Se publicó en 1998, pero todavía se sigue editando en la actualidad; son ya casi 30 ediciones y tan solo cuesta unos diez euros. "Los cuatro acuerdos", es un tratado de sabiduría tolteca que nos enseña cuatro verdades tan simples y a la vez poco usadas por nosotros en nuestra sociedad actual. Hace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como «mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero de hecho, eran científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados.
Su autor, Dr. Miguel Ruíz, ha dedicado gran parte de su vida a compartir la sabiduría de las enseñanzas de esta antigua civilización para guiar al individuo hacia su libertad personal con el único objetivo de que alcance la felicidad aquí y ahora.y lo hace desde la sencillez que sólo la sabiduría nativa sabe hacer.
Nos interesan las tradiciones culturales antiguas por su conexión con la naturaleza. La de los toltecas no es una excepción. Hoy continua teniendo un valor simbólico por su vigencia y por ello sintetizamos estos "acuerdos" para animar a su lectura completa, pues no defrauda.
Primer acuerdo: Sé impecable con las palabras
Es el acuerdo más importante y más díficil quizá de cumplir. La palabra da la energía que le imprimimos desde las emociones, y lo díficil que se hace recoger las palabras una vez dichas. Las palabras ejercen una gran influencia sobre quienes las escuchan. Todos somos magos, hacedores de magia con las palabras, con ellas podemos destruir o podemos construir, depende del sentido y la intención que le imprimamos.
Cada palabra que digamos en bien o en mal regresa a a nosotros con toda su carga energética. Las personas que nos maldicen, insultan o hieren verbalmente se crean un daño a sí mismas, ya que el todo el veneno que hay en esas palabras generarán sentimientos negativos hacia esa persona, el que las escucha generará odio hacia esa persona que las dice, y ese odio se vuelve en contra del que ofende. Lo mismo ocurre con las palabras de amor, palabras buenas generarán acciones buenas, palabras malas, acciones malas.la mala energía se volverá contra nosotros algún día.
Segundo acuerdo: No tomarte nada personalmente
No debemos tomarnos las palabras de los demàs ni sus acciones de modo personal, ya que cada persona tiene su propio mundo de creencias, sus propios acuerdos, y lo que diga o haga no tiene que ver con nosotros ni con nuestro mundo sino con el de esa persona; como ella lo ve y siente. Cuando no nos tomamos las palabras o acciones de modo personal, nos volvemos inmunes a su veneno, no nos afectan.
Si alguien te da su opinión y te dice: «¡Oye, estás muy gordo!», no te lo tomes personalmente, porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones. Esa persona intentó enviarte su veneno, y si te lo tomas personalmente, lo recoges y se convierte en tuyo.
No esperes que los demás te digan la verdad, porque ellos también se mienten a sí mismos. Tienes que confiar en ti y decidir si crees o no lo que alguien te dice. ....Si alguien no te trata con amor ni respeto, que se aleje de ti es un regalo.
Tercer acuerdo: No hagas suposiciones
Nos pasamos la vida suponiendo cosas que no son ciertas, que creemos ver o saber, éste tercer acuerdo va de la mano con el segundo acuerdo, no tomarse nada personalmente. El suponer siempre crea problemas, ya que cuando suponemos lo hacemos basado en nuestros propias percepciones de la realidad, en lo que creemos que es, y entonces no conocemos la verdad, cuando suponemos algo de una persona.
La manera de evitar las suposiciones es preguntar. Asegúrate de que las cosas te queden claras. Si no comprendes alguna, ten el valor de preguntar hasta clarificarlo todo lo posible,
e incluso entonces, no supongas que lo sabes todo sobre esa situación en particular.
Necesitamos justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros. No importa si la respuesta es correcta o no; por sí sola, bastará para que nos sintamos seguros.Esta es la razón por la cual hacemos suposiciones.
Si los demás nos dicen algo, hacemos suposiciones, y si no nos dicen nada, también las hacemos para satisfacer nuestra necesidad de saber y reemplazar la necesidad de comunicarnos. Incluso si oímos algo y no lo entendemos, hacemos suposiciones sobre lo que significa, y después, creemos en ellas. Hacemos todo tipo de suposiciones porque no tenemos el valor de preguntar.
Cuarto acuerdo: Haz siempre tu máximo esfuerzo
Este acuerdo es el que permite que los otros acuerdos se conviertan en hábitos internalizados dentro de nosotros. Se trata de dar siempre lo mejor de uno en cualquier situación. Si hacemos nuestro mejor esfuerzo nunca nos sentiremos culpables de no haberlo intentado lo suficiente, ni sentiremos frustación ni sentimientos de culpa.
Bajo cualquier circunstancia, haz siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos. Pero piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están vivas y cambian continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás hacer tendrá una gran calidad, y en otras no será tan bueno.
Hacer nuestro máximo esfuerzo y disfrutarlo es aceptarnos a nosotros mismos sin reproches ni quejas, si damos lo mejor en cada acción, a pesar de que no logremos nuestra meta, no podremos sentirnos frustados o fracasados, simplemente no estaba para darse, pero no por no haberlo intentado con nuestro mayor esfuerzo.
Un cuento antiguo lo ilustra muy bien:
"Había una vez un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue a un templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase.
Se acercó a él y le dijo: «Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?».El maestro le miró y le respondió: «Si meditas cuatro horas al día, tal vez lo consigas dentro de diez años».
El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo: «Maestro, y si medito ocho horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?».
El maestro le miró y le respondió: «Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás dentro de veinte años».
«Pero ¿por qué tardaré más tiempo si medito más?», preguntó el hombre.
El maestro contestó: «No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí para vivir, para ser feliz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas de meditación, pero utilizas ocho, sólo conseguirás agotarte, apartarte del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz tu máximo esfuerzo, y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites, puedes vivir, amar y ser feliz».
Cuando haces lo máximo que puedes no parece que trabajes, porque disfrutas de todo lo que haces. Sabes que haces lo máximo que puedes cuando disfrutas de la acción o la llevas a cabo de una manera que no te repercute negativamente. Haces lo máximo que puedes porque quieres hacerlo, no porque tengas que hacerlo, ni por complacer al juez o a los demás. Si emprendes la acción porque te sientes obligado, entonces, de ninguna manera harás lo máximo que puedas. En ese caso, es mejor no hacerlo. Cuando haces lo máximo que puedes, siempre te sientes muy feliz; por eso lo haces. Cuando haces lo máximo que puedes por el mero placer de hacerlo, emprendes la acción porque disfrutas de ella.
La acción consiste en vivir con plenitud. La inacción es nuestra forma de negar la vida, y consiste en sentarse delante del televisor cada día durante años porque te da miedo estar vivo y arriesgarte a expresar lo que eres. Expresar lo que eres es emprender la acción. Puede que tengas grandes ideas en la cabeza, pero lo que importa es la acción. Una idea, si no se lleva a cabo, no producirá ninguna manifestación, ni resultados ni recompensas.
Nuestros hábitos rutinarios son demasiado fuertes y están firmemente arraigados en la mente. Pero podemos hacer lo máximo posible. No esperemos no volver nunca más a tomarnos las cosas personalmente; sólo hagamos lo máximo que puedas. No esperemos no hacer nunca más ninguna suposición, pero sí podemos hacer lo máximo posible.
Artículo elaborado por el equipo de redacción de terra.org. Fotos: Fundación Tierra.