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Los sueños por naturaleza son efímeros como la espuma de un torrente bravo pendiente abajo, pero necesarios.
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La belleza es algo que se alimenta y se renueva desde nuestro interior.
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El mar, espacio de liberación cuando la soledad de las olas abraza el sol que lo acaricia.
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Para alguien que lleva 9 años con vacaciones laborales, pero sin dar tregua a las actividades ecológicas, acaba pensándose que uno vive en las trincheras de una batalla desigual pero en la que cada persona cuenta. Los últimos nueve veranos han servido para escribir libros, para aprender mecánica de bicicleta, para col·laborar en un documental, para preparar actividades ecológicas, y un largo etc. No ha habido un solo día en el que me haya tumbado en una playa o en un pasto de montaña. Como mucho salí algún fin de semana a pasear por la naturaleza. Lógicamente, en todo este tiempo mi balance de emisiones de carbono no podía ser más positivo en cuanto a ahorro acumulado. O sea que de pronto he sentido la llamada de por un año desaparecer durante un mes entero, no estar localizable, abandonar el móvil y dejar que la vida simplemente fluya. Algo que parece sencillo de expresar y complejo de hacer cuando se tienen tantas rutinas adquiridas.
Hoy es mi último día antes de volar hacia un sueño que perdura desde hace 25 años. Un día de tranquilidad para atender los preparativos, no tanto los logísticos como los mentales. Un día para desear feliz verano al quiosquero que se queda con el calor. Un día para llevar al minipunto verde del barrio los últimos residuos reciclables y dejar el hogar limpio para la vuelta y, como no, tener una charleta con la responsable del garito. Un día para simplemente despedirse de lo cotidiano. En el fondo, abandonar nuestras rutinas laborales y domésticas nos permite ser más conscientes de nuestras dependencias y también es un ejercicio para saber olvidar cosas que no son importantes. Así que un día de reflexión me permite ir soltando lastre para que el abandono vacacional me permita quedar liberado de las responsabilidades laborales y domésticas así como de los compromisos socioecológicos que mueven los hilos de mi vida. No habrá teléfono móvil, internet quizás, pero discontinuo, no habrá llamadas de ningún tipo. Simplemente, me habré esfumado. El mundo no tendrá acceso a mi porqué estas vacaciones son algo personal y porqué por primera vez he escogido apearme por unas semanas y simplemente dedicarme a mi.
Hacer crecer las amistades largamente cultivadas, leer, pasear, charlar, observar, pensar, y dejar simplemente que el tiempo se deslice entre las horas de sol y las nocturnas con suavidad y en las que el día y la noche no se distingan tanto por sí ya brillan las estrellas o no en el firmamento, como por los sueños que me asalten. Vivimos momentos en los que hay que tener la mente abierta para poder meditar sobre las realidades que nos llegan. Y sin embargo, en el bombardeo mediático hay también un función desastibilizadora más que de informar. Dejar de leer la prensa diaria forma parte de la terapia, -aunque, personalmente, siempre la leo al final del día intentando que sea una lectura crítica y más bien incrédula.
En nuestro planeta a penas quedan espacios que no hayamos ocupado, conquistado y alterado de alguna manera. Pero quedan los espacios del corazón y los que amamos. Tampoco por marcharme de vacaciones el mundo se detendrá y más allá de mi entorno la injusticia campará por su aire, la violencia golpeará por doquier y el sufrimiento continuará apaleando humanos sin contemplación. Eso es lo que a algunos nos impide dejar de actuar ni un solo día del año. Y sin embargo, si se inventó lo del año sabático será por algo. Porqué en la vida hay momentos en los que perderse es saludable si sirve para renovar las fuerzas necesarias para continuar en el combate.
Yo me voy de vacaciones merecidas tras nueve años de no interrumpir el calor veraniego. Así que este diario no tendrá otra entrada hasta finales de mes. Con la vuelta al trabajo,se inicia el final del verano y con este el próximo otoño, temporada en la que se perfilan nuevas campañas que nos obligará a nuevos esfuerzos. Entre estas próximas está el Campus Tour contra el cambio climático, un tour por diversas universidades españolas presentando el documental La hora 11.
Pero, mientras descansad…yo lo haré. Os dejo con una bella poesía del filósofo-poeta Jorge Riechmann de su obra “Con los ojos abiertos” (un libro para saborear lentamente en vacaciones):
Siglo nuevo, vida nueva
Aceptar que somos fragmentos cambio constante animales que no buscan realizar valores sino sólo saciar necesidades
liberarnos de la ilusión del yo la trampa del libre albedrío y los engaños de la moral
extirpar las nociones de finalidad y de esperanza abandonar la idea misma de sentido y el herido af´na sisífico por cumplirlo
volver a poner a Nietzsche y Schopenahuer sobre la mesa de noche junto a la petaca de ajenjo y la polvera con cocaína
son planes de vida que sólo cabe plantearse en California o en Baviera a partir de los 80.000 dólares al año
los demás apretamos los dientes y seguiremos resistiendo
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