Cuando era muy niño el mejor regalo que me trajeron los Reyes Magos fue un semáforo miniatura. En aquellos años los semáforos en mi pequeña ciudad natal eran casi una rareza. Años después este juguete lo abrí en canal para aprender sobre la complejidad de los conmutadores eléctricos. Y mientras las calles se llenaban de semáforos la democracia nos trajo la posibilidad de escoger a nuestros representantes. Hoy como en la escuela de antaño los líderes no eran los inteligentes sino los pijos altaneros.
Que Barcelona la gobiernan los pijos es probablemente una afirmación casi obvia. Sin embargo, las obviedades hay que dejarlas también documentadas porqué es la única forma de visualizarlas. Los políticos locales deberían ser los más próximos a la población y a sus necesidades. Pero, lamentablemente, en metrópolis medianas, como es el caso de Barcelona, su clase política vive en otro mundo. Basta con que se levante el sol al alba bajo el cual una mayoría silenciosa deba lidiar con todo tipo de adversidades personales y de su entorno, para que nuestra clase política amanezca radiante pensando en que van a cambiar del atrezzo para que nada sustancial al guión cambie.
Desde 1999 se empezaron a instalar semáforos con iluminación LED. Ahora nos dicen que son más seguros. Pero, ¿no sería más seguro una buena educación vial? ¿Saben cuántas personas son atropelladas en pasos cebra y mientras cruzaban un semáforo peatonal en verde?
Hoy son los contenedores de la basura y del reciclaje que ya no les parecen suficientemente atractivos como mobiliario urbano. Ayer prohibieron que pueda haber termómetros digitales junto a las señalizaciones de las farmacias. Y mañana le toca a los semáforos. La cuestión es reimaginar el escenario para que nadie reclame un guión político a favor de las personas. Y es lógico, porque simplemente no hay más materia gris política que para enlucir el exterior.
Según fuentes del Ayuntamiento de Barcelona, para la renovación de los semáforos en una primera fase que acabará en el 2011, se invertirán 40 millones de euros. Y dicho y hecho. Podrían destinarse a políticas sociales, pero los semáforos son un elemento al que a diario deben enfrentarse la mayor parte de la ciudadanía. Uno podría preguntarse si es que la ciudad se quedó sin semáforos o que estos simplemente se caían a la primera ventisca. Pero no, es una cuestión ESTÉTICA. Y porque poner semáforos nuevos es una forma encubierta de propaganda política. Para que quede claro que es propaganda, por si alguien todavía no se ha dado cuenta, el Ayuntamiento de Barcelona ha justificado que para promocionar el nuevo semáforo gastará 27.000 euros en publicidad invertidas en 3.600 banderolas, 100 marquesinas callejeras y 12 carteles luminosos.
Los semáforos omnipresentes en las metrópolis. En Barcelona convertidos en señuelo político para ciudadanos despistados.
¿Qué señala este elogio al nuevo semáforo "Barcelona"? En primer lugar lo bello de su forma, pero también la mejora tecnológica, pues serán con sistema de iluminación LED (obviando que esta reforma con semáforos LED para un mayor ahorro ya alcanzaba a un 15 % de la red gracias a un plan iniciado en el 1999, ¡¡por si alguien no se había dado cuenta todavía!!). El ahorro significativo que aporta la iluminación LED no lo discute nadie. La broma de mal gusto es que se pretenda vender esta renovación como de ahorro energético cuando simplemente sigue una tendencia general que viene de lejos frente a la necesidad de ahorrar erario público. Pero mientras se ahorra en electricidad, se consumen recursos a mansalva renovando lo que todavía es durable (que por cierto son de plástico, o sea con petróleo).
También elogian la integración de un sistema auditivo para personas con discapacidad visual, y que el sistema se extenderá a todos los nuevos semáforos de la ciudad (lo llaman más accesibles). Así mismo se argumenta que se mejorará la red básica con criterios que permitan una monitorización permanente de los cruces y de esta forma resolver las incidencias para mejorar la gestión del tránsito así como del transporte público y los corredores de bomberos. Pero el argumento irrefutable que plantean es que gracias estos 40 millones de euros no habrá semáforos de más de 10 años de vida en las calles barcelonesas (¡¡Viva la JUVENTUD!!). Curiosamente en el pliego de condiciones se advertía que el nuevo semáforo debía disponer del marcaje: ISO 14001, Sistemas de Gestión Medioambiental, Marcado CE y Marca "Producto Ecológico" (¡¡resulta que por arte de magia un semáforo puede ser un producto ecológico como una patata de agricultura ecológica!!). En definitiva, el Ayuntamiento de Barcelona argumenta el "semáforo Barcelona" como un concepto ambiental por el ahorro energético y a la mayor duración que supone la iluminación LED respecto a las bombillas incandescentes. Y con eso no dicen lo realmente importante: que lo sostenible es realmente conservar lo que se tiene el máximo de tiempo posible y renovar lo imprescindible para minimizar el gasto de recursos.
