Debo decir que bajar a buen ritmo desde la Plaza Catalunya por
Las Ramblas, ese río de humanidad con tonos tan peculiares y genuinos,
es todo un privilegio matutino. Siempre me desplazo en metro y la
mayoría de los días junto con la bici, pero cuando voy a pie, también
son 10 minutos de alta intensidad para los sentidos.
Giro por Ferran, un extremo del barrio del Palau y después en
dirección al puerto comienzo a bajar por Avinyó, la calle donde tengo
el privilegio del trabajar. A continuación narro sobre lo que veo
y siento, esperando te sea de agrado e interés. No encontrarás casi
nada sobre las tiendas de modernidad y bares de nocturnidad, ya que a
mi no me sirven para nada y además es lo que suele estar más que
reflejado en literatura urbana diversa. Verás que me quedo con lo más
sensible para los ojos y sentires de un urbano algo romanticón y a la
caza de sensaciones relevantes.
Nada más comenzar me encuentro con la Manual Alpargatera, famosa porque famosos sí, famosos no y cualquiera vienen a ella de vez en cuando a comprarse espardeñas y alpargatas
de culto. El taller propio, en el fondo del establecimiento, le da un
toque al local. Sin embargo, lo que luce son sus dos escaparates para
el disfrute del caminante. Es todo un ejemplo de economía solar
histórica, cáñamo para suelas y algodón para empeines y cordeles. El
nombre, tan artesanal, siempre me ha llamado la atención, en su
interior hay alpargatas de todos los colores y para la enorme
inmensidad de gustos.
No hace mucho y como auténtico ejemplo de la globalización zapatero
ropera, justo enfrente le han colocado a la histórica tienda un moderno
espacio de esa marca global ADIDAS, ...que cosas ¿no?. Sus talleres
vete a saber donde los tienen, casi seguro que donde coser vale como
nada. El día que abrieron puertas la calle estaba cortada y por el
montaje como de película con alfombra azul sobre el asfalto, seguro que
vino alguno de esos famosos que gana más en una hora que el que cose,
allá en las lejanías, durante igual media vida o más, en condiciones
que cualquiera de nosotros no soportaría ni por asomo.
Yo me quedo con Alpargatera, más de aquí, más directa, más
sostenible, más justa, incluso mucho más bonita y sorprendente, si
miras bien. De la zapatillera transnacional no quiero saber nada de
sus colores llamativos, sus logos globales, sus lideres de imagen ni de
sus negocios de dudosa solidaria reputación.
Un poco más abajo esta el Bar Café Avinyo, pequeño en espacio pero
con su portal tremendo. Si miras la estructura del edifico verás que es
lo más parecido a un súper castillo. Un poco más arriba, unos 15
metros, a los romanos les dio por colocar las murallas y digo yo que al
arquitecto aquello le debió influir mucho después. Bien, pues en este
peculiar bar, antes de entrar ya te avisan de que es territorio libre
de humos tabaqueros, en su interior mientras te tomas el café te lo
siguen recordando con pegatinas y cuando abres la puerta para marcharte
un aviso te recuerda, ¡¡Precaución, estás a punto de entrar en zona de
fumadores¡¡. El camarero, de aspecto saludable, me comenta que lleva un
montón de años con la particular campaña antitabaco. Unos oleos con
bicicletas y paisajes limpios denotan que en el sitio la salud humana
importa. O sea, que en la calle donde kurro hay un bareto que está a la
última, se ha anticipado años a la próxima normativa que hará los
espacios de uso público más respirables y menos tóxicos para los
humanos pasivos ante los humos de viciosillos.
He visto
grabando, en varias ocasiones, reportajes en la tiendecilla de discos
de vinilo para coleccionistas que hay un poco más abajo y en la misma
acera que el bar sin humos. Por el aspecto de las fundas de los discos
algunos quizás lleven decenas de ciclos de reutilización, ...vete a
saber cuantos oídos los han disfrutao.
