Debo decir que a parte de mi afición de coleccionista almacenista de bombillas de bajo consumo,
también guardo-colecciono-utilizo poco, máquinas que funcionan con
energía solar concentrada, o sea muscular. Es decir, el sol hace
posible los alimentos, luego yo me los como, ellos me proporcionan
energía y mis músculos realizan esfuerzos, coordinados por mi nutrido
cerebro. Con tecnología apropiada en las manos y fuerza muscular,
son un montón los cacharros que pueden funcionar sin necesidad de
conectarse a la red eléctrica. No tardo en preparar unos comentarios
sobre mi cole de maquinas MUSOL (MU=músculo y Sol), aunque una de las
piezas de la colección la puedes ver aquí, es la linterna magnética a
músculos Nightstar. Toda una joya luminosa de la cual ando orgullosillo.
Bien, pues hoy hemos probado la última adquisición, una batidora manual de la marca Vortex
que ha sido adquirida al otro lado del océano, cosa posible y tolerada
según los autocriterios de sostenibilidad que nos aplicamos ya que
aparte de dar servicio puede la máquina aportar pedagogía y
conocimientos ecotecnológicos.
La nueva máquina consiste en un
sistema interno de engranajes reductores que accionados por una
manivela consiguen incrementar y mucho las revoluciones de giro de las
cuchillas cortantes y troceadoras situadas en el eje. La Vortex
tiene dos velocidades, una lenta y otra rápida. Se agarra a la mesa con
un sargento (tornillo de presión), se le coloca el vaso contenedor y
listo, 90 segundos de dale que dale al manubrio y la cuchilla girando a
una velocidad de vértigo, transforman la masa de los alimentos
haciéndola añicos, y pasándolos al estado semilíquido y sabrosón.
Hoy
y para ello hemos sido prudentes en la incorporación de los
ingredientes, que entraban poco a poco en el recipiente, facilitando el
airoso y triturador remolino. Un ruido importante sale del cacharro
durante su funcionamiento, ideado para el uso en exteriores, campings o
lugares aislados. Se nota por los decibelios, que deben estar en los
límites permitidos o más aún.
Bueno, que los cacharros que
muestran que otras tecnologías son posibles hagan ruido tampoco está
del todo mal cuando lo que se pretende, además de beberse saludables
preparaciones, es en algunos momentos llamar la atención del público
curioso.
Al abrir la caja hoy éramos tres toqueteando, hasta
Antonio, ingeniero mecánico, le ha seducido el tema y no se lo ha
querido perder. El ritual ha consistido en poner sobre la mesa todo el
contenido, observar las piezas, imaginar su funcionamiento, opinar
sobre las calidades de sus materiales, observar el manual de montaje y
recetario e irse a toda pastilla a montarla sobre la mesa de la
terraza. Al mismo tiempo no hemos tardado casi nada en agenciarnos una
sandia, algunas peras y unos limones.
En el tiempo
recomendado, los 90 segundos, más un extra por ser la primera vez y
después de escuchar la música mecánica, un batido en todo su punto y al
que se le han añadido cubitos de hielo antes de batir, nos ha salido a
gloria sostenible. Vamos, que la experiencia se ha merecido un
ecobrindis por el balance positivo de la acción y porque además todo lo
bueno hay que celebrarlo. No ha sobrado nada, o sea que batir bate,
otra cosa es la receta y eso siempre depende del humano mezclador.
En
situaciones de aislamiento energético voluntario o involuntario, por
compromiso personal con el uso de la energía, por pedagogía de la
sostenibilidad, por apoyo a otras tecnologías gracias a inventores y
empresarios visionarios quizás de un mundo más desconectado, apreciar
parte de los productos generados por el desarrollo de las ideas humanas
siempre tendrá un espacio en mi colección de herramientas para el vivir
de forma más sostenible, divertida y ecomovida. |