos explotación humana vendida como posibilidad de
desarrollo, un precio demasiado alto para una civilización con sobrada
información sobre desmanes e injusticias. Ahora me encomiendo otra
faena, ya compro poca ropa y he descubierto las bondades de la ropa de
segunda mano, pero mirar la etiqueta y valorar lo más cercano como más
justo va a ser una de las labores del nuevo año.
Bueno, para comenzar consecuente el año, sintiéndome parte pequeña
de una gran especie en evolución y atendiendo a los tradicionales
planteamientos de mejoras y cambios de vida con el año que comienza, yo
tengo los míos como hijo de buen vecino. Si hace un año comenzó este
diario lejos de Barcelona, y en el he escrito mucho de lo que siento,
quiero, realizo y sueño, de continuar en este empeño de comunicación,
con la misma ilusión de que ello quizás pueda servir de algo a los
demás. La bicicleta la mantengo a mi lado, es una fiel compañera,
siempre dispuesta a servir, claro, si yo pongo de mi parte. Viajar, por
placer nunca, por trabajo o colaboración en causa justas, lo necesario
siempre.
Eso sí, sintiéndome parte de una civilización
reinventándose sin más remedio, me aplico sin demora en reducir mi
huella ecológica, que ya es pequeña pero todavía demasiado grande e
injusta con los que pisan poco. Lo primero que he hecho es buscarme ese
manual absolutamente necesario para diseñar mi camino hacia la vida
simple. Está a punto de disponibilidad y de ello daré sabida cuenta, Simplicidad Radical,
de Jim Merkel y que editará la Fundación Tierra. En este libro la
huella ecológica, la gestión impecable de la economía personal y el
acercamiento a la naturaleza dejarán de ser complicaciones y se
convertirán en poderosas herramientas de libertad personal y compromiso
humano. Y es que huellas pequeñas en una finita tierra se me ocurre
como el legado más idóneo a los que son y serán. Y por el camino un
sinfín de nuevas perspectivas de la vida y la convivencia...alguien
puede dar más para intentar que seamos, si cabe, más dichosos.
Me he ido volao a la calculadora de huella ecológica personal de
la organización internacional del Dia de la Tierra (si pinchas sobre el
mapa llegas a la versión en castellano) y me he centrao en
responder de forma responsable y cuidadosa lo que en este momento tiene
que ver con mi perfil. Me han salido 3,3 hectáreas, que no esta mal. La
media estatal esta en 4,7 hectáreas, la mitad que EE.UU. En el mundo
existen 1,8 hectáreas de área biológicamente productiva por persona,
para estos casi 6.400 millones que ya somos y que crecemos de forma
imparable. Si todos los habitantes del mundo, y eso sin contar las
otras especies que con muchos millones nos acompañan, tuvieran mi
huella ahora mismo harían falta 1,8 planetas. La huella ecológica mide
la cantidad de bioproductividad que utilizo como individuo y sirve para
medir hasta la de un país al cabo de un año. Es el área bioproductiva,
sea ésta terrestre o marítima, que debe trabajar continuamente para
proporcionar todo lo que utilizamos y absorber los residuos mediante el
uso de las tecnologías dominantes. Se produce una situación de
sosteniblidad cuando la humanidad utiliza de forma continuada la
producción de la Tierra a un ritmo más lento que el ritmo de
regeneración del planeta. En la huella ecológica se consideran siete
tipos de terreno bioproductivos: el terreno cultivable, los pastos, la
superficie forestal, el espacio marítimo productivo, el territorio
urbanizado, el área de absorción de CO2 y la naturaleza en estado
salvaje. Cada uno de los artículos que consumimos requiere uno o más de
estos tipos de terreno. Bueno, la huella ecológica va a ser un
tema a tratar con detalle durante este año ya que he comenzado a
plantearme un plan atrevido pero factible, que me permita vivir dentro
de los límites deseables que impone la Naturaleza, un plan que he
comenzado hoy mismo a poner en marcha.
Me he comprometido con la santa sostenibilidad a tener sólo un hijo (algo ya realizado) que es el número que propone el libro Simplicidad Radical
como ideal para toda la sociedad, y necesario para estabilizar la
población en nom más de mil millones en un siglo. Para organizar una
autentica civilización sostenible debemos ser menos. El otro compromiso
adquirido desde la intimidad del inicio del año ha sido vivir con una
huella ecológica personal que no pase de 2,43 hectáreas. Para ello me
marco cinco años, que no es mucho, donde creo que iré poco a poco
acercándome al cómputo. |