Después se llega a un
edificio, el Borsi, que es peculiar como el solo. Fue el primer Casino
Mercantil, y luego la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios. Las dos
esculturas de la entrada representan a la industria y al comercio, y
ahora protegidas por vallas –¿simbólico, no?– parece que aguantan
las que eran habituales intervenciones de artistas callejeros. No hace
mucho le hicieron a toda la fachada una limpieza de esas tan típicas en
el barrio. Frente a la placita de la Verónica, está la pizzería del
mismo nombre, que destaca incluso en guías de culto vegetariano por ser
la mejor de la ciudad, dicen que también a precios asequibles, algo de
lo que puedo dar fe cuando hace ya un tiempo me zampe la pizza de la
casa, con sumo placer.
Aguas abajo y en la misma cera, fíjate en un par de balcones que
cantan de lo lindo por verdes y frondosos. Con plantas de poco sol, sus
jardineros de la vertical han conseguido llenar de frescor ese tramo de
fachada, dando ejemplo vecinal y satisfacción visual a los paseantes
que, por costumbre, levantan la cabeza de vez en cuando.
Hay
un bar al que suelo echar un ojo sobre todo cuando está cerrado. Y es
que tiene las persianas más hermosas y poéticas de la ciudad, el Delicatassen Venus
regala a la vista sus cuatro persianas con mensaje y donde cada una
representa a un elemento clave. Puedes ver y leer en la ...De la
Tierra, Amor; del Agua, Vida; del Fuego, Paz y del Aire, Libertad.
Cuando las persianas están arriba, en sus ventanales suelen exponerse
las obras de artistas recicladores especializados en lámparas de lo más
variopinto.
¡¡Ay va!!, exclamé cuando me encontré por primera vez ante una de
las calles más nombradas y equilibradas del barrio y que entronca con
Avinyó, la de Comtessa de Sobradiel (por cierto y aunque yo no sea muy
aficionado, en ella se encuentra el Harlem Jazz Club,
del que los entendidos dicen que es lo mejor de la ciudad). Bueno, la
sorpresa fue ver la obra insólita que un comando artístico urbano
atrevido, casi seguro que nocturno, que dió el toque más colorido que
se le puede dar a las pilonas de hierro que se colocan para impedir que
los coches roben la calle a los caminantes. De la noche a la mañana un
arco iris precioso refleja el arte más moderno y colorista con el que
se puede alegrar una calle llena de arbolillos. Desde que es una calle
más artística no puedo evitar un giro de la cabeza a la izquierda cada
vez que paso frente a ella. Y cuando paseo con compañeros de
faena, todavía nos preguntamos cuantos fueron y cuanto tiempo les llevó
la obra, porque de pilonas hay más de 70.
Y como en toda calle
que destaca, encontrarse con la ferretería de barrio donde siempre
tienen lo que necesitas, es como divino. Pues Avinyó tiene la suya, y
de 50 veces que habré entrado solo una par de ellas he salido sin
soluciones. Un porcentaje estupendo, no se crean. Donde hubo la sede
de una de las tiendas de comercio justo más relevantes de la ciudad,
desde hace medio año hay una donde venden ropa para humanos de diseño,
lástima. Tiendas llenas de chorradas y restaurantes del comer curioso,
entre cutres y de prestigio con menú accesible, de la calle se puede
salir nutrido con garantías, vestido y calzado a la última en colores,
siempre que la cartera ande bondadosa.
Por suerte, también hay un zapatero remendón. El hombre hace su
actividad en quizás menos de 3 m2 y es para mí el establecimiento más
destacado en servicios hacia la sosteniblidad de toda la calle. Con su
maestría, alarga la vida de los recursos en loable labor. Quizás a
muchos paseantes sólo les llame la atención lo pequeño del espacio,
para la mayoría seguro que pasa desapercibido por no ser luminoso o
carecer de atractivos a la vista, pero en ese pequeño espacio se aloja
uno de los más destacados toque de modernidad ecológica de la calle y
del barrio.
Espero que este paseo, contado por un habitual de la
calle, pueda servir para el gozo humano. Espero que además te
pueda ser de utilidad para mirar con los mismos ojos y sensibilidad,
esos tesoros que aunque diversos, seguro guardan tus calles.
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