Semáforo con leds no tan antiguo. Semáforos con bombillas incandescentes no tan antiguos que serán retirados para que no lleguen a los 10 años. En el extremo izquierdo de la imagen, un semáforo con leds 2010, puede que la carcasa de plástico no dure 10 años. El objetivo es que el 91 % de las instalaciones tengan menos de 10 años. En fin, un criterio claramente antiecológico.
La renovación prevista hasta el 2011 debe alcanzar a unos 10.000 semáforos en 594 cruces callejeros (algo así como poco más de un 36 % del total del parque de semáforos y se conseguirá que un 91 % de las instalaciones tengan menos de 10 años, porque en el 2009 hasta un 35 % de sus semáforos tienen más de 10 años y que algunos tienen más de 30 años). Sorprende que un artilugio como es un semáforo no tenga que vivir más de 10 años. Lo peor es que tanto se sustituyen semáforos con bombillas incandescentes como con leds para que sean del nuevo modelo. Lo que importa es que el ciudadano vea nuevos semáforos. Porque vivir en una ciudad capaz de renovar su atrezzo -aseguran los psicólogos sociales- contribuye a endulzar la existencia de la ciudadanía y evita que esta se revuelte. Pero la verdad es que mientras se cambian los semáforos cada vez hay más gente hurgando en los contenedores de la basura en busca de restos para su subsistencia y una corte de usureros pueden alquilar pisos a marginados sin necesidad que tengan cédula de habitabilidad.
Lo sostenible es conservar lo que se tiene el máximo de tiempo posible porque se le ha aplicado un buen mantenimiento. Pero, una mentira repetida inecesantemente acaba siendo una verdad. Les suena la musiquilla...
En cualquier caso, los semáforos no son más que un ejemplo de esta renovación callejera como el recién cambio de los contenedores de basura. Mientras cambian los semáforos no se gestiona el tráfico con el fin de su pacificación y para reducir la circulación de vehículos privados que ha convertido Barcelona en una de las ciudades con el aire más contaminado de España.
Esta ciudad de los prodigios llamada Barcelona ahora mismo consume energía y recursos a mansalva vaciando contenedores de reciclaje a todas horas casi sin carga con portentosos camiones robotizados en lugar de gestionar dichos contenedores para tan sólo vaciarlos al llegar al 80 % de su capacidad. Pero, todo esto es demasiado complejo para los políticos pijos que gobiernan Barcelona. Y aquí no entraremos en la polémica sobre su supuesto diseño "Barcelona" que se publicita como compacto y modular y que tras un concurso público ganó la empresa Tandem Company y que se inspiró según algunos expertos en el modelo Compactled de 2005 de la empresa ACISA. Pero eso también lo hacen los pijos, roban las ideas, las remasterizan y luego las venden como propias aplastando todo lo que está alrededor.
El drama es que no hay fuerza ciudadana para poner coto a los pijos, que por otra parte ya comparten todas las siglas políticas posibles e impiden las listas abiertas en las elecciones. Eso sí, los semáforos de Granada, por ejemplo, que no son tan pijos, al menos avisan sobre el tiempo que a uno le queda para cruzar la calle con el monigote luminoso que se mueve. En Barcelona sigue siendo un enigma saber cuando tiempo va a durar un semáforo. Por eso cuando una persona mayor llega a frente a un cruce (y ya le ha dado algún susto) aunque lo vea verde no cruza la calle. Espera a que se ponga rojo y justo cuando vuelve a ponerse verde entonces se atreve a cruzar. Lo curioso, es que con tanta ciudadanía que sufre mientras se renueva todo el mobiliario urbano todavía nadie se haya echado a las barricadas. Curioso, porque Barcelona en eso también tiene una centenaria experiencia y los turistas aman la escenografía de ensueño que se ofrece.