Nos resulta más fácil aceptar el fin del mundo que el final del smartphone. Tenemos una fe en la tecnología que no dudamos que tarde o temprano esta solucionará “todos los problemas del mundo”. El mesianismo tecnológico es la modalidad predominante que adopta hoy la ideología del progreso, sostenida en la ilusión de que la tecnociencia nos permitirá rehacer el mundo a nuestra imagen y semejanza. Las fuerzas de esta tecnolatría, como nos recuerda Jorge Riechmann, sueñan que dado que cada vez la tecnología avanza más rápido seguro podremos escapar de los límites biofísicos y de la condición humana; mientras banalizamos los procesos de destrucción real en curso.
Detrás de muchas tecnologías que se vendieron milagrosas, que nos permitirían tener electricidad gratis para toda la eternidad se esconden graves peligros que estamos traspasando a las futuras generaciones.
Según un informe de la consultora Ditendria, el 40% de los españoles miran el móvil más de 50 veces al día y el 70% ya lo hace a los 30 minutos de haberse despertado. ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista? es el título del libro recientemente publicado en la Editorial Catarata por el profesor de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, matemático y poeta Jorge Riechmann (Madrid, 1962).
En este ensayo nos advierte sobre las desmesuradas ilusiones de sobrepotencia humana, magnificadas por los poderes de la razón, la tecnología y la ciencia, es lo que puede llamarse prometeísmo. Un prometeísmo basado en los experimentos de ingeniería social del nazismo y el comunismo como en la nueva eugenesia científica promovida por el “transhumanismo” y su búsqueda de la Superinteligencia, Superlongevidad y Superbienestar de nuestra especie. La creencia básica de nuestra sociedad –casi nunca formulada de manera explícita– es que la tecnociencia prevalecerá sobre las leyes de la física y la biología; es una creencia profundamente irracional, pero la cultura dominante la mantiene contra viento y marea.
¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista? sostiene que tenemos que resistir frente a esas ilusiones nihilistas y someter a crítica nuestra propia razón utópica, reconstruyendo y construyendo para ello una racionalidad ecológica. Y ecologismo quiere decir, esencialmente, asunción de los límites. Para ello propugna el llamado ecosocialismo descalzo. Un socialismo ecológico responsable, que se hace cargo de los límites biofísicos del planeta y los determinantes de la condición humana.
El principal reto para mantener nuestra civilización es la deconstrucción de su economía y filosofía consumista.
Si el principal reto es mantener el nivel de civilización que a trancas y barrancas se logró de forma parcial en el siglo XX (democracia, derechos humanos, seguridad social con sanidad universal, etc.) pero con un consumo de recursos naturales drásticamente reducido (a una décima parte del actual), debemos avanzar a lo que Harald Welzer llama una Modernidad decreciente, o menguante, o contractiva y que Riechmann llama ecosocialismo descalzo.
Riechmann defiende la idea de contención en un sistema económico como el actual, al que adjetiva como "fosilista" y "patriarcal". En 2012 publicó El socialismo puede llegar sólo en bicicleta (Catarata) en el que ya advertía que esta armonización planeta-ser humano sólo podría concretarse en comunidades con algo de industria ligera, tecnologías intermedias y, sobre todo, una gran descomplejización que implicara –en el plano material– niveles de vida mucho más modestos.
Jorge Riechmann y algunas de sus últimas orbras publicadas.
Aceptar un cambio de paradigma implica reformular cómo ejercemos nuestras libertades y derechos en un “mundo lleno”, en un planeta Tierra saturado en términos ambientales, donde la humanidad ya se encuentra en situación de overshoot o extralimitación ecológica…Así empiezan algunas cuestiones nada simples: ¿Libertad es poder elegir entre diferentes modelos de smatphone, o poder bañarse al aire libre en ríos no contaminados? ¿Libertad es optar entre bienes comerciales predeterminados heterónomamente, o poder decidir en común qué deseamos producir y consumir? ¿Libertad es selección de personal entre élites gobernantes autolegitimadas, o autodeterminación política en el seno de nuestras comunidades? Libertad de quién, libertad a costa de quién, libertad para cuántos, libertad hacia qué metas, libertad en qué sentidos, libertad con qué impactos: éstas son preguntas relevantes que no podemos dejar de plantear…
Riechmann defiende, como Étienne Balibar y Cornelius Castoriadis– que el concepto relevante es el de igualibertad: “tenemos buenas razones para pensar que los principios de igualdad y libertad sólo pueden realizarse conjuntamente (y que las tensiones principales, como suele subrayar Zygmunt Bauman, no se dan tanto entre igualdad y libertad como entre libertad y seguridad)”. Ya en el siglo XVIII, durante la Ilustración, el pensador, Marie Jean Antoine Nicolas de Caritat, el marqués de Condorcet (1743-1794) advirtió que la desigualdad –no sólo socioeconómica, sino también de conocimientos y funciones– es enemiga tanto de la libertad efectiva como de la igualdad de derechos.
Los derechos se tambalearán con los límites que acechan a nuestra sociedad: el cénit del petróleo (peak oil), el “pico” conjunto de todas las formas no renovables de energía, el agotamiento de los fosfatos (con devastadoras consecuencias para el modelo dominante de agricultura industrial), la esquilmación de los acuíferos, y también la de las pesquerías mundiales. Todos estos “picos” incluidos el de los metales y minerales esenciales para las economías basadas en la electrónica y computación, desde el neodimio al litio pasando por el tantalio también van asociadas a la degradación de los ecosistemas y la Sexta Gran Extinción de especies vivas. Y todo ello sin olvidar la herida global del calentamiento global con sus múltiples consecuencias (entre ellas la acidificación de los océanos).
Tenemos un horizonte que, según las previsiones optimistas, se tornará apocalíptico en la segunda mitad del siglo XXI. Por lo que habríamos de afrontar con más ahinco este inminente colapso ecosocial va a producirse, sí o sí producto del brutal choque del capitalismo contra los límites biofísicos del planeta que determina nuestro presente. Cómo ya vaticinó Lester Brown, necesitaríamos una “contracción de emergencia” anticapitalista e igualitaria, ecosocialista y ecofeminista, pero ¿hay fuerzas para ello?
Riechmann deja claro que no estamos hablando de la “destrucción del planeta” (el fenómeno vida es extraordinariamente persistente, fuerte y resiliente; la vida como tal seguirá adelante) sino de la destrucción de las perspectivas de vida buena para los seres humanos, y por supuesto para muchos otros seres vivos también. Quiere decir ecocidio acompañado de genocidio.
Si el ser humano fuese la medida, no de todas las cosas, pero sí de las cosas humanas; y si el sentido de la vida fuese vivir, nada en nuestra organización socioeconómica –capitalismo fosilista y patriarcal– podría funcionar como lo hace. Tenemos que aprender a controlar la formación de nuestras propias expectativas, a adaptarlas a lo que es psíquicamente razonable y ecológicamente posible. La palabra clave en esto es autocontención”.
¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?.Para una crítica del mesianismo tecnológico, es una invitación a promover la autocontención. Riechmann pone además sus comentarios y reflexiones periódicamente en el blog Tratar de comprender, tratar de ayudar.
Ficha técnica:
¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?. Para una crítica del mesianismo tecnológico
Jorge Riechmann
PVP: 17 euros (IVA incluido)
256 páginas
Formato: 13,5x21 cm
ISBN: 978-84-9097-215-1
Publicación: octubre 2016
Artículo elaborado a partir de la adaptación de diferentes materiales publicados en internet (1). Imágenes: Archivo Fundación Tierra.