Comienzo una semana como muy especial, algo así como unas vacaciones
en ruta. Y es que estar con un zagal de 9 años y medio, al que no
ves desde hace bastantes meses y que desde hace tres años los periodos
de encuentro con él no pasan de más de 6 días al año, convierten estos
próximos días en un ilusionante espacio de convivencia en movimiento.
Me
he marcado varios objetivos para esta semana única: nos moveremos en
transporte público, ahorraremos recursos, practicaremos la cultura
energético solar, indagaremos en el ecoturismo, nos nutriremos con
cuidadoso gusto y visitaremos espacios de ocio respetuoso y cultural.
Vamos, una semanita movida y emocionante, como todas las que se
preparan con cariño, estrategia y ganas, dejando un espacio a la
saludable improvisación.
Hoy he comenzando la ruta montándome en
un tren elegante, rápido, y extremadamente confortable. De Barcelona a
Castellón, 300 Km en 2:30 horas, leyendo la prensa del día y pensando
por ratos en las musarañas, que son como terapia. Ambas acciones
imposibles cuando eres el capitán de un cacharro con cuatro ruedas. El
Euromed recorre más de 600 km desde Murcia a Barcelona a toda
pastilla, por las mismas vías que utilizan todos los demás trenes de
largo y corto recorrido. Las necesidades técnicas para su correcta
carrera sobre los raíles sirvieron para mejorar y renovar una gran
parte de las infraestructuras que ya existían, por lo tanto el impacto
ambiental estuvo presente pero para un medio de transporte colectivo y
publico no se debería ser más exigente que con toda la ocupación
aberrante e insostenible de la misma costa por la que vuela el Euromed.
Viajar en este primo cercano de los AVES requiere en muchas ocasiones y
según fechas, andar precavido y con billete en mano la semana antes del
viaje.
La estación central de Castellón fue construida hace
unos años, luminosa y con un cierto toque de catedral moderna, y es que
el tren se merece las mejores y porque no, digamos bellas obras de la
modernidad arquitectónica. La ciudad ganó espacio publico al eliminar
el corte urbano que hacia el antiguo trazado y soterrar los tramos que
entran y salen de la ciudad. Unas pérgolas de diseño, ciertamente
orgánicas en sus formas y anexas a la estación de Renfe, cubren los
andenes de la estación central de autobuses, todo un logro en la
intermodalidad del transporte público que permite con una buena
coordinación unir el máximo de destinos con el mínimo esfuerzo para el
usuario.
No he tardado en coger un cercanías que me ha dejado en
una de esas poblaciones donde los naranjos de la agricultura química y
las fábricas de cerámica son omnipresentes. Los motores económicos de
la acomodada comarca de la Plana de Castellón todavía lamentablemente y
por parte de sus gestores no se han puesto a pensar en serio que
envenenar tierra, agua y aires es una huella pesada que algún día
pasará la factura.
El personaje con el que me voy a pasar
estos días me esperaba en la estación, Pau se llama, que es Paz en
catalán y Pablo en castellano. Otro cercanías y ambos rumbo a Valencia,
música clásica en el hilo musical y una eficaz voz anunciadora de la
siguiente estación que la corta cuando toca. La estación central es
otra catedral del transporte colectivo pero con solera, de esas con una
cubierta arqueada, metálica y acristalada típica de las grandes
ciudades donde al tren se le ponía casa bonita, amplia y cómoda para el
trasiego de mercancías y personas. Su fachada parece la de un
castillo a colorines, su sala de taquillas para billetes es una mezcla
entre la renovación y las de hace quizás casi un siglo, un estilo
enfrente del otro. Fuera te encuentras con la plaza de toros, pasamos
de largo porque nos interesa un pimiento el cartel de matadores de
seres vivos para regocijo de humanos ociosos. |