Hoy, es el día más corto del año. La Tierra en su órbita entorno al Sol comienza su camino de acercamiento amoroso, y desde ese viaje de 9 minutos de sus fotones que recorrerán 150 millones de kilómetros para llegar a tu cuerpo, al mío, y al de una lombriz, al de la flor que más te vibra o a las cercanías de ese hongo de la zona húmeda que en invierno se muestra portentoso. Esos fotones solo traen energía positiva a un finito planeta donde una especie vibra junto a otros millones. Esa energía es positiva para mí en términos técnicos y también, porque no, espirituales.
El invierno ya esta aquí, los días comienzan a ser un poco más luminosos conformen van avanzando camino hacia la excitante primavera. Quizás te preguntes que puedes hacer en estos tres meses fríos y recogidos. Pues mucho y es que mucho durante mucho tiempo vamos a tener que seguir haciendo y creando para que lo vivo viva anhelando la felicidad. Mira, si en tus visiones aparece un invierno frugal, en vida simple, sin consumir ni ensuciar espacios ni vidas más allá de lo justo y necesario, y de intensa búsqueda de los más hermoso que suele estar más cerca de lo imaginado, si estas son tus visiones, quedamos un día y nos tomamos algo caliente en un terraza al sol, allá me cuentas, porque yo es lo que quiero sentir y vivir en este invierno que será especial como todos lo han sido, pero que será único, porque solo este será irrepetible. De mí depende, de ti también el tuyo.
Una cosa, por si no lo conoces, mírate Simplicidad radical, quizás en la biblioteca lo tengan o se te ocurra como un original detalle. Es un manual descaradamente importante para buscadores de radicales y armoniosas simplicidades.
Estos días de furia consumista solo le va bien a los que suman y siguen creando ilusiones con PVP, a los demás en gran mayoría, yo creo que cansa por esa intensidad que no toca por estación y biología. En la ciudad por la que ahora camino, noto que más allá de los espacios de adicción a lo poco necesario, se camina tranquilo y menos iluminado que otros años. Las fachadas clásicamente enarboladas ya no ostentan tanta luminosidad, pocos son los impactos religiosos que puedo ver, y eso me alegra por que la libertad de conciencia comparte terreno sin molestia. Estas fechas no se desvirtúan como algunos vocean, al contrario, puede que se estén normalizando porque la especie avanza en sentido común y más cuando cada día que pasa conocemos más de todo lo que nos rodea, preocupa y ocupa. Yo estoy pasando una temporada perfectamente disfrutona viendo como en el planeta las ganas de vivir con dignidad, sin tiranías, con verdadera paz y hasta amor por el prójimo, y para nada con toque confesional, llenan comunicaciones y espacios de encuentro globales.
Pienso ahora, en este momento simbólico de calendario, que el invierno es regalo para los sentidos al igual que todas las demás estaciones. Pero ahora quizás para compensar pequeños rigores ambientales y leves asomos de melancolía, una fuerza especial me anima a pedalear calentando las orejas más allá del cuarto de hora, a sentir un aire fresco matinal que me regenera el ánimo aletargado por la cálida noche envuelto en mantas. Y sigo luego, rechazando siempre que puedo, el servicio de intercambio de calor por emisiones de CO2 o residuos radiactivos. He convertido en cotidianidad cuestionarme siempre cuanto consumo y por ello, cual debe ser mi porción de responsabilidad social. Es un ejercicio no muy complicado. Hace tiempo que intento, cuando me zanpó un menú, no consumir servilletas de papel que salieron un día de un bosque, que no tiene porque ser bucólico. Y la bolsa de plástico siempre plegada en mi mochila a ahorrado ya bastantes gramos de petróleo procesado. Cuando voy en coche, miro de gastar lo mínimo y eso implica no correr, conducción inteligente que además aumenta las posibilidades de no morir en el asfalto.
Oye, esto de consumir lo justo es realmente gratificante, la bolsa esta más llena y la vida más plena, no te asuste probarlo. Pienso luego en todo lo que no destruyo cuando controlo el apetito de tener más de lo que necesito. Que si, insisto, pruébalo.
Mira, para ponerle punto especial a este relato invernal personal que abras pensado parte de un ecologista simplón por vivir, te emplazo a ojear lo que coloqué el invierno pasado, y entre ello y esto de más arriba, ahora cojo y te deseo lo que sigue, un sostenible solsticio de invierno 2006, ...que la fuerza del sol siempre nos acompaña, ...suerte tenemos |