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Terminadas
las elecciones todos los políticos están contentos. Todos han ganado.
En realidad han perdido todos si tenemos en cuenta que el 43 % decidió
quedarse en casa. Para los que nos hemos esforzado en arrastrarnos
hacia las urnas aunque sea para votar en blanco ante el descontento o
al mal menor, el bochorno empieza tras los resultados.
La aritmética parlamentaria es la base de la democracia en nuestro
país. Pero todavía los resquicios dictatoriales hacen que algunos de
los candidatos insistan que el elegido es el que tiene más votos. Pero
lo que decía, lo triste empieza tras la votación. No importa lo que se
hayan insultado durante unos días. Como si fueran niños olvidan todo en
un plis plas y se ponen a negociar. Eso en principio es bueno siempre:
dialogar. Lástima que dialoguen tan poco el resto de la legislatura,
porque algunos problemas socioeconómicos sobrepasan las fronteras.
En cualquier caso resulta curioso ver cómo negocian. Ahora mismo el
gran problema catalán con el que deberá lidiar el nuevo tripartito son,
parece ser, las infraestructuras: carreteras, líneas de alta tensión,
centrales nucleares.
Durante la campaña unos y otros han dejado claro que autopistas
orbitales como el llamado Cuarto Cinturón o la Línea de alta tensión
con Francia son infraestructuras básicas para la competitividad de esta
Autonomía. Los empresarios más rancios y pendencieros del país piden
que para frenar el cambio climático y la dependencia energética
nos volquemos con la energía nuclear. Obvian que el uranio proviene
esencialmente de menos países que el petróleo y que las existencias de
este mineral son mucho más escasas. En realidad, actualmente, parte del
combustible nuclear del mundo proviene del desmantelamiento de las
cabezas de los misiles de la Guerra Fría. También olvidan el dato básico
que el Consumo de Energía Primaria (CEP) en el mundo fue en el 2003 de
10.224 Mtep (millones de toneladas equivalentes de petróleo). Las
estadísticas oficiales sustentan que la aportación nuclear al CEP fue
en el 2003 del 6,1% (624,3Mtep). O sea que ya dirán como se come con
nucleares sustituir el 70 % de la energía producida con combustibles
sucios.
Nadie parece querer sacar a la luz que la verdadera independencia
energética son las renovables y la generación distribuida. Sino, que
pregunten a los 10 millones de europeos en 9 países que E.O.N. les dejó
sin luz el pasado sábado noche (4 de noviembre 2006) por una avería en
una línea de alta tensión en la baja Sajonia. En España, el incidente
afectó durante media hora a más de cien mil personas en poblaciones de
Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla-La Mancha.
Para evitar un colapso del sistema, Red Eléctrica de España (REE)
ordenó desconectar de la red parques eólicos con 2.800 megavatios (Mw)
de potencia y una central térmica de 480 Mw en Cádiz. Además, cerró la
conexión con Marruecos. Todo este barullo puntual tiene que ver
precisamente en la falta de generación distribuida en los propios
centros de consumo, o sea las ciudades mismas con renovables.
Tampoco los líderes políticos parecen valorar que nuestro país tiene en
la industria eólica y solar puntales económicos importantes. Que se lo
pregunten a Navarra que a
principios del 2007 ya cubrirá alrededor del 70% de su consumo
eléctrico mediante energías renovables y dispone de una notable bonanza
económica gracias al sector industrial y de desarrollo de las
renovables.
Tampoco parece que los líderes políticos (ni los unos ni los otros) se den por enterados de los
malos resultados de España y por ende de la mayor parte de las
Comunidades Autónomas respecto a las emisiones de CO2 (este 45 % de más
que ya nos hemos zampado respecto a lo estipulado por el Protocolo de
Kioto). Por este motivo resulta insultante oír a los políticos debatir
sobre si el aeropuerto de Barcelona necesita la 4 pista cuando todavía
no tiene la terminal de la tercera pista o si hay que iniciar a la
velocidad del rayo nuevas carreteras y autopistas. En algo parece
ser que se pondrían de acuerdo y es en el mal servicio de los trenes de
cercanías. Pero tampoco se dan por enterados que las deficiencias
circunstanciales en la red ferroviaria de cercanías de Barcelona tienen que ver con la complejidad de la entrada del
AVE por el saturado acceso de la estación de Sants. En Madrid, el AVE
se llevó a una estación de “nuevo cuño” en Atocha y nadie se enteró de
las obras. Cierto que no había mucho tiempo para reaccionar ya que este
proyecto era del anterior equipo de gobierno, pero es que ahora que
barajan nuevas alianzas no figuran logros tales como reducir el tiempo
entre Manresa o Vic y Barcelona a un máximo de 60 minutos en lugar de
los entre 85 mínimos y 100 minutos máximos por escasamente 60 km. O que para
recorrer los 20 km entre Barcelona y Sabadell se precise como hace más de 50
años, 40 minutos aunque sea con aire acondicionado, música ambiental y
estaciones con accesibilidad. Resulta curioso que, por ejemplo, estos
60 km de vía única entre Barcelona y Vic (como hace 100 años) para que
se conviertan en doble vía en esta línea seguro que dirán que se
necesitan años… mientras, los mismos km para el AVE se construyen en
menos de 14 meses.
Pero lo que resulta del todo histriónico es que los líderes políticos
discutan quién debe mandar y con qué condiciones sin atender a la
complejidad global. Hoy por hoy, por ejemplo, una tonelada de CO2 se
calcula que cuesta unos 20 euros la tonelada. O sea que un pequeño
coche que consume 8 litros de gasolina cada 100 km, y recorra 20.000 km
al año emite 4,34 toneladas de CO2 que nos cuestan 87 euros. Sin
embargo, en gasolina ha pagado más de 2.500 euros al año (la mayor
parte son impuestos, claro está). Es evidente que las cuentas no pueden
salir. Si por ahora los impuestos de la gasolina parecían una bicoca,
ahora el pago por el exceso de emisiones nos va a parecer una ruina a
todos.
Es ante estas realidades que uno se pregunta cómo pueden ser tan
obtusos nuestros dirigentes y nosotros, sus ovejitas tan mansas.
Personajes nada “istas” como Al Gore advierte en Una verdad incómoda
del escaso tiempo para reaccionar frente a las tendencias actuales
expresadas por el cambio climático. Pero a nuestros “empresarios” no se
les ocurre más que apelar a lo nuclear. En esta Autonomía reeditaremos
el tripartito progresista. Ahora sólo queda que que el progreso sólo puede ser ecológico o no será, en otras palabras que no hagan política tropical.
En fin, son estas sólo algunas de las incongruencias sociopolíticas
que no pueden dejarnos impasibles. Cada uno de nosotros, yo mismo,
podemos hacer muchas cosas para reducir esta dependencia energética y
caminar hacia la sostenibilidad: la Guerrilla eficiente
de este diario es una buena muestra. Algunos afirman que con
cambiar nuestra cotidianidad no podemos incidir en cambios globales.
Muchos de los grandes cambios de la humanidad como apunta la película
de Al Gore nunca fueron previstos por los líderes, pero hacía tiempo
que eran gestados en el corazón de muchos humanos. El cambio climático
es esta fuerza que puede propulsarnos a adoptar el necesario estilo de
vida simple y solidario que nos toca al mundo rico. Sólo espero que el estilo
político en nuestro país no olvide lo peligroso que es jugar con lo
local desde la perspectiva global que se cierne sobre nosotros sin
distinción ni de raza, ni de cultura, ni de ideología política…
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